La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el listón de la vergüenza?
Están siendo noticiosos tres proyectos de importancia en Huelva, promovidos por dos empresas de larga trayectoria y arraigo local: Atlantic Copper y Fertiberia. La fundidora y refinadora de cobre ha proyectado una planta de recuperación de metales contenidos en residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, con una capacidad de proceso de 60.000 toneladas anuales. Estos residuos, cuando están debidamente almacenados una vez fuera de uso, no significan un peligro para el medio ambiente. Sin embargo, este almacenamiento, en el caso de que se pudiera asegurar, significaría un desperdicio de materias primas valiosas, en algunos casos escasas e incluso consideradas críticas en la Unión Europea. Entre los metales recuperables se encuentran plata, platino, paladio, oro, cobre. níquel, cinc o estaño.
La inversión anunciada para este proyecto, denominado CirCular, asciende a 262 millones de euros. El proceso es bastante complejo y sólo tiene sentido económico si al menos se alcanza la dimensión mínima eficiente para una planta de esta naturaleza. Es un disparate pensar que la recuperación de materiales contenidos en dispositivos eléctricos y electrónicos puede ser realizado a la escala de la generación provincial o regional de estos residuos. Esta dimensión haría imposible la rentabilidad de una planta, ni siquiera la necesaria para amortizar la inversión. Quizá algunos, seguramente mal informados, piensen que la economía circular consiste en que los productos se diseñen pensando en su reparación, que haya suministro de repuestos durante un largo período, y que reutilicemos con más frecuencia. En parte lo es, desde luego; pero es fácil de lograr, al igual que lo es la refundición de metales. Lo difícil es recuperar materias primas tal como se prevé en este proyecto onubense, muy acertadamente calificado como estratégico por la Junta de Andalucía.
Sólo a unos kilómetros de la capital, en la planta de Fertiberia en Palos, una importantísima productora de amoníaco, urea y del aditivo AdBlue, se ha previsto un gran proyecto de utilización de hidrógeno verde, que reemplazará parcialmente la utilización de gas natural (CH4) como materia prima. Como es sabido, ese calificativo se aplica al hidrógeno producido mediante electrolisis de agua empleando electricidad generada de forma renovable. El socio en el proyecto es Iberdrola, que suministrará la energía eléctrica, y conjuntamente realizarán un primer proyecto, de menor escala, asociado a la planta de Fertiberia en Puertollano (Ciudad Real). No es posible la sustitución completa del gas natural por varias razones, pero ello no es razón para criticar el proyecto, tal como algunos han manifestado. Por el contrario, supone un paso enormemente significativo dentro de la “Hoja de ruta hacia el hidrógeno verde” que ha establecido el Gobierno de España, en el marco de su homónima europea. Hemos de tener muy en cuenta que esta forma de producción de hidrógeno es todavía mucho más cara que el obtenido de forma convencional; entre otras cosas por la energía que requiere y porque los equipos electrolizadores todavía tienen un coste de adquisición elevado, que se irá reduciendo paulatinamente. Y hay otro factor de importancia en este proyecto: permitirá ampliar los destinos del amoníaco, bien como medio eficiente de almacenamiento y transporte del hidrógeno -el amoníaco es NH3- o bien en su posible utilización como combustible para buques.
Estos dos proyectos significan que algunos de los objetivos incorporados en la agenda política europea pueden hacerse realidad en Huelva. Ambos requieren el empleo de tecnologías que no son completamente maduras –lo que implica que motivarán progreso tecnológico–, ambos requieren una inversión muy importante y ninguno de los dos es un proyecto de alta rentabilidad inmediata. Todas estas razones, y al margen de la creación de empleo, son las que hacen que merezcan el apoyo público.
Coincidiendo en el tiempo con el anuncio de estos proyectos, sabemos que está ya próximo el inicio de la restauración de las balsas de fosfoyesos. Esta restauración ha sido reclamada desde hace mucho tiempo, habida cuenta de la imposibilidad –y de la absurdez- de trasladarlos a otro lugar. La técnica de almacenamiento y de contención empleada en las actuales balsas ya responde a la mejor tecnología disponible –esto es constatable– pero se ha hecho necesario recuperar ese espacio. El nuevo proyecto se ha diseñado tras haber sido estudiadas más de 50 restauraciones en el mundo y ha sido aprobado por el ministerio competente. Afortunadamente, el nuevo accionista de Fertiberia, Triton Partners, cuenta con los recursos, el empuje y la capacidad para hacer realidad una aspiración ciudadana largamente esperada. Y merece reconocimiento que se haya hecho cargo de un pasivo ambiental cuyo remedio exige una inversión importante.
No hay que salir de Huelva para comprobar cómo esta restauración es perfectamente posible, ya que antiguas balsas han sido restauradas con técnicas bastante más limitadas que las que se emplearán ahora. Ignoro cuál será el uso de ese espacio en el futuro, quizá un parque público de gran extensión, pero sí sé que en su momento la deposición de fosfoyesos, frente a la alternativa más económica de verterlos en el mar, no sólo fue aceptada sino alabada: la marisma era un foco de enfermedades y había que “matarla”, en palabras de onubenses de entonces, lo que demuestra, una vez más, que no podemos juzgar el pasado con los valores y las preferencias del presente.
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