La economía africana y nuestro problema de inmigración
Análisis
Encaramos la inmigración sin tener suficientemente en cuenta sus causas, los desequilibrios económicos y las guerras, que lleva a esta decisión desesperada; en 2023 fueron 55.000 inmigrantes, que pueden ser 40.000 en 2024, y 5.000 que murieron intentándolo. La inmigración principal viene a España de África, por Canarias, Ceuta y Melilla, o el Mediterráneo, y aunque la zona principal de origen es el Oeste de África, ésta a su vez recibe unos 5 millones de personas, el 17% de los movimientos internos de población africanos, que son unos 30 millones, de los cuales algo menos de la mitad intenta ir fuera de África, lo que da idea del potencial de gente que tiene en mente emigrar. En este contexto complicado por conflictos, inseguridad alimentaria y desplazamientos, la OMS clasifica el brote de viruela MPox como una emergencia global de salud; el MPox es una variante muy infecciosa que se transmite con relativa facilidad entre las personas, y aunque no se sabe con exactitud su gravedad, no cabe duda de que añadirá un problema más a las migraciones, de aquí el interés en profundizar en sus causas.
Del informe de la Brookings, Foresight Africa, Top priorities for the continent in 2024, editado por Aloysius Uche Ordu, con 80 colaboradores, sintetizo las ideas principales en torno a siete cuestiones. La primera es la financiación, y del concepto de finanzas sostenibles surge la oportunidad de industrias de energías nuevas, o una nueva agricultura, sin tener que depender tanto de la explotación de recursos naturales y la volatilidad de sus mercados financieros; con estas industrias puede recuperarse el crecimiento, por ejemplo, de la zona subsahariana por encima del 4% en los próximos cinco años. Hay fondos de inversión que aportan financiación, y en Europa destacan Noruega, Alemania, Francia y Reino Unido, así como el Banco Europeo de Inversiones, que preside Nadia Calviño, nuestra brillante ex ministra de Economía. Las subidas de tipos de interés desde 2022 impactan en la deuda de los países africanos, por lo que es deseable mantener entre el 2% y el 3% de déficit público, con una buena política de inversiones, y también fiscalidad robusta, evitando los cantos de sirena de discriminar a favor de extranjeros y no gravar a los que más tienen.
Una segunda prioridad es la lucha contra el cambio climático, invertir en salud, seguridad alimentaria, ciudades limpias, y aprovechar el aumento de productividad y empleo que estas inversiones generan.
La debilidad empresarial –es el tercer aspecto– se ve en el ejemplo de un país tan importante como Nigeria, donde la percepción de los empresarios es negativa en cuanto a oportunidades, mano de obra preparada, entorno de negocio, y sólo es positiva ante innovación. El papel de los jóvenes empresarios es difícil, lo intentan con tecnologías digitales, música, nueva agricultura, modas y renovables, pero la educación es un lastre, y las infraestructuras, con problemas tan elementales como el suministro eléctrico, de manera que innovación y patentes se concentran en Sudáfrica y unos pocos países. Las manufacturas que generan empleo crecen, pero por volumen, y en Ghana, por ejemplo, si la participación de las manufacturas en la producción pasa al 16%, la productividad se queda en el 10%.
Un cuarto punto es el comercio, más allá de las exportaciones de petróleo, gas, y minería de cobalto, níquel, cobre, manganeso o grafito, y considerando el comercio interior y exterior; Sudáfrica, Egipto, Nigeria, Djibouti, Senegal, Ghana, Kenia, con saldo comercial positivo dentro de África, tienen otros problemas como el precio de los alimentos que sube en tasa anual del 40% en Nigeria y 20% en Ghana, aunque no en Kenia, gracias a políticas de seguridad alimenticia. Con una población que crece de 850 a 1.425 millones en 20 años, la participación de África en el comercio global cae del 4% al entorno del 2%, y con ello la generación interna de empleo.
Los autores del informe plantean, en quinto lugar, las posibilidades de la economía digital para los negocios, como herramienta para facilitar empleos, mejorar la agricultura, y para la educación, la administración pública y la fiscalidad, favoreciendo pagos con teléfono, donde las cuentas pasan en diez años de la nada al 50% de la población, dando algo de formalidad a una economía informal de explotación y miseria, aunque de nuevo aquí hay limitaciones, como la baja velocidad de la banda ancha que se aprecia en una muestra de ciudades.
Un sexto punto son los problemas de género y el precario papel de la mujer en la sociedad y la economía, sobre todo en la región subsahariana, con escasa presencia en la enseñanza; algunos casos de mujeres que destacan son anecdóticos y a veces negativos, como ocurre con la influyente Brenda Biya, que al ser hija del presidente de Camerún puede hacer pública su homosexualidad, lo que no quita que en el país se persiga con dureza; hace poco le decían por internet: “Tú luchas por triunfar en el rap, y nosotros por tener agua y electricidad… Pasas los días en hoteles de lujo, y nosotros en el infierno que tu padre ha creado en Camerún”.
El infierno de los conflictos es el último punto, y el más importante, y de él destacamos dos ideas; hay datos, que van del 39% al 49% de personas, en Mali, Sudáfrica, Angola, Mozambique, o Lesoto, que dicen han dejado de creer en la democracia, y un número creciente de jóvenes que no votan, y de ahí el aumento de los que cada vez muestran menos aversión a la intervención militar. La otra idea es que los golpes de estado cuentan con la benevolencia del conservadurismo europeo, de China, que se sabe va a mantener buenas relaciones con quién esté en el poder, Rusia, que enreda en todos los conflictos, como el gravísimo actual de Níger, y el islamismo extremista que poco a poco se apodera de Mali.
La mayoría de las propuestas que oímos con relación a la inmigración son o voluntaristas en el sentido de acoger sin más a los que vienen, lo que no se corresponde con la magnitud del problema; o represivas, que tienen poco sentido, pues no hay puertas que resistan el empuje de tantos millones de gentes desesperadas. El panorama descrito, que no es sino un flash, puede parecer desolador, pero sólo con una colaboración persistente, suficiente y coordinada para enmendar estas tendencias torcidas, comenzará a paliarse el problema, ajeno y nuestro, de la inmigración.
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