Miguel Ángel Verdejo, un tsunami para los clubes modestos

Tercera División

El empresario deja en la estacada al Premiá como antes hizo con Orihuela, Algeciras y La Estrella

Miguel Ángel Verdejo.
Miguel Ángel Verdejo.

Es lo habitual cada verano: sol, playa, sardinas en el chiringuito y Miguel Ángel Verdejo conduce a un club de fútbol que atraviesa por problemas económicos al caos, a la ruina total, al descenso o, en el peor de los casos, al borde de la desaparición. Es un tsunami recalcitrante. Lo padeció el Algeciras en agosto de 2008 (tras intentarlo, sin éxito, en el Cádiz) quiso hacerlo en el Salamanca y luego lo logró en La Estrella y el Orihuela. Este verano le ha tocado al Premiá, cuyos socios han tenido que salvar a la entidad de esa muerte dulce a la que están condenados todos los clubes a los que toca el empresario catalán.

La situación siempre es la misma y basta con revisar las hemerotecas de los periódicos catalanes, extremeños y alicantinos, donde multitud de voces han denunciado las tramas creadas por el empresario. Verdejo llega a un club de fútbol con muchas deudas y pocos ingresos, que los hay a porrillo. Empieza a prometer el oro y el moro y acaba por hacerse con las riendas aprovechando la desesperación de los aficionados. Luego, progresivamente o de repente, desaparece. No ha puesto un euro y el reloj corre en contra de la víctima, que siempre tiene que recurrir a sus socios de siempre para salvarse.

El Algeciras lo sufrió en 2008. Después de varios intentos de hacerse con el club lo consiguió, se comprometió a pagar las deudas, a evitar el descenso administrativo e incluso formó un equipo. El día que tenía que pagar no lo hizo y abocó al conjunto algecirista al descenso administrativo, lo colocó frente al abismo de la extinción y dejó además varios dramas familiares, puesto que los jugadores que se habían trasladado a Algeciras con sus familias, con el gasto que eso conlleva, no vieron un euro.

Poco después lo hizo en La Estrella, que estaba en una situación límite y se puso en manos del catalán, quien en principio iba a aspirar al concurso para la construcción de una ciudad deportiva municipal. Se quitó de enmedio y los socios del club de los Santos de Maimona (Extremadura) estudiaron incluso denunciarlo por un delito de estafa, aunque reconocieron que iba a ser muy difícil demostrarlo ante un juez. Orihuela y Premiá siguieron sus pasos.

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