1974. Sparwasser marca un gol para la historia
MUNDIALES EN EL RECUERDO
La República Democrática Alemana fue durante varias décadas una verdadera potencia en el deporte. Particularmente en atletismo y natación, los reyes de los Juegos Olímpicos, pero también en los deportes de agua, en los de invierno y en alguno de equipo, como el balonmano. El fútbol, sin embargo, no fue lo suyo. Más allá de la Recopa del Magdeburgo (1974) y de un par de finales también de Recopa del Carl Zeiss Jena y el Lokomotiv de Leipzig, en los 80, poco se podía decir del fútbol de la también llamada Alemania Oriental.
A nivel de selección, por supuesto, la RDA era irrelevante. Nunca se había metido en una fase final de un Mundial o una Eurocopa y sus jugadores eran unos perfectos desconocidos, de manera que cuando se clasificó para el Mundial que habría de disputarse precisamente en la otra Alemania, a unos pocos kilómetros de sus casas, era toda una incógnita.
Quiso, además, el destino que el sorteo emparejara a las dos Alemanias en el grupo que se iba a jugar en Berlín y Hamburgo y que ambas se midieran en el último partido en el Volkparkstadion de Hamburgo, con la RFA ya clasificada y la RDA a falta de un punto para estar en la segunda fase.
El partido respondió al guión hasta que a 13 minutos del final un futbolista de 26 años del Magdeburgo llamado Jürgen Sparwasser quiso tomar un lugar en la historia. Porque ahí lo llevó el gol que consiguió en la meta de Sepp Maier tras quebrar con un toque a Vogts. Un gol que lo convirtió en héroe nacional para el régimen de la RDA y que, paradójicamente, benefició en cierto modo a Alemania, que al ser segunda de grupo evitó en la segunda fase a la incontenible Holanda, a la que luego ganaría en la final, y también a un Brasil de entreguerras que, en cualquier caso, nunca es un rival deseado. Quizá por eso, cinco minutos después de que acabase la final, Sparwasser recibió un sucinto y anónimo telegrama del lado occidental: "Te damos las gracias. Toda Alemania te da las gracias".
Sparwasser no abandonó nunca el Magdeburgo, donde se retiró con sólo 31 años a causa de una lesión. Tuvo alguna oferta de la Bundesliga, se habló del Bayern, pero prefirió quedarse en el lado oriental con su familia hasta que en 1988 huyó a la RFA harto de las presiones del Partido Comunista.
El Mundial, queda dicho, lo ganó Alemania a una Holanda que en la memoria colectiva ha quedado como el mejor equipo del torneo. Pero la de la Naranja Mecánica de Cruyff fue sólo una victoria moral. La Mannschaft volvía a reinar a pesar de Sparwasser. O gracias a él.
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