Superior, fácil y a seguir
España derrota a Angola en un amistoso del que apenas se extrae que aún queda trecho para mejorar
Lo advertía el día anterior Juan Antonio Orenga: para competir con garantías en el Mundial a la selección le queda todavía un buen camino para estar lista. El campeón de África, Angola, muy digno en su inferioridad, apenas fue rival para exigir a fondo a los hombres de Orenga, que ayer aminoraron el habitual martillo pilón a partir de la segunda parte.
Del amistoso de ayer caben varias lecturas: de un lado, la mayor aportación del juego exterior en el juego -los 14 puntos de Llull y los nueve de Navarro fue una de las buenas noticias-; del otro, que a la selección le quedan bríos para correr, para explotar al contraataque, si la dejan, claro. En el debe de España cabe mencionar que las individualidades anularon al colectivo y que no se apreció la generación de juego desde el interior al exterior. (Ni casi lo contrario.) Fue un encuentro fácil, jugado en tercera marcha, un amistoso más para seguir creciendo, que es lo que reitera el combo español en su gira preparatoria por España. La meta es clara: el 30 de agosto en Granada.
A las dos mitades del encuentro les correspondieron dos caras distintas de la misma selección española: un partido serio en los dos primeros cuartos y un simulacro en la reanudación. Ya en los primeros compases pudo observarse la táctica de Angola. Con Pau e Ibaka de guardas de la zona y las manos de escoba de Ricky y Rudy -el balear está ya restablecido de su lesión del tobillo-, la renuncia a la penetración o al juego interior no podía ser sino una mera reacción natural.
Fruto de un inicio inspirado, tres triples consecutivos puso a los angoleños en ventaja por primera y única vez en el encuentro (8-9). Los españoles, por su lado, ensayaban tentativas de sprint a cargo de Ricky y Rudy, abortadas por unos jugadores angoleños que iban cargándose de personales. Los hombres de Orenga fueron sobreponiéndose a la incertidumbre inicial y, merced a la capacidad anotadora de Pau e Ibaka, los rebotes de Ricky (cinco sumaba ya en este primer cuarto) y la aparición de Llull, activaron al fin esa velocidad de crucero en la que, apenas sin sentirlo, aventajaba ya en ocho puntos a la finalización del primer cuarto (22-14).
Orenga movió el banquillo en el segundo cuarto. Se trata de otra de los propósitos del preparador: repartir los minutos entre los jugadores. Como es común, Felipe Reyes los aprovechó como siempre, como si cada jornada fuera su último partido. El menor de los Reyes, eficaz como pocos, puso en práctica sus especialidades: el rebote ofensivo, la provocación de faltas y la pausada suma de puntos en su casillero. Un caso similar sucedió con Claver en estos minutos. El jugador de Portland, con dos precisas penetraciones consecutivas, fue clave en el sosegado despegue de la selección ante una Angola que se aferraba a los triples para no alejarse irremediablemente en el luminoso. La intensidad defensiva española no le daba otra opción. Los angoleños, por su parte, se limitaban a frenar las rápidas transiciones españolas, más bien sus intentos, a expensas de infringir el reglamento una y otra vez. Tampoco había otra opción.
El comienzo del tercer cuarto coincidió con la pérdida de la tensión. No es que fuera un síncope, pues desde la grada parecía algo premeditado. Tampoco hay que forzar en el inicio. Y eso que la reanudación empezó con un triple de Pau, que elevaba la diferencia de puntos a la máxima del partido (48-28). Desde entonces, a la escasa tensión en defensa se sumó una concatenación de errores no forzados que hacían indicar el fin del partido. ¡15 minutos antes del reglamentario! Se producía el simulacro, sólo resuelto por las individualidades: el tino de Llull -máximo anotador en ese momento-, los triples de Navarro, la contundencia de Ibaka y, cómo no, la clase sideral de Pau, siempre Pau.
Al ralentí, el equipo español contemporizó y se empeñó en mantener la ventaja, que osciló hasta el final del encuentro entre los 10 y los 14 puntos. Angola, mientras, resistía con pundonor. España se imponía por pura inercia y el público disfrutaba de los tapones y los mates de Pau e Ibaka. Misión cumplida. Victoria fácil, sin lesionados y a seguir.
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