Eduardo Castro | Periodista
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-Usted y Ana Gallego han escrito un libro sobre García Márquez y Vargas Llosa. Gabo y Mario ¿una rivalidad literaria?
-Una amistad literaria, una complicidad como pocas ha habido en la literatura en nuestra lengua. Eso hasta el 12 de febrero de 1976. Creo que nunca se consideraron rivales. Se admiraban mutuamente, y se siguen admirando, desde el punto de vista literario, a distancia.
-¿Cómo nació el libro?
-De la fascinación por la obra de Gabo y de Mario, y de la admiración a sus opiniones literarias y sus vidas aventureras, siendo de temperamentos muy diferentes.
-¿Entrevistaron a ambos?
-Con Vargas Llosa tuvimos muchas conversaciones, pero no directamente sobre el tema del libro. Ninguno de los dos habla de su antigua amistad. Con Gabo no pudimos hablar, ya que él se encuentra, desgraciadamente, en un lamentable estado de salud. En diciembre estuve con él en México y lo encontré muy desmejorado y con fallos evidentes en la memoria.
-¿Es verdad que Gabo y Mario llegaron a las manos?
-Absolutamente. El 12 de febrero de 1976, Mario le propinó a Gabo un puñetazo que lo tiró por los suelos, y allí se acabó esa amistad de años. Fue en un teatro de México, en el estreno de una película.
-¿Cuba los dividió?
-Cuba fue la puerta que dio paso a sus disensiones. El desencuentro fue paulatino, pero durante cinco años siguieron siendo amigos aunque ya habían manifestado públicamente sus opiniones encontradas con respecto a la política cultural cubana. Gabo apoyaba el régimen a pesar de sus fallos, porque el fin (enfrentarse al imperialismo norteamericano) justificaba los medios (ausencia total de libertad de expresión y oposición política). Para Mario, la libertad individual estaba por encima de todo.
-Gabo sigue visitando a Fidel. Y Mario defendiendo postulados neoliberales. ¿Los salva la coherencia?
-A los dos. Gabo ha sido fiel y coherente en su apoyo a Fidel, aun cuando los medios hayan sido discutibles en muchas ocasiones (fusilamientos, encarcelamientos por motivos de opiniones políticas), y Mario ha defendido posturas liberales desde entonces, desengañado de los procesos estalinianos estilo caribe.
-Literariamente ¿con cuál te quedas?
-Creo que El amor en los tiempos del cólera es una obra difícilmente superable. Sólo un genio como Gabo puede escribir eso después de despacharse con Cien años de soledad.
-¿Y políticamente?
-Por supuesto, creo que Gabo cometió un grave error apoyando tozudamente una dictadura, fuera de derechas o izquierdas, fascinado por la figura carismática de Fidel. Tampoco veo con buenos ojos el neoliberalismo. Es necesario cierto control gubernamental para no seguir aumentando las diferencias económicas entre las clases sociales, en los países en vías de desarrollo. Pero prefiero una opción política en la que las libertades individuales estén garantizadas.
-¿Se reencontrarán? ¿Harán las paces?
-Eso es muy difícil. Han pasado ya 33 años desde su ruptura, y no es fácil que se vuelvan a ver. Gabo apenas sale de México, dado su estado de salud. Se sabe que han tenido algunos contactos privados, conversaciones telefónicas, pero no es probable que todo eso salga a la luz pública.
-El boom latinoamericano ¿fue una invención editorial?
-La propaganda de las editoriales, el fulgor de los premios y el sensacionalismo de algunas revistas alentó la llamarada y la llenó de oropeles, pero es claro que hubo un grupo de escritores de altísimo nivel que irrumpieron a la vez, que se conocían y eran amigos, y que van a tener tanta trascendencia como los grandes del Siglo de Oro español.
-¿Las mafias, los grupúsculos, las cuadras literarias?
-Las hay como en todos los colectivos humanos. Los escritores no son ángeles, ni la sensibilidad artística los hace menos vulnerables.
-¿Los grandes premios literarios se dan a dedo?
-Desgraciadamente, casi todos, por mucho que lo nieguen quienes los ganan. En ese sentido, es mejor no destapar ciertos tarros de las esencias, porque el hedor puede llegar hasta Neverland, e introducirse en los sutiles orificios nasales, operados mil veces, del rey (del pop) negro más blanco de California.
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