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Rajoy o Bruselas: ¿quién dirigirá la economía de España?

Para justificar sus ajustes, el nuevo Gobierno multiplica las alusiones a "socios internacionales", a los que también llama "otros", lo que dispara las especulaciones.

Rajoy anunciará "a la noche" la estructura de su nuevo Gobierno
Fernando Heller (Dpa)

03 de enero 2012 - 19:17

El nuevo Gobierno de Mariano Rajoy promete sin cesar que cumplirá con las exigencias de la Unión Europea (UE) y asegura que, de lo contrario, se obligaría desde fuera al país a acometer los dolorosos ajustes en materia de disciplina fiscal: ¿estará tutelada la economía española en 2012?

Mientras España lucha para rebajar el déficit público, que inesperadamente ha escalado hasta el 8% del PIB -el límite para la UE es del tres por ciento-, se multiplican los mensajes del Gobierno destinados sobre todo a los "socios internacionales" de España, en un denodado intento para convencerles de la voluntad de apretarse el cinturón. Cristobal Montoro, titular de Hacienda, fue claro en relación a los recortes previstos para ahorrar al menos 36.000 millones de euros: "España demostrará a los socios europeos e internacionales que hay un gobierno con iniciativa y capaz de tomar decisiones". Su compañero en el Ejecutivo, el ministro de Economía, Luis de Guindos, agregaba que si no se tomaban esas durísimas medidas, "otros" se las impondrían a España.

¿Quiénes son esos otros a los que se refería De Guindos? Tienen nombre y apellido: Comisión Europea (o Bruselas) y Fondo Monetario Internacional (FMI). Ambas instituciones, a las que se ha sumado el Banco Central Europeo (BCE) en la temida troika del ajuste, tienen tuteladas a las economías de Grecia, Irlanda y Portugal, los tres socios de la eurozona rescatados, y a Italia, a la que realizan un estrecho marcaje. España no quiere seguir la misma estela del trío de países del euro bajo presión de Bruselas y del FMI: Madrid ha desplegado una "agenda reformista muy agresiva", según Montoro, para evitar entrar en el mismo paquete de incumplidores o de socios de segunda clase.

Desde que los líderes de la UE aprobaron en la última cumbre europea de Bruselas, sin el Reino Unido, el pacto fiscal que debería prevenir nuevas crisis de deuda, dotando a la Comisión de los 27 de amplios poderes fiscalizadores sobre los borradores de presupuestos nacionales, de boca de políticos y comentaristas en Lisboa, Madrid, Atenas, Roma o Dublín se escucha con cada vez mayor temor la palabra Bruselas.

Tal como querían la canciller germana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, Europa se someterá a la disciplina fiscal del eje franco-alemán. Los socios cederán progresivamente más cuotas de soberanía económica (y fiscal) a Bruselas: todo con tal de evitar nuevas desviaciones. De hecho, el delicado asunto de la cesión de soberanía fiscal a Bruselas ha sido el principal obstáculo por el cual el premier británico, David Cameron, se negó a que Londres, que no participa en el euro, se sumara al pacto fiscal aprobado en la cumbre de la UE de principios de diciembre pasado. El propio Sarkozy intentaba explicar el último acuerdo de Bruselas a sus compatriotas: "No vamos a delegar en otros nuestra soberanía económica. Se tratará de un ejercicio compartido de la soberanía por parte de gobiernos elegidos democráticamente", afirmaba.

Junto a la regla de oro, fijada a fuego en las diferentes Cartas Magnas de los socios, que establece un techo del 0,5% del PIB de déficit estructural con el objetivo de alcanzar el equilibrio presupuestario, el futuro Tratado de la austeridad, que deberá estar listo en marzo próximo, se convertirá en 2012 en manual de obligado cumplimiento.

Las profundas asimetrías políticas que han aflorado en la UE desde que estalló la crisis de deuda en Grecia han puesto de manifiesto las carencias del bloque comunitario para afrontar en solitario la situación. El hecho de que el presidente estadounidense, Barack Obama, haya pedido en varias ocasiones a Europa acciones contundentes contra la crisis de deuda y que su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, estuviera presente en varias reuniones del Eurogrupo son otra muestra tangible de la incapacidad europea para salir del túnel por sus propias fuerzas.

La última aportación europea de 150.000 millones de euros al FMI, para reforzar el cortafuegos ante nuevas crisis de deuda, junto a la presencia casi constante de la directora de esa institución multilateral, Christine Lagarde, en las reuniones de Bruselas, son signos claros de la cada vez mayor dependencia europea de otras muletas externas para salir del túnel.

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