La medalla de sobrevivir

Por primera vez en la historia, un equipo de refugiados de guerra participará en los Juegos de Río

Algunos de los atletas sursudaneses del equipo de refugiados que participará en los Río, durante un entrenamiento en Nairobi.
Algunos de los atletas sursudaneses del equipo de refugiados que participará en los Río, durante un entrenamiento en Nairobi.
Desirée García (Efe) Nairobi

11 de julio 2016 - 05:02

Cuando Paulo Amotun Lokoro empezó a correr siendo un niño, nunca había oído hablar de los Juegos Olímpicos. Corría para proteger el ganado de los depredadores y escapar de los ataques en su aldea. Correr no era un deporte en Sudán del Sur.

Ocho meses después de calzarse unas zapatillas deportivas por primera vez, Paulo y otros cuatro sursudaneses se preparan en Kenia para hacer historia: formarán parte del primer equipo olímpico de refugiados.

Al amanecer, un rumor de pisadas recorre las brumosas colinas de Ngong, a las afueras de Nairobi. "Aquí hace fresco", dice Paulo tras haber corrido 15 kilómetros, "para calentar", junto a una decena de atletas a primera hora de la mañana. En el campo de refugiados de Kakuma, situado en el noroeste de Kenia y muy cerca de la frontera con Sudán del Sur, hacía mucho calor, recuerda en una entrevista en el centro de entrenamiento Tegla Louroupe, fundado por esta célebre maratonista keniana.

Desde pequeño, Paulo se había ocupado del escaso ganado que tenía su familia. Los animales pastaban en las llanuras que todavía entonces formaban parte de Sudán, y más allá de las cuales todo era ajeno y remoto.

La vida allí nunca fue idílica, pero se volvió extremadamente difícil cuando estalló el conflicto que dividió el país en dos con la independencia de Sudán del Sur (2011), y se hizo insostenible cuando este nuevo país cayó en una guerra civil que ya ha dejado a dos millones de personas sin hogar.

"Nuestro país no es bueno, la gente está luchando, el conflicto está por todas partes, por eso mi padre decidió llevarme a Kakuma", recuerda.

Vivir en ese campamento, que acoge a unos 180.000 refugiados de 20 países distintos, es fácil: "Consigues comida y agua gratis. La vida es muy buena, disfrutas, no es como en Sudán del Sur", argumenta. "Donde yo vivía podías estar incluso una semana sin comida, sin bebida. A veces ibas al bosque, comías algo de fruta, y volvías a casa. Siempre así".

Su madre y sus hermanas siguen en Kakuma, pero de su padre, que continúa en Sudán del Sur, hace más de un año que no sabe nada.

El pasado otoño, el equipo de Loroupe llegó al campo de refugiados para buscar promesas del atletismo. Organizaron varias carreras y Paulo quedó entre los tres mejores, así que se lo llevaron a Nairobi. Allí se entrena cada día para batir su marca, 1.500 metros en tres minutos y 58 segundos. Su compañera Lokonyen Rose Nathike, de 23 años, corre los 800 metros en dos minutos y 22 segundos.

Aunque a Rose y a Paulo les separan cerca de medio minuto del récord mundial en sus respectivas categorías, ya han llegado mucho más lejos que muchos de los deportistas que se encontrarán en Río. "Correr me ayudará a promover la paz en el mundo", afirma Rose.

Junto a los cinco corredores de media distancia que se entrenan a pocos kilómetros de la capital keniana, viajarán a Río dos nadadores sirios, dos judocas de la República Democrática del Congo y un maratonista de Etiopía.

Los diez deportistas convocados por el Comité Olímpico Internacional (COI) para integrar el equipo de refugiados darán una lección de resistencia y talento en bruto justo en el momento en que más gente está huyendo por el conflicto, cerca de 60 millones de personas en todo el mundo.

Rose, que ha dejado a sus cuatro hijos en Kakuma para dedicarse profesionalmente al atletismo, quiere llevar a Brasil el siguiente mensaje: "Los refugiados también pueden hacerlo tan bien como los demás, porque todos los seres humanos tenemos talentos".

Desarrollar las capacidades de estos atletas en potencia no siempre es sencillo: "Nos encontramos con un refugiado y, cuando llegan aquí, se tienen que convertir en atletas. Tienen que creer en ellos mismos si quieren avanzar", explica el director del centro de entrenamiento, Jackson Pkemoi.

Pero el objetivo en Río de Janeiro no es el oro, sino dejar claro que "los refugiados también son personas", añade Pkemoi.

Y no cualquier tipo de persona, sino de ésas que, tras toda una vida corriendo descalzo por caminos de tierra para sobrevivir a la guerra y al hambre, son capaces de hacer una marca olímpica.

Paulo quiere "batir todos los récords" en Brasil, pero sobre todo espera conocer a muchos deportistas y que su gente le vea "en televisión o Facebook". De momento, ya tiene una entrada en Wikipedia.

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