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"Conocemos una tercera parte de la obra de Lorca"

Pedro Ingelmo

05 de octubre 2012 - 01:00

-No tiene 40 años y ya ha publicado más de 40 libros. Qué prolífico.

-Empecé pronto. Conocí joven a gente que me influyó mucho como Alberti, Pepe Hierro, Quiñones...

-García Márquez le ha echado algún piropo.

-Él decía que no se hubiera atrevido a escribir Cien años de soledad sin leer a Góngora y a Quevedo y elogió de mi novela La coartada de Antinoo que un autor joven no se avergonzara de la tradición española.

-¿Por qué iba a avergonzarse?

-La tendencia de la novela española era la imitación de la generación X americana y yo ahí me pierdo.

-¿No le gustan los americanos?

-Sí, los que escriben como los europeos. Me gusta Scott Fitzgerald.

-¿A que no sabe quién trajo a Rubén Darío a España?

-Ja, ja... Manuel Francisco Reina.

-¿Usted?

-Era un tío abuelo mío, cordobés, de Puente Genil, un hombre muy interesado por las nuevas corrientes de finales del XIX. Vivía en una casa art nouveau y él era muy Byron, de esa modernidad de los 20 tan bohemia y canalla que es puente con la generación del 27. Viajó por Europa y en París oyó hablar de aquel poeta maravilloso.

-¿Qué tal se llevó con él?

-Hay varios poemas de Rubén Darío hablando de Manuel Reina, elogiándolo.

-Es hijo de torero.

-El Estudiante.

-Eso marca.

-La liturgia, conocer ese mundo en vías de extinción, el mito minoico... Sí, claro que marca. Subyugó a Alberti y a Lorca. Pero también conozco las actitudes inmovilistas y machistas que, de otro modo, me marcaron y me convirtieron en un joven rebelde.

-¿Quién es Juan Ramírez de Lucas?

-Un caballero y un descubrimiento. Es una investigación de más de dos años que ha terminado en un libro, Los amores oscuros. Juan Ramírez de Lucas fue el último amor de Federico.

-Usted le conoció.

-Escribía de arquitectura en Abc y yo de literatura. Lo conocí puntualmente. Guardó silencio 75 años y, al final de su vida, quiso que esa historia apasionante viera la luz. La prueba es la carta que le envía Lorca el 18 de julio de 1936, día de San Federico, y que revela la relación que había entre ellos y que Juan guardó hasta su muerte.

-¿Amor o amante?

-Tiempo antes de que estallara el conflicto los amigos de Lorca tratan de convencerle de que abandone España, que se vaya a Estados Unidos ¿Por qué no lo hace? Porque estaba perdidamente enamorado. Es una actitud lorquiana, apasionada. Está en toda su obra.

-Una gran historia de amor para ser novelada.

-Irresistible. Suponía sumergirse en una época absorbente. Aún hoy hay gente a la que le pone nervioso hablar de Federico. Hay heridas sin cerrar.

-Ya se ve. Fíjese la que se montó con la exhumación.

-Tengo sentimientos encontrados. Entiendo el parecer de la familia, pero, al mismo tiempo, creo en una memoria histórica en su matiz latino, sin intereses políticos. Además, que los asesinos disfruten de panteones y que nuestro escritor más grande desde Cervantes descanse en una cuneta como un perro ya merecería todos los esfuerzos para hallar sus restos.

-¿Queda algo por contar de Lorca?

-Me dijo Ian Gibson una vez que Federico te atrapa en sus redes y no te suelta. De Federico quedan muchas cosas por contar y, sobre todo, que él nos cuente. Hay obras suyas que no han aparecido. En cartas escribe sobre trabajos que no han aparecido. Creo que de sus poemas sólo conocemos una tercera parte.

-¿Dónde pueden estar?

-Su legado se dispersó. Aparecerán. Tarde o temprano aparecerán.

-En otros trabajos hila usted la trayectoria de Lorca con la copla.

-Es que Rafael de León, el autor de Ojos verdes, es el poeta no reconocido del 27. Miguel de Molina, no ocultando su condición sexual, era un símbolo de rebeldía.

-Atacado a derecha e izquierda por mariconcete.

-Sí, el cliché de afeminamiento como sinónimo de cobardía. Federico y Miguel fueron lo contrario. Sufrieron represalias por mostrar una identidad. No eran activistas gays como puedan existir ahora, eran activistas de la libertad. Ya está bien de reivindicar a Lorca para las izquierdas. Había comunistas muy pacatos a los que nos les gustaban ni Lorca ni su homosexualidad. ¿Y qué postura más política existe que esa por parte de Federico, defender la libertad?

-La derecha tenía también sus homosexuales.

-Jacinto Benavente. Estuvo en el balcón del Palacio Real cuando las tropas de Franco entran en Madrid.

-Y, a su vez, Federico tenía amigos en la Falange.

-Al mismísimo José Antonio, que se llevaba muy bien con Federico y que debió ser un tipo simpático. Otros falangistas, los jovencitos que iban a reventar los estrenos de Federico, no lo debían ser tanto. Y, por supuesto, Luis Rosales. Todo lo que escribió Federico en casa de los Rosales fue entregado por el padre de Luis al padre de Federico.

-¿Cuántas veces le han dicho que de Lorca importa su obra, no su vida?

-Muchas. Y es mentira. Lo importante es todo. De hecho, no lo matan por su obra, sino por significarse. Esta dictadura de la tibieza me irrita bastante.

-Entonces usted se significa. ¿El 15-M, el 25-S?

-Creo que fui de los primeros en reseñar el célebre Indignaos de Hessel y pienso que hay mucho que reivindicar. Al tiempo, lamento que el 15-M, que ahora quiere ser 25-S, fuera una oportunidad perdida porque no se encauzó. Falta formación y seriedad. Aunque el tablero sea otro, cercar el Congreso, el descrédito de los políticos, lo funcionarios, los periodistas... Todo se parece mucho a los años 30. El cóctel de anarcos e integrismos de derechas son el germen del totalitarismo.

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