Fernando Faces
Perspectivas económicas: España 2025
Hay un rincón de España y de Andalucía donde a un puñado de viejos políticos la detención de Rodrigo Rato ha causado tristeza, profunda tristeza. Todos peinan ya canas porque echaron los dientes en política por las viejas carreteras de la provincia de Cádiz hace ya más de 30 años. Todos, antiguos militantes de la extinta Alianza Popular (AP), reconocían ayer que el jueves les costó conciliar el sueño después de ver las durísimas imágenes de todo un ex vicepresidente del Gobierno siendo detenido por los agentes de la Agencia Tributaria. Todos dicen que ni quieren ni pueden creerse todos los desmanes que la Fiscalía imputa a quien entonces, cuando la imberbe democracia daba sus primeros pasos, conocieron tan de cerca a ese chaval de apenas 32 años que mostraba en su currículum su licenciatura en Derecho por la Universidad Complutense y su máster en Administración de Empresas por la Universidad de Berkeley.
"Me niego a creer que haya caído tan bajo, con lo listo que era", maldice un histórico de aquella AP que vio en primera persona a principios de la década de los 80 cómo un tal Rodrigo Rato, un jovencito que Manuel Fraga había mandado a Cádiz con la misión de reorganizar un partido que no había aprendido a levantar la cabeza, se remangaba y al mando de un Ford Escort amarillo se pateaba de arriba a abajo una provincia compleja como pocas.
Otro antiguo compañero de andanzas de aquella derecha que aún veía muy lejano el centro democrático se explaya en su reflexión: "Jamás le faltó el dinero, jamás de los jamases. Y su familia también estaba forrada. Entonces, ¿qué habrá pasado? Pues, mire, no lo sé, pero nada me gustaría más que saber si todo ha sido como dicen o si realmente aquí hay gato encerrado y todo ha sido una trampa que le han tendido. Estoy hecho un lío pero la verdad es que yo no soy objetivo, que conste. Le he apreciado mucho y durante mucho tiempo, por su inteligencia y por su capacidad de trabajo. Y, pese a todo, aún lo sigo apreciando, de verdad que sí".
Los viejos dirigentes del PP de Cádiz que hablan de Rato prefieren preservar su anonimato. Unos creen que ya no son importantes en el partido, otros no quieren meter la pata hablando de cosas que desconocen y que siguen además desde muchos kilómetros de distancia. Pero la verdad es que, por lo general, para los amigos y compañeros que Rato dejó en Cádiz ayer era el día de digerir en silencio su decepción, esa bofetada de realidad que les habían dado las imágenes de televisión apenas unas horas antes.
Pero si se habla de Rato y de su relación con Cádiz siempre tiene que salir de inmediato el nombre de una persona con la que ha tenido -y aún sigue teniendo- una relación muy, pero que muy estrecha. Y esa es Teófila Martínez.
Entre ambos, y entre sus respectivas familias, surgió una amistad inquebrantable que nació a mediados de la década de los 80, cuando Rato había cambiado su primera residencia provisional del hotel Atlántico de Cádiz por el hotel Puerto Bahía, propiedad de Santiago Cobo, marido de Teófila Martínez, y ubicado en El Puerto de Santa María, localidad donde la política cántabra ya era delegada municipal de Urbanismo. Y en 1989 Rato le dio a Teófila el testigo de la cabecera de la candidatura de su partido por Cádiz al Congreso de los Diputados, la misma que él había ocupado en las generales de 1982 y 1986; y luego fue ministro de Hacienda y hasta vicepresidente del Gobierno; y luego rubricó un trato especial del Estado a la capital gaditana, que hoy se mantiene por ley, argumentada por su insularidad; y hasta fue invitado, y acudió, a la boda del hijo de la alcaldesa de Cádiz; y siempre fue a esta capital andaluza y a esta provincia cada vez que se le requería en cualquier campaña electoral, incluso cuando ya no era ministro.
Por eso decir Rato y Cádiz es decir también Teófila Martínez. Y eso lo sabe hasta la propia alcaldesa, que jamás ha escondido la fuerza de una amistad que le llevó incluso a visitar a Rato en su domicilio de Madrid a finales de octubre del año pasado, para escucharle, para animarle.
Puede que debido a todo esto, cuando ayer era preguntada por los periodistas sobre la detención del ex vicepresidente del Gobierno, Teófila Martínez optó por no guardar silencio. Lo podía haber hecho, como tantos compañeros de su partido, pero ella, que suma ya 20 años siendo la indiscutible referencia del PP en la provincia de Cádiz, tenía que decir algo. Y lo hizo. Sin salirse del tiesto, pero con firmeza.
Porque, aunque la secretaria general de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, criticara posteriormente a la alcaldesa de Cádiz con un hiriente "dime con quién te juntas y te diré quién eres", la verdad es que Teófila Martínez no hizo ayer una defensa a ultranza de su amigo Rodrigo. Lo que sí hizo fue defender el derecho universal a la presunción de inocencia. Por eso pidió para el ex vicepresidente del Gobierno "la misma presunción de inocencia que otros partidos -en clara alusión al PSOE- exigen para otros políticos que sí siguen en activo y que no han dimitido de sus cargos", entre los que citó a dirigentes socialistas como Manuel Chaves, José Antonio Griñán o Gaspar Zarrías.
Y luego tiró de manual para decir, por ejemplo, que espera que Rato "pueda explicar los hechos por los que está siendo investigado", añadiendo incluso que él "ya no milita en el PP y no tiene actividad política desde hace más de diez años". Eso sí, no pudo evitar reconocer su "tristeza y sorpresa" por la detención del jueves que, apostilló, es "lo único" que conoce sobre los asuntos por los que está siendo investigado. Y también reclamó agilidad en las investigaciones judiciales: "Todo debe aclararse lo más rápido posible porque está en juego el honor de las personas", apostilló.
Ayer en muchos foros políticos el debate se centraba en si la detención de Rodrigo Rato influirá o no en los intereses del PP de cara a las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo y, sobre todo, de cara a las elecciones generales que se celebrarán a finales de año. Pero en un rincón de España y de Andalucía llamado Cádiz, un grupo de antiguos políticos de la vieja AP no está para esos menesteres. La preocupación que les amarga la existencia es otra. Porque está en juego la inocencia de un amigo, que es más importante. Y aunque los indicios son los que son, y aunque las imágenes de esa detención se les quedarán para siempre en la retina, ellos ni quieren, ni pueden creérselo. Por ahora.
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