“Pemán no tenía vocación política y lo dejó siempre claro ”
Daniel García-Hita Pemán
Nacido en Cádiz en 1947, nieto mayor de José María Pemán, Daniel García-Pita Pemán acaba de publicar ‘El Caso Pemán. La condenación del recuerdo’ (edit. Almuzara). Abogado y académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, García-Pita Pemán es un asiduo columnista en la prensa. Jugó un papel activo en el impulso democrático nacido en la transición política.
Comienza su libro citando al alcalde de Cádiz, José María González, que dijo sobre Pemán: “Es un embajador de las letras gaditanas”. Parece que al final acabó con otra idea.
–Fue algo realmente sorprendente. El Ayuntamiento de Jerez ordenó retirar el busto de Pemán del teatro Villamarta. Entonces el alcalde de Cádiz, preguntado, contestó que en Cádiz sería distinto e hizo las declaraciones que Vd. cita. Pasó algún tiempo y, supongo que, por condicionamientos políticos de su partido, cambió de opinión y el Ayuntamiento comenzó el proceso de “despemanización” de Cádiz. Así son las cosas.
Usted es el nieto mayor del escritor. ¿Le ha sido complicado separar esta faceta familiar durante la redacción del libro?
–Yo advierto al comienzo del libro que tengo un claro conflicto de intereses porque soy nieto de Pemán y gran admirador suyo. Dicho esto, he procurado ser objetivo y no he ocultado ni fotografías ni datos que evitándolos me hubieran hecho mucho más fácil la defensa de mi abuelo. Pero creo que la sinceridad y la objetividad pagan..
¿Y por qué este libro? ¿Por qué el ‘Caso Pemán’?
–Mi propósito es defender a mi abuelo de una aplicación de la memoria histórica que, a mi juicio, es absolutamente injustificada. Las leyes de memoria histórica lo son por sí mismas. Son una medida primitiva totalmente incompatible con un moderno estado de derecho. Pero el colmo es que, además, se apliquen indebidamente, incluyendo a personas como Pemán a las que, en sus recuerdos públicos en Cádiz, solamente se tiene en cuenta su condición de escritor y de gaditano; en modo alguno su actividad política, que, por cierto, tampoco se puede considerar incluida en los supuestos especificamente condenados por las leyes de memoria histórica.
Siempre me ha llamado la atención que Pemán viviese entre Cádiz y Jerez a pesar de su relevancia nacional. No se quedó en Madrid.
–Pemán era un gaditano esencial. Cádiz formaba parte de su naturaleza. Tenía la gracia de Cádiz, el acento de Cádiz, los gustos de un gaditano. Solamente se sentía a gusto en Cádiz y en su viña jerezana. A Madrid iba para cumplir la obligación de asistir a la Academia de la que era presidente y para ver teatro que era su pasión. En Cádiz iba al cine..
Su imagen pública se formó en dos décadas muy convulsas, ideológicamente muy intensas donde no había un punto intermedio. Entiendo que eso le marcaría la vida.
–Todos los españoles que nacieron a principios del siglo pasado o a finales del anterior estuvieron marcados por la historia convulsa y difícil que se vivió en España. Pemán no es una excepción. En la guerra todos los españoles tuvieron que tomar partido y Pemán lo hizo. Pasado el tiempo esa necesidad de alinearse en uno de los dos bandos se fue dulcificando y desapareciendo. Pemán lo describió muy bien en un artículo “Goethe y la tercera posición” donde sale en defensa de los intelectuales que prefirieron no pronunciarse ni por un lado ni por el otro y salir del país.
¿Fue más articulista y escritor que orador?
–Pemán fue un escritor oceánico como le califica una de sus biógrafas. Escribió de todo y mucho. Sus obras completas abarcan miles de páginas: teatro, poesía, artículos, ensayos políticos, ensayos literarios, libros religiosos, etc. etc. Además, fue un gran orador. Vegas Latapie le calificó como el más grande orador de las Españas. Él prefería ser conocido como poeta. Esa era su gran vocación.
¿Ese desinterés por la oratoria tal vez le alejó de una vida política más activa, especialmente en el inicio del franquismo?
–Él se incorporó al bando nacional en la guerra como muchísimos españoles más. Su labor consistió en arengar a las tropas y hablar en retaguardia levantando la moral de los ciudadanos. No tenía vocación de político y lo dejó siempre muy claro. Rechazó estar en el primer gobierno formal de Franco en el año 1938 y, cuando terminó la guerra, se retiró a Cádiz y a su viña a escribir. No hizo otra cosa el resto de su vida. Mantuvo, eso sí, una gran fidelidad a la monarquía y fue presidente del Consejo privado de D. Juan de Borbón. Por esta fidelidad, el rey Juan Carlos le concedió el honor del Toisón de Oro.
Dice que era un conservador, no un reaccionario, y que "como persona inteligente, dudaba".
–Un conservador es alguien que rechaza un cambio de algo establecido cuando ese cambio no se fundamenta en razones sólidas, sino que se inspira en un deseo infantil de cambiar por cambiar. Eso es un conservador. Un reaccionario se opone a cualquier cambio por razonable que sea. Pemán era un conservador y, en efecto dudaba, no era un dogmático.
Y mantenía una excelente relación con los intelectuales en el exilio durante la dictadura.
–Las mantuvo siempre. Alberti es un buen ejemplo, o Bergamín o muchos otros. Concretamente con Alberti se escribía y le visitó durante su exilio en París y Roma.
A pesar de su evolución, Ridruejo, un falangista histórico, acabó teniendo una mejor imagen en grupos progresistas que un conservador como Pemán.
–La diferencia de Pemán con Ridruejo es que Pemán no asumió un progresismo izquierdista aun cuando se mantuviera ajeno a la política durante el régimen de Franco. Continuó siendo un conservador cabal y jamás se avergonzó de su participación en el bando nacional durante la guerra, ni ignoró las obras buenas para el país -que las hubo- durante la dictadura. Su crítica al régimen de Franco fue una crítica siempre razonada y no una descalificación universal sin matices.
Dedica parte de su libro a la Memoria Histórica. ¿Tan grave es para la convivencia de este país?
–Yo creo que las leyes de memoria histórica son primitivas, absurdas, incompatibles con nuestro moderno estado de derecho. Dicho lo cual yo creo que no producen ese efecto de enfrentamiento entre españoles que se ha dicho. Por supuesto, no contribuyen a la paz social, pero su mismo sectarismo las hace ineficaces al fin del día. La gente "pasa". Lo que no quiere decir que las personas directamente afectadas como son las de mi familia no sientan la dolorosa injusticia de ser ofendidos y difamados públicamente sin tener la posibilidad de defenderse.
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