"Jerez en el siglo XX no había salido del XVIII"
Juan Pedro Cosano. Escritor y abogado
Este jerezano lleva una dilatada carrera como abogado y algo más corta como escritor, pero este segundo oficio le está suponiendo una trayectoria fulgurante.
Juan Pedro Cosano (Jerez, 1960) lleva una dilatada carrera como abogado y algo más corta como escritor, pero este segundo oficio le está suponiendo una trayectoria fulgurante. Ganó en 2014 el Premio Abogados de Novela de editorial Planeta con El abogado de pobres y, meses después, sacó una segunda entrega en Llamé al cielo y no me oyó. Ahora cambia de registro con un lanzamiento de best seller en La fuente de oro, que transcurre en Jerez entre el final de la dictadura de Primo de Rivera y la primera posguerra con el negocio bodeguero de fondo. Hoy se presenta en el Consejo Regulador del jerez.
-Empecemos por el principio, por empezar por algún sitio. Le sorprenderé preguntándole por el título de su libro. ¿Cuál es la fuente de oro?
-La fuente de oro era el concepto que se tenía de la empresa bodeguera de Jerez en los años en que arranca la novela, que es al final de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en una visita que el dictador jerezano hace a la ciudad.
-Tan distinta a la de ahora, con esa crisis estructural del jerez. Con lo que había sido...
-La novela cuenta los motivos de esa crisis. La gente lo dejaba todo y se dedicaba al vino porque daba dinero para todo el mundo. Así que Jerez se convirtió en una monoindustria. Todo Jerez se movía en torno a las bodegas y cuando fallaron las bodegas falló Jerez.
-Pinta un Jerez lleno de vida.
-Es que lo era. Era un Jerez cosmopolita. Los actores de Hollywood venían a Madrid y a Jerez. Había salones con compañías francesas y rusas. Era una mezcla entre el glamour y lo pueblerino.
-Plantea la dialéctica señorito y obrero a través de una historia de amor. Quizá pueda ser una visión estereotipada.
-En absoluto. Jerez es un escenario peculiar. Estaba la rancia aristocracia descendiente de sangre de la Reconquista, la alta burguesía, que eran los bodegueros, y luego estaban los jornaleros y los obreros. Era una ausencia casi absoluta de clase media. Trato ese enfrentamiento de clases de manera pacífica y amable, pero el abismo era infranqueable. Los matrimonios de conveniencia por intereses comerciales eran moneda común.
-Y las queridas.
-Es que las queridas, las mantenidas de los señoritos, eran una figura muy habitual en el Jerez del siglo XX. Jerez, en el siglo XX, seguía en el siglo XVIII en lo que a costumbres se refiere. Era una especie de feudalismo paternalista. Todo el mundo conocía a las queridas de algunos señoritos y algunas se hicieron muy famosas. Se veía como algo común y las esposas de esos hombres toleraban esa presencia si era algo circunstancial y episódico, pero algunas eran una especie de segundas esposas. Yo lo que cuento es la rebelión de una querida con su condición de querida. Eso ya no era tan común, si es que se produjo alguna vez.
-Usted es de Jerez y su familia trabajaba en bodegas. ¿Vivió todo eso?
-Nací en 1960. Yo crecí en la decadencia de ese mundo. Mi padre trabajaba en Domecq y vivía en una de las casas de Domecq. Recuerdo al Pantera, que era como se conocía al marqués de Domecq, en mi casa porque mi madre tenía fama de cocinar muy bien. Y sí, tuve ese contacto ocasional con los grandes señoritos de Jerez, pero ya digo, yo era un niño. En la novela he tenido que buscar documentación, principalmente en los periódicos de la época, para conocer esa vida cotidiana.
-Su protagonista es un señorito de tomo y lomo.
-Un ambicioso y un canalla al que el amor redime.
-Ah, el amor redime... ¿Esa es la moraleja?
-Mire, yo no soy especialmente romántico ni pretendo lanzar mensajes en mis novelas. Simplemente creo unos personajes que quiero que sean verosímiles y los personajes van creciendo en la historia. Luego al final sí dices bueno, pues parece que la moraleja es ésta.
-No es un pensamiento muy original.
-Es que pretender ser original en esta vida me parece eso: pretencioso. La originalidad consiste en trasladar ese pensamiento a unos personajes y a un escenario. Aquí el protagonista es un niño bien de Jerez para el que todo viene dado. Es lo que le pasó a algunas nuevas generaciones bodegueras. Todo les fue fácil y fue el fin de los negocios. Aquí planteo una situación en la que el amor vale más porque es un amor difícil. Y todo es más difícil por una situación política concreta que deviene en una guerra civil y que involucra a personas que no quieren saber nada de política, pero a los que los sucesos políticos arrastran.
-Pero no es otra novela de la Guerra Civil.
-No es una novela sobre la Guerra Civil; es una novela en la que hay una guerra civil. Esto da para reflexionar desde el presente: ¿se puede significar a una persona por un comportamiento obligado? ¿Se le puede exigir a alguien ser un héroe o un santo? O, en definitiva, ¿podemos juzgar ahora los actos de hace 80 años? Y me estoy refiriendo a los actos de personas cuya posición ideológica, de derechas a izquierdas, sólo estaba condicionada por el territorio en el que caían.
-Usted pasó por la política como concejal de Jerez hace más de veinte años.
-Pues se diga lo que se diga de la política, es la mejor cosa que he hecho en mi vida. ¿Sabe por qué? Porque me enseñó a perder. Aprendí de la derrota. Con las derrotas es con lo único que se aprende. Y yo en la política local de aquella época sólo conocí gente que perdía dinero con la política y que echaba muchas horas.
-Como abogado está en los tres casos de los alcaldes de Jerez, ya sea como defensor o como acusación. ¿Qué siente al ver a Pacheco o Pilar Sánchez en la cárcel?
-Que son víctimas de la visceralidad. Tanto uno, al que acusé, como la otra, a la que defendí. Es la perversión de la Justicia. El Derecho Penal está pensado para todas aquellas cosas que no se pueden solucionar por otras vías de derecho. Un crimen o una violación sólo tienen una salida penal. ¿Pero una subvención o una contratación. Hay instrumentos en el Derecho Administrativo para estos casos. Pero existe un clamor de venganza contra la política por ciudadanos cuyos problemas no se solucionan con la quema del político en la plaza pública.
-Triunfó como escritor con un abogado de pobres en el siglo XVIII. ¿Qué hubiera hecho en estos casos?
-Mi abogado de pobres es un hombre sensato y sabe que no todos los delitos merecen la pena de galeras.
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