Don Tancredo

EL himno de España ya tiene letra, el 'Pobre de mí' sanferminero. Se oye en plazas, cafés, tiendas, habitaciones de hospital y hasta en los patios de los colegios. Todos lo cantan con la mano en el pecho y los ojos cerrados. Es un lamento unánime.

Rajoy ha dado un chupinazo de padre y muy señor mío y por la calle anda un encierro suelto con toros que dan miedo de verdad. Toros de un encaste manso, sin nobleza ni fuerza, sin embestida clara. No hay casapuerta donde esconderse y el recorrido se hace interminable. Los cabestros no consiguen reunir a la manada y se limitan a correr por detrás. Alegan que el camino lo marca Europa y que cualquier atajo nos conduciría a la ruina que ya tenemos. Ah, pues vale. Llegados a este punto no sé con cual miseria quedarme si con la que salva a bancos y a políticos o con la que de modo natural nos cae encima.

Para afrontar esta carrera tan sólo disponemos de un periódico enrollado que, como todos los días, nos cuenta que los mercados financieros siguen sin fiarse de nosotros, que la ruina es crónica y los especuladores insaciables. Alguien hace tiempo que gritó el sálvese quien pueda.

Tenemos miedo a las cornadas del hambre, esas por las que los niños antiguos se hacían grandes toreros. Miedo a una embestida que nos eche de nuestras casas. Miedo a que la plaza sea toda un tendido siete de Madrid, encabronado y sin esperanza. Miedo a que el toro salte al callejón. Miedo a que el sufrimiento salga a la calle y se revuelva contra las propias víctimas.

Rajoy es quien más miedo tiene de todos. Lo veo en su cara, en el cuello de la camisa, en el tinte de su pelo. Parece un Don Tancredo subido sobre un pedestal de deudas. Sigue la lidia según le mandan, sin fe, por unas míseras pesetas.

Yo no sé cómo se arregla esto. Subiendo impuestos y estrangulando la economía para mantener una estructura política insostenible que sólo obedece a Europa, no.