Tras un buen año en lo macroeconómico, en 2025 hará falta mucho más
Análisis
Se cierra 2024 con optimismo macroeconómico para España. Con halagos en rankings internacionales, como el del semanario británico The Economist, que colocaba a nuestro país en el número 1 por desempeño económico en este año que acaba, por delante incluso de Estados Unidos. Los buenos datos se ratificaron esta semana cuando conocimos que el PIB había crecido otro 0,8 por cien en el tercer trimestre, con una tasa interanual del 3,3 por cien, por encima de los ya de por sí positivos pronósticos. Como luego veremos, no es oro todo lo que reluce, pero es buena noticia destacar de este modo a escala internacional. Mejor el brillo que estar a la cola como ocurrió en 2011y 2012, en pleno tsunami económico y financiero de España.
Es sorprendente que se logre un desempeño tan bien valorado en un año sin presupuestos públicos, sin una política económica firme y clara, o, lo que es incluso peor, sin un debate económico suficiente, profundo y serio en la política española sobre los numerosos desafíos a los que nos tenemos que enfrentar, con insuficiencias estructurales muy preocupantes. Dando patadas adelante a persistentes problemas como la sostenibilidad de las pensiones públicas o la accesibilidad a la vivienda. Se dirá que algo se ha hecho respecto a la vivienda este último año. Cierto que se le ha dado mayor visibilidad al problema pero aún estamos lejos de tener una batería eficaz de medidas, como la aprobación de la Ley del Suelo, estímulo a la promoción y construcción de viviendas públicas y privadas tanto para adquisición como para alquiler y otras acciones decididas de las Administraciones Públicas, sin olvidar que son las Comunidades Autónomas las que tienen las principales competencias en vivienda. Sin embargo, la gravedad de la situación en el mercado de la vivienda puede ser un cuello de botella importante, sobre todo para seguir atrayendo capital humano. Este es, sin duda, uno de los vientos de cola de nuestra economía al igual que nuestro mix energético más barato, el elevado gasto público, la especialización en servicios turísticos. También van bien los no turísticos y el impacto de los fondos Next Generation EU, entre otros. Debe haber ayudado y mucho, al parecer, la política monetaria, con la bajada de tipos de 2024. Sin embargo, los numerosos interrogantes de la UE, que se encuentra en una gran encrucijada, pueden ser un freno al buen desempeño macroeconómico de nuestro país.
En 2024, un desastre como la dana, en particular en la provincia de Valencia, ha supuesto una tragedia humana casi sin precedentes en nuestro país, pero además un desastre económico en una zona de actividad industrial y logística. El impacto más negativo ha acontecido en el stock de capital, en viviendas, polígonos industriales y vehículos. La renta -un variable flujo- se ha visto afectada en este último trimestre pero algunos datos -como el uso de las tarjetas de pago en la zona afectada- apuntan a una cierta recuperación en las últimas semanas. Conforme se avance en la reconstrucción, los indicadores de renta repuntarán con las inversiones aparejadas. Es importante que se haga de modo continuado y eficiente, para cubrir las muchas necesidades y reducir la tensión social aún existente en la zona, además de avanzar en la recuperación de ese capital que se ha perdido y que lleve al mínimo cierre posible de actividades económicas. En todo caso, los efectos económicos de la dana y la reconstrucción seguirán siendo nexo de unión de 2024 y 2025. Si las administraciones se centran más en soluciones que en disputas políticas, el próximo año se debería hablar de las abundantes inversiones en la zona para ir superando la tragedia.
El año que entra este miércoles próximo parece que tendrá continuidad en lo macroeconómico para España. Las previsiones apuntan a un menor crecimiento, aunque por encima de la mayoría de los países occidentales. Funcas pronostica actualmente un crecimiento del 2,1 por cien en 2025. Se vuelve a tener bastante incertidumbre sobre si se aprobarán nuevos presupuestos. Difícil hoy por hoy. Sin ellos, la agenda política nacional se complicaría, con repercusiones negativas para la economía. No obstante, algunos de los vientos de cola van a permanecer, aunque con matices. La menor fortaleza económica de nuestros socios de la UE puede terminar aminorando nuestro buen comportamiento en el comercio exterior. Asimismo, el gasto público no podrá mantener su actual papel impulsor, con la vigilancia de la Comisión Europea. La falta de vivienda y el retraso en acometer un aumento significativo en su oferta puede torpedear la llegada de capital humano del exterior si no pueden encontrar dónde residir. También hay incógnitas con la nueva administración Trump, con el aumento de aranceles a la cabeza. Las diferentes hojas de ruta en el BCE y la Reserva Federal de Estados Unidos -que apunta a menos reducciones de tipos al otro lado del Atlántico- pueden mermar parte del impulso de la fuerte reducción del precio oficial del dinero en la zona euro.
Por último, la bonanza macroeconómica de 2024 no se percibe por parte del gran público. Según Funcas, solo uno de cada cinco españoles cree que 2024 ha sido un buen año para España en el terreno económico. Por tanto, no hay recuperación real si no se siente por parte de la gran mayoría, fundamentalmente por la pérdida de poder adquisitivo y algunos problemas estructurales persistentes como la falta de acceso a vivienda asequible, que puede complicarse aún más con las subidas de precios inmobiliarios en 2025 tras la disminución de los costes hipotecarios. No es la única dificultad estructural. Con la subida de las pensiones públicas de los últimos años, que obstaculizan aún más su sostenibilidad, no ha habido apenas margen de maniobra para otras políticas, algunas de ellas importantes para las nuevas generaciones. Si en 2025, esta percepción no mejora entre los españoles, será muy difícil continuar hablando de bonanza económica real, por mucho que The Economist nos coloque en buen lugar.
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