Brady y la última resistenciaLII SUPER BOWL
El líder de los Patriots busca su sexto anillo ante los Eagles y zanjar el debate sobre quién es el mejor 'quarterback' de la historia
Un debate recurrente entre los podcast, blogs y medios que siguen habitualmente la NFL es si Tom Brady es el mejor quarterback de la historia de este deporte. La temporada 2017, que esta noche llega a su fin con la Super Bowl, ha sido en la que el mariscal de campo de San Mateo (California) ha acallado definitivamente a sus detractores. No hay otro ni habrá otro, al menos a medio plazo, que sea capaz de igualar no sólo sus registros, sino también su influencia y su importancia en el juego. Esta madrugada (00:30), en el partido más importante y divertido del año, aquel que reúne a amantes y menos amantes de este juego ante un televisor hasta las tantísimas de la madrugada, debería servir para aplastar al último foco de resistencia anti Brady que pueda quedar.
Los New England Patriots se enfrentan a los Philadelphia Eagles en una reedición de la final de 2005 en la que los bostonianos derrotaron a las águilas por un ajustado 24-21. Para hacerse una idea de la magnitud de la figura de Tom Brady, el californiano es el único jugador que repite presencia de aquel partido. Más de 13 años en la élite de un deporte con un nivel de exigencia física llevada al extremo, donde recibes golpes hasta alejándote de ellos. Brady es Brady porque lleva a sus espaldas ocho Super Bowls jugadas, las mismas que han disputado los 53 jugadores de los Eagles en su conjunto. Un dato brutal, como que en 2017 se convirtió en el quarterback más laureado de la historia, con cinco Super Bowls. El curso del mariscal de campo no ha tenido ni que ser brillante. A Tom no le hace falta ni lanzar Hail Marys ni hacer 100 yardas de carrera en un partido. Hizo su trabajo cuando debía y como le manda su otro yo en la banda, el entrenador jefe Bill Belichick.
La temporada de los Patriotas de Nueva Inglaterra tampoco ha sido perfecta. No sólo también ha sufrido la plaga de lesiones que ha azotado a la NFL esta temporada (no contarán con Julian Edelman, el hombre de la recepción milagro de la Super Bowl del año pasado, ni con el defensa Dont'a Hightower y, además, tienen a Rob Gronkowski recién salido del protocolo de conmoción cerebral), sino que los Pats se enfrentan quizás al mayor cisma de su historia reciente y que puede suponer el fin de su dinastía. La franquicia vendió al sustituto de Brady, Jimmy Garoppolo, a los San Francisco 49ers, donde se ha salido. Esto provocó tiranteces entre Brady, Belichick y Robert Kraft, dueño del equipo. Sin este trío no hubieran sido posibles estos Patriots. Y por si fuera poco, los dos coordinadores del entrenador, Matt Patricia (defensivo) y Josh McDaniels (ofensivo), se irán tras la final para convertirse en head coaches de Detroit e Indianápolis, respectivamente. Un último blues en la fría Minneápolis.
Los Patriots no necesitan recetas especiales porque son una factoría de recuperación de talento. Mantienen a Gronko y a Danny Amendola como claves en la recepción, pero a falta de Edelman, redescubren a Brandin Cooks, y con Hightower roto a tito Bill se le ocurre rescatar al veterano James Harrison, que hizo la jugada decisiva en la final de conferencia que permitió que hoy se escriba de los Pats y no de los Jacksonville Jaguars.
Y tras tanto hablar de los Patriots, inconfundibles favoritos porque se lo han ganado a pulso durante tantos años, toca analizar al quizás mejor equipo de toda la NFL esta temporada: los Philadelphia Eagles. Estaban siendo el rival a batir, la gran sensación, lo ganaban casi todo y jugando bien... Hasta que en la semana 14 se rompió literalmente su hombre clave: el quarterback Carson Wentz.
Estaba siendo el segundo año como profesional de este californiano, como Brady, y confirmaba a pasos agigantados lo que prometía en la universidad y en su campaña de rookie. Era el cerebro de un equipo brutal en ataque y defensa, con un equilibrio casi perfecto entre juego aéreo y terrestre. Todos pensaban que la temporada en la que Philly iba a poder ganar su primer anillo de campeón se caía. El relevo se lo dieron a un buen mariscal de campo pero que nunca había completado una gran campaña, Nick Foles. Sin embargo, ahí había más quarterback del que creían, y el tejano ha sido capaz de hacer olvidar a la afición underdog, que así se hacen llamar, a su estrella más rutilante. Foles no ha cometido apenas errores y en la final de conferencia contra los Vikings se destapó como un líder en el juego. Lo que al principio era desconfianza viró hacia un pensamiento objetivo de que estos Eagles también pueden ser campeones con Foles al mando. En su juego de ataque tiene a dos bestias a la carrera como Jay Ajayi y el ex Patriot LeGarrette Blount, mientras que por aire tiene múltiples opciones: que si Agholor, que si Torrey Smith, que si Alshon Jeffery, o uno de los mejores tight ends (hombres para todo, para así entendernos) de la NFL, Zach Ertz.
Una Super Bowl con muchos matices y que enfrenta a los que han sido, al final, los dos mejores equipos de la Liga. Enfríen la cerveza, acompáñenlas de unas alitas de pollo picantes, y siéntanse un poco yankees esta noche, que una al año no hace daño.
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