El primer debate, un reñidero de candidatos
El candidato del PP demostró que no es un 'bambi', que sabe dar, pero recibió al hablar de la corrupción. La socialista contesta una tras otra, mientras que el líder de IU abre brecha en el bipartidismo.
La corrupción debería desaparecer del debate de los partidos políticos; créanme, no sirve para nada, es inútil, tarde o temprano, se acaba recurriendo al "y tú más". Lo hemos visto durante años en el Parlamento andaluz, en el Congreso de los Diputados y en las tertulias, y lo vimos anoche en el primer debate televisado de esta campaña electoral andaluza. Juanma Moreno Bonilla, el candidato del PP a la Presidencia de la Junta, no es un bambi, lo demostró durante el debate, pega y muerde, pero la corrupción no es un tema del que pueda alardear su partido. "¿Puede decirme cuántos imputados van en sus listas?", le preguntó Susana Díaz, la candidata socialista, hasta en cinco ocasiones. Son dos, ambos por la provincia de Cádiz, pero Moreno Bonilla, que mostró una fotografía de la presidenta con Manuel Chaves y José Antonio Griñán, no contestó. "Sus padrinos, señora Díaz", sugirió Moreno como quien apunta a hacer daño.
-"Mi padrino es fontanero", respondió la socialista. Seca.
A cada acusación, Susana Díaz tenía una respuesta. A pesar del almidón con el que los partidos suelen diseñar estos debates, el de anoche fue crispado, tenso en muchas ocasiones y, eso sí, carente de propuestas concretas. Sabemos que el PP y el PSOE van a bajar dos puntos el IRPF y que el primero va a eliminar el impuesto de sucesiones y donaciones y el segundo, a reducirlo bastante. Un buen asalto, donde Juanma Moreno dio fuerte, Susana Díaz resistió cuando no devolvió el golpe multiplicado por dos y el candidato de IU, Antonio Maíllo, no fue un mero invitado. Sus mejores intervenciones las formuló cuando las aliñó con la espontaneidad. "Yo, a ustedes, -les dijo a Díaz y a Moreno- los mandaba a un empleo fuera de la política". Y es que en el debate se habló mucho de las condiciones laborales de cada uno de ellos y, sobre todo, de las de sus padres. Moreno nos repitió que los suyos fueron emigrantes; los de Díaz, fontanero y ama de casa; y Maíllo, por no quedar mal en esta invitación, nos reveló que el suyo era talabartero. A falta de un segundo debate, que se celebrará el próximo lunes, éste ha demostrado que Susana Díaz tiene tantas tablas como se le supone, que Moreno no es un corcito y que Maíllo es agudo. A los tres le brillan los colmillos. Ahora hace falta que nos expliquen detenidamente qué quieren hacer con Andalucía, aunque el formato de reñidero quizás no dé para esto.
La tesis de Susana Díaz es que hay dos caminos, dos vías, una es la del sufrimiento, la de los recortes, la de Rajoy -dijo- y otra, la del PSOE andaluz, el que blinda la sanidad y la educación. Recurrió a dos buenos ejemplos. Pulpí está muy cerca de Águilas, ya en Murcia, pero en Águilas no hay gratuidad de libros de texto, las tasas universitarias son más caras y los comedores escolares cuestan el doble que en Andalucía. Santa Elena está muy cerca de Almuradiel, pero en Almuradilel, que es Castilla-La Mancha y es donde gobierna María Dolores de Cospedal, no se hace ni la prueba del talón a los recién nacidos.
La tesis de Juan Manuel Moreno, bien traída, es que el PSOE lleva muchos años gobernando en Andalucía y que Susana Díaz lleva encima una pesada carga, que los servicios funcionan muy mal, que hay colas en las Urgencias y que los niños, aunque tengan libros gratis, estudian con legajos sucios, viejos y repintados. Moreno Bonilla llegó a enseñar uno que, realmente, parecía un manuscrito del Mar Muerto, aunque lo cierto es que los colegios suelen retirar los volúmenes cuando están en mal estado. El candidato del PP arrancó con unos segundos de acartonaje, se desenvolvió bien en el primer apartado, patinó con la corrupción -no es el tema de su partido, ya se ha dicho- y tuvo un buen final. Recurre, eso sí, a los mismos argumentos que ya empleó el sábado por la noche en Tele 5: los 3.000 millones de euros que suman los casos de los ERE y de la formación, y que según él están "desaparecidos", y el dinero no empleado en políticas activas de formación. Son 809 millones de euros, una suma en la que se equivocó en Tele 5, como Susana Díaz quiso recordarle cuando mostró los carteles con las cifras:
-"¿Lo ha hecho de cabeza o con calculadora?". La presidenta también dispara.
-"Yo sé sumar, y además voy a los programas", contestó, y es que en el programa nocturno de Tele 5 echan de menos a Susana Díaz. Eso dijo su presentadora.
El éxito del candidato del PP reside en hacer saltar a la presidenta, que pierda los papeles, como hizo el opositor Pedro Sánchez con Mariano Rajoy en el pasado Debate del estado de la Nación. Una mala palabra vale, un gesto, pero ayer no lo consiguió. Antonio Maíllo, profesor de instituto durante 20 años, como se encargó de subrayar ante sus dos contrincantes dedicados a la política desde la facultad, intentó abrir brecha en el fuego cruzado del bipartdismo. No quedó mal, les llamó "pringados" de corrupción, pero se lío con el Tratado de Libre Comercio, una obsesión de la izquierda mundial. Pimpampum, lo repitió una y otra vez Maíllo, pero, en definitiva, el debate fue eso, un reparto de tortas, quizás los gallos se estén midiendo, habrá que esperar al lunes próximo.
Las intervenciones estuvieron rigurosamente cronometradas
El guión del debate no concedió ni una línea a la improvisación. Los tiempos, nada elásticos, fueron rigurosamente controlados por la conductora del programa, Mabel Mata. A la presentadora no le temblaron el pulso ni la voz a la hora de cortar sin contemplaciones al interviniente que traspasaba los límites de lo que estaba estipulado de antemano. En más de una ocasión la interrupción recayó, sin miramientos, sobre la presidenta de la Junta y candidata socialista, Susana Díaz, cuyo discurso quedó en el aire. Por una parte esta circunstancia imprimió cierto grado de rigidez y frialdad a la discusión política, cuyo atractivo televisivo radica precisamente en su alta temperatura dialéctica, pero por otro contribuyó a que un debate -ya sea un cara a cara, a tres, o a siete, como el que está previsto para hoy- como el emitido anoche por la radiotelevisión pública andaluza no se despeñara por el barranco de la bronca en la que los participantes infringen las normas más elementales y convierten el plató en un gallinero del que es imposible captar ninguna idea.
Con todo, probablemente los telespectadores añoraron algo más de fragor en la batalla. Estando acostumbrados a enfrentamientos tantas veces viscerales, sobre todo entre socialistas y populares (recuérdese a Rajoy vs. Sánchez en el último debate sobre el estado de la nación), vieron ayer que sus líderes optaron más por la crítica premeditada que por arrear con espontaneidad.
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