"Los políticos se escuchan entre ellos y nosotros les damos coba"

Jordi Évole. Presentador de 'Salvados'

El popular periodista regresa a la pantalla una temporada más con un singular viaje a Sevilla acompañado por el líder de ERC, Oriol Junqueras.

"Los políticos se escuchan entre ellos y nosotros les damos coba"
"Los políticos se escuchan entre ellos y nosotros les damos coba"
Fede Durán

18 de octubre 2014 - 09:57

Jordi Évole (Cornellá de Llobregat, 1974) es ese tipo simpático que te descuartiza sin dejar de sonreír. Humorista de referencia con Andreu Buenafuente, su verdadero despegue llegó con Salvados, quizás el único programa pausado y serio de información en España. Admite -con la boca pequeña- que disfruta del mejor trabajo del mundo, "aunque como lo lea algún directivo igual siente la tentación de bajarme el sueldo". En un futuro no tan lejano, Évole se planteará un salto a la ficción desde la dirección, aunque la cadencia actual (ocho meses en antena, cuatro de descanso) y el amor al formato le hacen tomárselo con calma.

-Salvados regresa mañana con Oriol Junqueras (ERC) en Sevilla. ¿Hubo feeling?

-Se llevó muy buenas sensaciones. Desde su llegada al aeropuerto, donde estuvimos grabando como una hora, la reacción de la gente era de sorpresa. Entonces intenté incorporar a quienes mostraban más interés por la conversación. Dentro de la discrepancia -no encontramos a nadie abiertamente partidario de la independencia de Cataluña-, el tono de la charla fue agradable, sensato y muy alejado del ruido. Me preguntaban antes de venir si traería seguridad a Sevilla. ¿Pero de qué estamos hablando?

-A veces el entendimiento está a tiro de tren o avión. Viajar más, pelear menos.

-Me encantaría hacer el partido de vuelta. Le hemos propuesto a Susana Díaz que se venga a Cataluña para hacer lo que hicimos con Junqueras en Sevilla. Hasta ahora no hemos conseguido el sí, pero vamos a seguir peleando. Creo que si nos fijamos en la realidad de la calle, tiene poco que ver con el día a día mediático, que construye un mundo mucho más estereotipado y tenso.

-Su programa es un verso suelto. Falta calidad en la televisión española.

-Discrepo un poco. Hay mucha calidad a nivel de entretenimiento. Hablo de algunas series, de algunos espacios como El Hormiguero o El Intermedio.

-No me refiero al ocio sino a la información.

-La información, a veces, equivoca el tiro. Tenemos ocasiones para demostrar que somos capaces de hacerlo muy bien y lo desaprovechamos. Por ejemplo, con la alarma sanitaria de la gripe A, todos nos dimos cuenta al cabo de unos meses de que se había exagerado mucho: se había alarmado más que informado. Al cabo de unos años, aparece el problema del ébola y en vez de evitar los mismos errores, por exceso de precipitación, volvemos a alarmar, y eso a veces al ciudadano le puede causar desconfianza.

-Los telediarios abrazan la filosofía pitbull: muerden el tobillo de un tema y sólo lo sueltan por agotamiento.

-Sería necesario que como periodistas intentásemos marcar una agenda propia. No dejarnos llevar por la inercia de lo que hacen los otros o de lo que marcan el Gobierno o los partidos. Los lunes, cuando veo en los telediarios la rueda de prensa tras la reunión ejecutiva del PP o del PSOE, pienso: ¿Qué interés tiene esto? Realmente, pocos titulares salen de ahí más allá de la declaración y la contradeclaración. Se escuchan entre ellos y nosotros les damos coba.

-Por su micro han pasado decenas de políticos. Muchos de ellos han estado detrás de proyectos faraónicos o instituciones quebradas. ¿Qué sensación le queda de esa élite?

-Hemos tenido una clase política mediocre. En los últimos años no se han dedicado a la política los mejores. La estructura de los partidos ha premiado más al pelota que al que hacía méritos para proponer cosas nuevas. O los partidos reaccionan o habrá un auténtico tsunami dentro de la vida política española, en este caso protagonizado por formaciones como Podemos.

-¿Para cuándo una entrevista con Pablo Iglesias?

-Pronto. Le hemos entrevistado en Ecuador y con imágenes bastante inéditas de él con un mandatario internacional como Rafael Correa. Por momentos, Iglesias también parecía un mandatario internacional. A mí el fenómeno Podemos y su programa me generan muchas dudas, sobre todo porque un objetivo demasiado ambicioso puede decepcionar al final a mucha gente. El Podemos actual, y creo que ellos mismos lo reconocen, me recuerda en parte la ilusión que pudo generar el PSOE en 1982. Esa ilusión se convirtió luego en frustración. Yo espero que un partido de izquierdas no vuelva a decepcionar tanto.

-¿De quién guarda mejor recuerdo?

-El encuentro con José Luis Sampedro fue mágico, uno de esos momentos en los que sabes que ahí se están diciendo cosas que van a marcar tu pensamiento.

-Mujica es otro astro.

-Es un personaje parecido a Sampedro. Me sorprendió que un político con su proyección mundial contestase con esa serenidad, con esa capacidad de autocrítica. Es un político que te reconoce que está incumpliendo su programa porque hay una serie de poderes fácticos que lo bloquean. Y hay mucha filosofía detrás, ha pensado lo que dice. Sus palabras no son el argumentario de un partido sino fruto de la experiencia personal, de haber leído y haberse caído y levantado.

-¿Se arrepiente de haber estrenado Operación Palace (la falsa teoría alternativa del 23-F)?

-Lo que no quiero es dejar de hacer cosas por miedo. Podía imaginarme una reacción igual no tan furibunda, pero el único motivo para no grabarlo era el qué dirán. No entiendo por qué un periodista puede tener su columna de opinión y que yo me lo crea, y que luego, si publica una novela de ficción yo tenga que dejar de leer esa columna. Esta profesión es un menú degustación muy sabroso y me gustaría probar cuantos más platos mejor.

-Salvados es un espacio que desenmascara. ¿Cómo es posible que un tipo con cien marrones sobre la mesa acepte aparecer?

-Hay un punto de morbo, de decir a mí este tío no me la cuela, o incluso de admitir que les gusta el programa y hasta que yo mismo les caigo bien. A veces son los hijos los que les animan a aceptar. Pero en realidad no sé por qué acaban diciendo que sí. Lo nuestro nos cuesta convencerles.

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