"El pensamiento positivo de moda es casi una imposición"
Jessica J. Lockhart | Intérprete, escritora y ‘coach’
Jessica J. Lockhart (San José, California) ha ejercido durante dos décadas como intérprete de alto nivel (habla seis idiomas). Dos accidentes de tráfico la dejaron durante años mermada física y psicológicamente. En su búsqueda sobre cómo recuperar la salud y la ilusión, desarrolló lo que llama “humanología”: un método según el cual cada persona puede encontrar las herramientas para saber qué quiere realmente en la vida y cómo cambiar lo que no le gusta. Ha escrito distintos libros de desarrollo personal. Su último título es El optimista que hay en ti (Kóan).
-No parecen muy buenos tiempos para defender el optimismo.
-Al contrario: es una época inmejorable para defender el optimismo. La base del ser humano, su origen, es optimista. Nacemos optimistas: todo lo demás son experiencias que nos hacen ir cambiando, que nos hacen perderlo poco a poco. Pero los estudios muestran que las personas optimistas tienen vidas más fructíferas y felices y, también, más probabilidad de éxito.
-Bueno, la actitud puede ser buena pero la realidad puede resultar... digamos, muy tozuda.
-Un pesimista aborda un obstáculo en su vida dando por sentado que va a salir mal, así que al primer obstáculo ni intenta probar otros recursos o lo hace con recursos muy reducidos. Y tira la toalla. Mientras que un optimista llega, ve un obstáculo y sigue intentándolo hasta que funciona: un proceso de aprendizaje en el que también desarrolla nuevas estrategias.
-Existe la tiranía del pensamiento positivo: "Si lo deseo con mucha fuerza, lo conseguiré".
-El optimista no es un inconsciente: el optimista es aquel que se enfrenta a los obstáculos y situaciones y acaba atesorando muchos más recursos, eso no es de ser un idiota. El optimista ha de tener los pies en el suelo y tener una lógica y un sentido común muy sólidos. Existe una gran confusión entre el verdadero optimista y el ser un descerebrado. Esa negación de la realidad incluso tiene un nombre: el síndrome de Pollyanna. Ahora se ha puesto de moda el pensamiento positivo: pero se ha puesto de moda de forma superficial, casi como una imposición: has de ser feliz. ¿Qué significa ser feliz? No eres yo, no puedes saberlo, no puedes decírmelo porque es algo distinto para cada uno. La felicidad no significa estar contento todo el día: puedo estar llorando pero sigo siendo una mujer feliz. Nada de afirmaciones, nada de visualizaciones, nada de repeticiones. El cerebro humano es tonto: es binario, como un ordenador. Funciona por sinapsis. Una creencia determinada va a provocar un resultado determinado porque mi subconsciente va a querer confirmar mi creencia: es lo que hace durante todo el día.
-Optimismo y cultura están relacionados. Y España parece un sitio especialmente duro.
-Cada cultura tiene su definición y su concepción de optimista, al igual que cada persona. Las culturas occidentales tienen ese fenómeno que es la carga judeocristiana de creencias, que hemos estado arrastrando siglos. Ser feliz parecía un insulto: teníamos que estar pagando por nuestros pecados e intentando mejorar. Eso no es ajeno a la competitividad brutal, a estar constantemente corrigiendo nuestros defectos pero desde la negatividad. Pocas veces decimos: tengo destrezas especiales, a ver cómo las puedo potenciar desde la excelencia.
-Su camino hasta la defensa del optimismo llegó a partir de un catarsis. Algo que no es infrecuente.
-Ante un momento de depresión o una mala época hay dos actitudes: o la vida sigue igual, o la vida cambia. Muchas personas deciden quedarse como están. Es fundamental saber qué película te cuentas o quieres contarte, porque tú eres la guionista, la directora, quien hace el casting...
-Habla de que hay dos tipos de motivación: instrumental e integradora. Se aprende mucho más rápido un idioma para comunicarse con un novio que para un examen.
-Es una herramienta que surgió precisamente del conocimiento de idiomas. Las personas que quieren integrarse en una cultura aprenderán una lengua mucho mejor y más rápido. Las otras también lo harán, pero siempre van a tener un acento horroroso.
-En esa lucha por la felicidad, o por estar bien, veo un enemigo fundamental: el tiempo.
-Hay que preguntarse: ¿cuánto de tu tiempo no estás haciendo nada? ¿O gastas energía pensando en el pasado o en futuribles? Muchas de esas horas las pasamos preocupados o planeando por lo que pueda pasar. Luego están los agujeros, la procrastinación, las redes sociales... que si eso es lo que a ti te llena, estupendo. Pero si de repente te das cuenta de que no es lo que quieres, de que el tiempo en ellas se te va de las manos... hay que trabajarlo.
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