"...que se ha muerto el que dio trabajo a millones de personas"
Los vecinos reciben con absoluto respeto a la familia Ruiz-Mateos y demás asistentes al funeral Apenas hubo representación institucional, de empresarios y bodegueros
No fueron millones, sino entre 60.000 y 65.000 los empleados con los que contaba Rumasa en el momento de su disolución. Tampoco eran millones ni conocidos, salvo raras excepciones, los que ayer se congregaron en la iglesia mayor parroquial de Nuestra Señora de la O de Rota para darle el último adiós al controvertido empresario, pero sí podía haber unos 300 en el interior del templo y la mitad en el exterior. Ayer, curiosamente, se cumplían nueve años del nombramiento de José María Ruiz-Mateos como Hijo Predilecto de la villa.
-"Qué pasa hoy que hay tanta gente".
-"Que se ha muerto Ruiz-Mateos, el que dio trabajo a millones de españoles y al que Felipe González se lo quitó todo para repartírselo con sus amigos. Por eso se volvió loco". Calles abajo de la plaza de Bartolomé Pérez, un hombre sentado en una casapuerta que repasa en el periódico el obituario de Ruiz-Mateos explica a una mujer de avanzada edad la causa de la afluencia de gente en las inmediaciones de la plaza Bartolomé Pérez, la principal de la Villa de Rota cercada por el Castillo de Luna y la iglesia de Nuestra Señora de la O.
En el imaginario popular, sobre todo en las personas de cierta edad -claro que sin contar con los afectados de los pagarés de Nueva Rumasa-, Ruiz-Mateos reza como un buen hombre, muy religioso y que se desvivía por sus paisanos de Rota, su ciudad natal, y de Jerez, donde forjó su imperio a partir del negocio bodeguero. No en vano, medio Jerez quería meter la cabeza en Rumasa o que sus hijos trabajaran en el emporio de los Ruiz-Mateos, y hay abundante documentación gráfica, como la manifestación años después de la expropiación en la que fue llevado a hombros entre una muchedumbre de jerezanos, que así lo atestigua. Si a esto se añade una dosis de la exageración propia de la tierra, el resultado es el hombre "que dio trabajo a millones de personas".
Eran otros tiempos, en los que la familia atesoró una gran fortuna que convirtió a Ruiz-Mateos en el hombre más rico de España. Ahora, con un reguero de pleitos a sus espaldas, multitud de rencillas familiares y sospechas de que poco queda de aquella fortuna, pocos se atreven a dar la cara, salvo algunos fieles ex trabajadores de Rumasa, que le siguen profesando devoción.
En el interior del templo, desde casi una hora antes de la señalada para el inicio de la ceremonia, a las 13.30 horas, los miembros de la amplia familia Ruiz-Mateos, encabezados por su viuda Teresa Rivero, toman posiciones en las primeras bancadas. Le acompañan once de sus trece hijos -los menores, Javier y Álvaro, cumplen condena en la prisión de Navalcarnero y no asistieron al sepelio- y sus 58 nietos -es imposible precisar si estaban todos-, arropados, fundamentalmente, por los hijos políticos del empresario, amigos y otros allegados.
Hay pocas caras conocidas ajenas a la familia, entre ellas Manuel Cambas, ex alto directivo de Rumasa; el empresario agrícola y fundador de la CEOE, José Bohórquez Mora-Figueroa; el abogado jerezano Juan Pedro Cosano -que aún le lleva algunos asuntos a los Ruiz-Mateos-; el ex presidente de la hermandad de las Tres Caídas, Juan Mier Terán; los ex alcaldes de Rota Felipe Benítez Ruiz-Mateos (PP) -hombre fuerte de Ruiz-Mateos en la Villa-, Lorenzo Sánchez (Roteños Unidos) y Eva Corrales (PP); y algunos ediles de la anterior Corporación local. Poco más. Apenas hubo presencia de representantes del sector bodeguero al que estuvo tan vinculado el empresario y de representantes institucionales en activo.
En el exterior del templo se agolpa el centenar y medio de vecinos, mezclados con algunos veraneantes y turistas. Les pica la curiosidad, pero apenas son capaces de identificar a algunos miembros de la familia del finado, como dejan constancia dos mujeres en una singular disputa por ver quien reconocía a más Ruiz-Mateos. "Yo he visto a seis", dijo la primera, a la que la segunda replicó "pues yo he contado al menos ocho, pero no estoy muy segura porque son todos iguales".
El juego, y el espectáculo para los demás, se acaba a la llegada del coche fúnebre, pasada la una de la tarde, y recibido con absoluto respeto y silencio por todos los asistentes. Los cuatros hijos varones presentes, Zoilo, José María, Alfonso y Pablo, son los encargados de introducir el féretro con los restos mortales de su progenitor.
Lo llevan con gran entereza. El dolor se lleva por dentro. Quien no puede resistir la emoción es un hombre de avanzada edad apostado a las puertas de la parroquia. Se trata de Francisco Bermejo, chófer de la familia durante tres décadas que recibe el consuelo de Alfonso Ruiz-Mateos, hermano del difunto, fundiéndose con él en un sentido abrazo.
Bermejo trabajó con "Don José María" en la época de las bodegas, y cuando se fue a Madrid, también le prestaba servicio cuando se trasladaba a Jerez en Navidad y en Semana Santa. "Siempre se portó muy bien conmigo, no puedo tener ninguna queja del trato que me dispensó y he sentido mucho su muerte. Le estaré agradecido toda mi vida", comenta entre sollozos Bermejo, quien se lamenta de no haber podido dar el pésame a la viuda ni a los hijos, a los que no logra reconocer por sus problemas de vista.
A la entrada del templo, el séquito se detiene unos instantes, mientras el párroco de Nuestra Señora de la O pronuncia unas palabras de consuelo.
Mientras tañen las campanas, poco a poco se despeja la plaza, en la que al término del funeral, apenas quedan unas decenas de personas. El. féretro, esta vez cargado a hombros por algunos de sus nietos, es recibido con tímidos aplausos por los que aún aguardan su salida. Mientras la viuda y los hijos reciben el pésame a pie del altar de la iglesia, los nietos dirigen sus pasos con los restos mortales de Ruiz-Mateos hacia el columbario, costeado en su día por el fundador de Nueva Rumasa y en el que se encuentra la cripta en la que están enterrados Zoilo Ruiz-Mateos y Encarnación Jiménez de Tejada, padres del empresario.
El aplauso también es tímido, aunque algo más intenso a su entrada en el columbario, por el que minutos después pasaron Teresa Rivero, sus hijos, nietos y demás familiares para dar el último adiós al patriarca del clan.
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