Iñaki Domínguez: "La nueva izquierda cree estar redimiéndose, cuando está siendo sometida"

El antropólogo Iñaki Domínguez. / Silvia Varela

Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981) vertebra 'Bufones' (Ariel) alrededor de la importancia del humor a la hora de cuestionar y criticar el orden establecido. Un arma de especial importancia en la época actual, “cuando la censura, la cultura de la cancelación y la corrección política amenazan con sofocar la libertad de expresión”. Doctor en Antropología Cultural, en su obra publicada Domínguez analiza fenómenos culturales (como el macarrismo o los mitos urbanos) empleando herramientas de las ciencias sociales.

–’Bufones’ se abre con una cita de Schopenhauer: hay épocas en las que el progreso es reaccionario, y lo reaccionario, progresista.

–Parece ser que esta es una de esas épocas, porque estamos viviendo un progresismo que está siendo sumamente reaccionario. Como alguien que procede de la izquierda, es algo que no me gusta señalar, pero estamos viviendo un proceso en el que predominan la censura, la vigilancia, el castigo y la denuncia. Se organizan auténticas cazas de brujas en nombre de la virtud, avivadas en redes por dispositivos poco fiables de denuncias anónimas.

–Algo que ha sido muy propio de la herencia anglosajona de corte puritano. ¿Por qué ha llegado hasta aquí?

–Por internet. Aquí solíamos reírnos mucho con ese tipo de cosas, que saliera un desnudo y taparan los pezones, o un cigarro... Pero ahora todo esto se contagia mucho a través de la hiperconexión, de lo instantáneo. Las modas prenden mucho más, por absurdas que sean, como beber cerveza en un tarro de mermelada. Lo woke es algo así como un protestantismo pseudoizquierdista y neopuritano, interesado en castigar y prohibir.

–Hay quien dice que no, que la cultura de la cancelación no existe.

–Negar que las cosas existan no va a hacer que desaparezcan. Por supuesto que la cultura de la cancelación existe, algo menos en España, pero mira cómo ha funcionado, por ejemplo, en el caso Errejón. Yen Estados Unidos llegamos ya al delirio:no podemos decir ‘caca’ pero podemos llevar metralleta. Aquí, sobre todo desde mucha juventud de izquierda, se cree que interesa ese discurso, pero es un discurso cortado por la élite para fomentar batallas culturales entre identidades y tenernos así entretenidos. Y ese discurso, que procede de la élite y que rubrican las corporaciones, te quiere hacer creer que es la izquierda cuando es un tiralíneas hecho, precisamente, para controlarla, porque no hace daño al poder. La gente que no se para a analizar cree que fomenta sus intereses, pero los más cancelados son precisamente la izquierda y las feministas.

Parece que el enemigo siempre es la derecha, pero los discursos realmente fascistas son los que no permiten una alternativa"

–Apunta un dato que subraya que la cancelación es bien real: hoy, en Estados Unidos, hay más del doble de catedráticos expulsados de sus puestos que en la era del macartismo.

–Y por no comulgar con las políticas identitarias:es el mismo fenómeno que en el macartismo, que si no demostrabas ser un antirrojo radical, ya eras sospechoso; como entonces, cualquier matiz que te haga salirte fuera del discurso monolítico te pone en la picota. Parece que el enemigo siempre es la derecha, pero esos son los discursos verdaderamente fascistas: los que no te permiten elegir una alternativa, ni expresarte libremente, no te permiten que te defiendas y quieren invadir tu vida privada. Cuando haces de lo privado algo público te coloca en una tiranía absoluta:no tienes vida ni pensamientos privados, por no hablar de que nadie dice lo mismo a su madre, a su pareja, o en la radio. Tradicionalmente, la izquierda ha luchado contra la censura y las prohibiciones, pero no esta nueva izquierda.

–Está también el tema de las historias “correctas”, que han de ser portadoras del mensaje adecuado.

–Yo quiero pensar que todo forma parte de procesos dialécticos, y que unos llegan y los sustituyen otros... El problema hoy día es la globalización. Todo es fluido, nada es consistente, también a nivel moral... Y adoptamos esos valores morales o sociales que nos hacen ser cool y encajar, para que todos vean lo buenos que somos. Lo que se suele olvidar es que nadie es, nunca, lo suficientemente puro. El puritano es aquel que aspira a imponer la moral del modo más restrictivo y preciso posible. Y recordemos que, desde siempre, las multitudes puritanas suelen borrar del mapa no sólo a los agentes del presente, sino a la propia memoria histórica, que da soporte a personajes que contradicen los valores de la actualidad.

–Habla igualmente de la “sociedad del panóptico”. Hoy tenemos un nivel de vigilancia al prójimo que no hubiera podido soñar ni la Stasi.

–Somos visibles en todo momento, que era el sistema de vigilancia que planteaba Jeremy Bentham. Y esta realidad hace que te autocensures y te autocontroles. Es un sistema sumamente eficaz, mucho más que el de una tiranía tradicional, con una lista de libros prohibidos. Y fíjate, tanto en el caso del cristianismo como en el de la nueva izquierda, los adeptos creen estar redimiéndose, cuando realmente están siendo sometidos.

–Mientras crees lo contrario.

–Mensajes como que puedes conseguir lo que deseas con sólo imaginarlo, o que eres algo porque así lo sientes, son muy convenientes al poder, pero quien se los trague sólo consigue vivir en la más pura enajenación, creando falsas expectativas que pueden hacer mucho daño. Ocurre por ejemplo con la teoría queer y lo trans, el "soy una mujer porque lo decido".

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