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Del 28-F al 22-M pueblo a pueblo

Hace 35 años, Rafael Escuredo concitó en su figura los anhelos de autonomía de los andaluces con su campaña puerta a puerta Susana Díaz lo toma como modelo para "terminar" el proyecto

Susana Díaz recibe el saludo de una mujer durante la visita al Viso del Alcor.
Magda Trillo Sevilla

21 de marzo 2015 - 01:00

Pueblo a pueblo. Puerta a puerta. Aunque nada en política es casual y las movilizaciones nunca son comparables, muchos de los que estos días se congregan en las plazas de los pueblos y se dejan entrever tras las rejas recién pintadas de las casas blanqueadas de Andalucía tal vez sean los mismos años que hace 35 años acudieron a las urnas sin saber muy bien qué les preguntaban pero sabiendo perfectamente lo que querían para su tierra: no ser más que nadie pero tampoco menos. Un futuro de primera. Justo y solidario.

Si Rafael Escuredo fue el líder carismático que emprendió y definió el camino de la autonomía y Rodríguez de la Borbolla fue el presidente que tuvo que poner los cimientos, hoy es Susana Díaz quien ha cogido la bandera de la causa andaluza, del orgullo de ser andaluz, dispuesta a terminar el edificio. El "hay un 22-M porque hubo un 28-F" no es casual. Como tampoco lo es que el único presidente al que la candidata socialista pone como referencia en todas sus intervenciones sea aquel abogado y profesor sevillano que en 1979 supo determinar los primeros pasos de la autonomía andaluza con la misma valentía con que en 1984 decidió dar un paso atrás. Pero sin quebrantar nunca la "lealtad" a su partido. Sin hacerle "nunca trampas", como ha dicho en alguna ocasión, y sin dejar de votarle y de apoyarle.

"Yo he vivido mejor que mi padre, mi padre vivió mejor que mi abuelo y quiero que mi hijo viva mejor de lo que vivo yo". En esta frase se concentra esa línea del tiempo de progreso con que la presidenta de la Junta está intentado recuperar el espíritu de autoestima del pueblo andaluz y despertar el sentimiento de reivindicación y defensa de la tierra frente a los agravios que vienen de fuera. Porque ahora no hay un ataque a la autonomía como entonces, pero hay peligros. Económicos, culturales y territoriales. Y, aunque sea por razón electoral, es "saludable" y hasta "necesario" que se intente recomponer aquel movimiento de reivindicación que "nunca se debería haber perdido".

El periodista Enrique García Gordillo, uno de los más estrechos colaboradores del entonces presidente Rafael Escuredo y testigo directo de los momentos claves de la incipiente autonomía, cree que es una estrategia absolutamente "oportuna" por cuanto supone de "llamada de compromiso" con nuestra comunidad y de recuperación de esa "conciencia andaluza" que tanto costó tejer: "Aquello no fue un calentón, fue una movilización de futuro para conseguir que Andalucía tuviera peso en el Estado. El rango político de Andalucía nosotros lo conquistamos, lo peleamos, a nosotros no nos lo dieron como ocurrió con el País Vasco, Galicia y Cataluña".

Quien ocupó la portavocía del Gobierno a primeros de los 80 "aplaude" que se quiera conectar ahora con quienes lucharon para romper con el pasado fatalista de Andalucía y "no consentir que se atropellaran nuestros derechos", dejar de hacer "lo que nos dijeran". "En un momento determinado se bajaron las banderas, se dejó de lado la épica y nos dijeron algo así como 'ya habéis hecho vuestro trabajo, iros a casa'. Fue un tremendo error". Enrique García habla de los primeros años 90 en los que se cambió la política por la gestión olvidando el alcance real de aquel 28-F, lo mucho que hubo que "empujar" para demostrar la voluntad de los andaluces de "ser dueños de nuestro destino", de "no conformarnos".

El "no conformarse" está en la base del discurso de la líder socialista como lo está esa "marea de ilusión" que está intentado extender a todos los rincones de Andalucía con su campaña en positivo, el "nos falta un último empujón para conseguir un Gobierno fuerte y estable que nos dé confianza y seguridad" y el apoteósico "¡ayudadme, ayudadme!" con que termina todos sus mítines.

Entonces el agravio estaba muy focalizado; ahora está muy diluido. Pero ahí está. Susana Díaz lleva toda la campaña alertando de ello. Empezó en realidad dos semanas antes en Granada con los actos de celebración del Día de Andalucía y no pierde la oportunidad de remarcar los ataques del Gobierno de Rajoy "que han maltratado la comunidad en estos tres años, el atropello de derechos que hemos sufrido". "Los demás vienen", dijo, "atacan, insultan, ofenden, se meten con Andalucía y después se marchan. Y los que nos quedamos somos nosotros, los que amamos nuestra tierra, los que sentimos con la gente. Vamos a ganar bien. A mí no me va a parar nadie porque tengo en el motor la fuerza de los andaluces, que me están empujando, que saben que estamos en un momento histórico".

En el imaginario de los 80, el PSOE ya se identificó con la causa andaluza y en los 90 con la del agravio. Hoy es la marca personal de Susana Díaz, por encima de la del partido, la que está abriendo un nuevo espacio al partido bebiendo de los momentos de mayor orgullo de la izquierda y borrando la Andalucía en blanco y negro que ha terminado contribuyendo a ese retrato fatalista, de tópicos, estereotipos y clichés que siempre se ha alentado desde la derecha.

"Si a los ciudadanos les enseñas el camino y lo haces con liderazgo y coherencia, si les presentas un proyecto ilusionante, el pueblo siempre responde. Como lo hicimos en 1980 cuando descubrimos lo rentable que podía ser la voluntad de ser pueblo. Siempre en política la generosidad es rentable".

A todo ello intenta responder la presidenta de la Junta cuando reitera, de Cádiz a Almería, que el 22 de marzo se van a "abrir los mejores años de Andalucía", advierte que al PP le dura el "amor" por nuestra tierra "menos que una campaña electoral" y avisa a Rajoy de que el domingo recogerá justo lo que ha sembrado: una sonora derrota en las urnas.

Como hacen estos días muchos simpatizantes cuando equiparan su apoyo al PSOE viajando de Felipe a Susana, la líder socialista da un salto de tres décadas para coger el testigo de Escuredo. En su intento por conectar con aquel espíritu de "ilusión" se suprime de un plumazo toda la gestión de Chaves y Griñán y, de paso, se evitan los vergonzosos capítulos de la corrupción. Evidentemente, la Andalucía de los 80 no es la de hoy, por lo mucho que se ha progresado pero también por la terrible realidad del paro que lastra esa "Andalucía de las oportunidades" hacia la que se quiere avanzar.

Frente a la campaña de números y estadísticas de los populares, está la campaña de los sentimientos de los socialistas. De la campaña pueblo a pueblo de Escuredo, a la campaña puerta a puerta de Susana Díaz. Razón y corazón. El "orgullo de ser andaluz".

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