El órdago no es farol
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Al Valencia no le quedaba otra que apostar por un entrenador sin medias tintas, que dispara o sale disparado, y parece que Marcelino ha tocado los resortes para aspirar a lo que solía
La primera medida que tomó Mateo Alemany cuando arribó al Valencia fue llamar a Marcelino García Toral para que, a meses aún de que concluyera la pesadilla de temporada, fuera ya pergeñando la actual con tintes revolucionarios. Era el elegido para limpiar y ordenar ese vestuario que parecía el salón de un piso de erasmus un domingo por la mañana. El director general tenía claro que no cabían medianías. Contratar a uno de esos preparadores que mira a los ojos al jugador y le dice lo que piensa sin remilgos mientras abre su americana con disimulo para mostrar el látigo colgado del cinto. Cabía el riesgo de que el vestuario terminara de reventar hecho añicos, pero si salía cara, y no cruz, el Valencia podía volver a la senda de los aspirantes de verdad. Y en eso está. Había que lanzar un órdago, Alemany lo hizo y parece que su proyecto no va de farol.
El dato es rotundo. Categórico. Ha tardado el Valencia seis jornadas en sumar los mismos 12 puntos que contenía su zurrón... ¡en la jornada 14ª de la última Liga! Lo lógico, lo habitual, es lo actual. Lo anormal era lo que sucedía entonces. Lo que han logrado Alemany y Marcelino es, pues, darle una pátina de normalidad a un club con vocación incendiaria al que Peter Lim, desde la distancia, había vuelto a poner patas arriba.
El Valencia ha vuelto a poner los pies en el suelo y bien que los ha plantado: está empezando a ilusionar a los suyos evidenciando que los buenos equipos se construyen de atrás hacia delante. Marcelino siempre ha garantizado el orden y el equilibrio tácticos y en ello está. Ha implantado su dibujo predilecto, ese 4-4-2 que propició el histórico asalto del Recreativo de Huelva al Santiago Bernabéu en la Liga 2006-07, con Sinama-Pongolle y Uche como puntas de lanza y Viqueira y Cazorla surtiéndolos de balones para afiladas contras.
Rodrigo y Zaza fueron el pasado domingo los vértices en los que acababan esas vertiginosas salidas sobre el rápido prado de Anoeta. Ambos se complementan y finalizan mucho de lo bueno que gestiona el equipo más atrás. Es clave la entrada de Kondogbia como único pivote. El joven medio francés, que llamó la atención con sólo 19 años en el Sevilla, hace cinco temporadas ya, regresa a la Liga más maduro tras su paso por el Mónaco y el Inter y se ha convertido en una llave maestra para Marcelino. Su despliegue físico y criterio le permite mantener ese 4-4-2 con Parejo por dentro más Carlos Soler y Guedes más abiertos, pero también muy activos en el trabajo sin balón y en la gestación del juego. Un centro del campo poderoso, en definitiva, que es disciplinado en el repliegue para ejecutar los contragolpes como le gustan a su entrenador.
Ya evidenció el Valencia en el Bernabéu, donde empató y pudo ganar, que este año se ha reencontrado consigo mismo y que puede engolosinarse con esa cuarta plaza que esta temporada sí da pase directo a la siguiente Liga de Campeones. Alemany apostó fuerte: un entrenador que me termine de reventar esto... o que dome a la fiera. Y parece que el látigo es efectivo.
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