Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Cádiz/ La vida es un milagro que crea la Esperanza.
Una cerrada ovación de tres minutos, con un Gran Teatro Falla puesto en pie, coronó ayer el magnífico Pregón, histórico podríamos decir, con el que Juan Mera Gracia, -"viva la madre que te parió", que le gritaron desde el patio de butacas tras finalizar su proclama- anunció que ha llegado la primavera, que las calles gaditanas huelen a Cristo y que la Semana Santa ya está aquí. "... Jerusalén junto al mar, esto es plata quieta, cuadrillas que arriman el hombro, horquillas guerreras; el pasado se repite pero son estampas nuevas; la primavera aprieta, la Semana que llaman Santa se acerca", dijo en su arranque. Ahí lo llevas.
Juan, vejeriego de nacimiento, cofrade de aquí y de allá, hermano de la Sanidad y Humildad en la viejita de Occidente pero también del Gran Poder, Macarena o Amargura en esa Sevilla capital de la Cuaresma, pregonero de Cádiz en una mañana luminosa, profesor de jóvenes curiosos, amante del teatro, de la vida y la esperanza, de la familia y los abrazos, de la memoria, de la prosa y el verso, ofreció ayer una proclama completísima e inolvidable, llena de sentimiento desde el primer minuto pero que no se quedó en el simple paseo por las hermandades de nuestra semana grande, no, qué va, fue mucho más allá, porque en su discurso habló de valores, de esperanza, de los primeros abrazos, de abuelos, ¿qué sería de la vida sin los abuelos?, de salud y familia, de generosidad, de amor, porque sin amor no soy nada, y de sentimientos, como el que puso en cada palabra, en cada estrofa, en cada verso, desde que relevó en el atril a Jesús Devesa, su predecesor, quien no le fue a la zaga a la hora de hablar de lo que supone para un cofrade pregonar la Semana Santa. Jesús, impecable también en su intervención, nos presentó al profesor, al iniciático pregonero en pueblos de La Janda "al que le sobra currículum y ganas para presidir el atril de la Semana Santa de Cádiz". Así que el pregonero de 2016, que recordó como otro vejeriego, Juan Manzorro-quien con su inconfundible voz entre bambalinas fue dando paso a uno y otro-, le permitió cerrar su año grande retransmitiendo en Canal Sur el paso de la Buena Muerte por Candelaria el pasado Viernes Santo, Jesús, decíamos, dejó el Falla calentito para que Juan Mera, con su presencia elegante y rotunda de largos brazos que al abrirse querían rodear a todo Cádiz, se adueñara del escenario con la compañía de una gran cruz y de un cuarteto de cuerda que le dio la réplica en momentos muy puntuales. Antes, la Filarmónica de Conil había interpretado tres marchas procesionales: 'Sanidad' de José Manuel García Pulido, la magnífica 'Ecce Homo' de Eduardo Escobar de Rivas y 'Amarguras' de Manuel Font de Anta. En el palco de autoridades, el obispo, Rafael Zornoza, que dirigió el rezo del Angelus ante un teatro abarrotado; el alcalde de Cádiz, José María González, concejales como Teófila Martínez, José Blas Fernández, Ignacio Romaní, Fran González, María José Rodríguez o Álvaro de la Fuente; Martín José García, presidente del Consejo de Hermandades, el rector, Eduardo González Mazo o el alcalde de Vejer, José Ortiz.
Y es que en Cádiz la Esperanza tiene nombre de muchacha
Y se acordó Juan Mera en su pregón de los cargadores, "por eso mecedla bien cargadores de este sueño", y de la esperanza, milagro de la vida, porque no hay nada más grande que la vida misma que cada día vivimos, "esperanza que nos siembra el camino de jóvenes audaces tan comprometidos como ávidos de desconcertadas ideas, la que nos da la mano cuando nos vemos solos sin nadie en quien apoyarnos, la que nos levanta del pasillo frío cuando la quimio te arrastra destrozado", proclamó. "La Esperanza en esta tierra es una niña galana, que venga de donde venga, cigarrera o franciscana, o así de Puerta de Tierra, vida, fe y salud regala a quienes quieren y rezan y se rinden a sus plantas".
Y recordó Juan el primer abrazo de sus padres después de que naciera en un lejano 8 de de octubre de 1970. Y parafraseó a San Pablo y aquello de sin amor no soy nada, la verdad suprema, "porque ya puedo tener dinero, casas, coches y hasta un palacio que si no tenga amor, nunca entenderé un abrazo, el gran poder de este mundo".
El Pregón de Juan Mera tuvo muy presente a la juventud, con la que trata a diario como profesor en las Carmelitas. Envió mensajes a quien los quiera recoger, como cuando dijo sin pelos en la lengua: "La mitad de los hermanos de cada cofradía son niños y jóvenes, con lo que luego nos quejamos de ellos. Y aun así no los comprendemos, no los comprenden. Muchos sacerdotes aún no se han enterado. Qué pocos se ponen las sandalias del pescador y salen a buscar el por qué de tanta ausencia en las misas. La sociedad actual es una realidad pero no una excusa", afirmó, antes de dar gracias a aquellos que desafían a esta sociedad y decide públicamente pertenecer a una cofradía.
Nunca nos falte a la cita, Salud, y a esta casa venga cargadita de ilusiones y de sonrisas eternas.
Hermosísimo y original fue la dedicatoria del pregonero a los ancianos de la Residencia Fragela, donde un día imaginario llama a la puerta Salud de María y a quien abre no reconoce. Llega a traer unos presentes a los abuelos y abuelas, "porque la Salud jamás puede faltar, porque hay muchos que la esperan, que es usted Salud... la madre que nos sana y alimenta, que nos mima y nos abraza, que nos devuelve las fuerzas, estas ganas de vivir con esta juventud buena, que son el sol de la vida y el aire que nos alienta".
Tampoco faltó su pildorazo al alcalde, presente en el palco de autoridades, a quien, entre líneas, le pidió que cogiera el bastón de mando para entregárselo al Regidor Perpetuo el Jueves Santo en Santa María.
Quien reza cantando, reza dos veces.
Y habló Juan de la saeta, mientras el cuarteto de cuerda le acompañaba con los sones por martinetes de uno de esos cantares que se clavan en el alma. "Esta oración escuchada tiene lo que hay que tener, tiene arte y tiene casta y con la letra le basta para demostrar la fe que el pueblo quiere tener, que es la fe que el pueblo canta, la oración de un pueblo buena que le reza al Nazareno con el alma y la garganta que hasta a Dios mismo le encanta".
Y recordó Juan que no hay mayor misericordia que la de los besos que los jóvenes tallan en las mejillas de los ancianos, en los alimentos llevados al Falla para paliar la fatiga de los desamparados y los hambrientos. Y también habló de perdón. "¿De veras eres capaz de rogarle misericordia cuando no perdonas al que duerme a tu lado? Ven, ponte de frente y dime cuál es el valor cristiano del que presumes". Incluso pasó de puntillas por la gran polémica de esta Cuaresma, con la ausencia de la cofradía de Santa Cruz, de ese Perdón "que no está muerto, a pesar de que la madrugada se muere por él amaneciendo, esperando su llegada".
Que se entere todo el mundo, que todo el mundo lo sepa, que la flor mejor nacida en la Viña se venera y el mismo cielo corona como Virgen de las Penas.
El Lunes Santo en la Viña no es un día más. Ese día sale su reina, "¿quién ha dicho que en la Viña no hay corona pa una reina?", se preguntó como preludio a unos versos que tuvieron como protagonista a la señora del barrio caletero.
Pero en su Pregón tampoco se olvidó de hacer un recorrido por cada día, desde el Viernes de Dolores hasta el Viernes Santo, coronado por la espléndida talla de la Buena Muerte. "...y gozoso por saber que es tu dulce faz amada la mejor muerte tallada que unos ojos puedan ver (...)".
Y dejó para el final Juan su última cuesta, la de Jabonería, la cuesta arriba de su Pregón y del Nazareno, "que nos enseña a perdonar agarrando su madero, que perdonar en la tierra es el camino hacia el cielo".
¡Finaliza aquí el pregón, deciros hoy más no puedo; duérmase mi corazón en las manos que a un madero acarician con ternura y abrazan un barrio entero; no hallo más grande dulzura de cuanto hoy os confieso, muera por siempre el pregón junto al Regidor Perpetuo, brote de gozo mi amor junto al siempre Nazareno!
Y así, tras cerrar las tapas de su Pregón, Juan Mera se acercó al frontal de un escenario que pocas veces, y mira que habrá oído ovaciones, ha asistido a una salva tan cerrada, larga y justa como la que en la mañana de ayer se ganó un hombre comprometido y cabal, un pregonero valiente que declamó y templó, y habló en prosa y en verso, y abrió las manos y las recogió, en un ejercicio majestuoso y ejemplar de lo que debe ser un pregón de Semana Santa.
gran resultado de la operación tonelada. El pregonero Juan Mera solicitó a los cofrades que acudieran a su pregón con un kilo de alimentos para entregarlo a los más desfavorecidos. Y lo cierto es que la iniciativa fue un éxito porque el hall de entrada del Gran Teatro Falla se llenó de productos. Desde el alcalde hasta periodistas acudieron cargados para aportar su granito de arena.
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