"Si no se da a valer, la mujer es mano de obra barata"
alicia e. kaufmann. socióloga
-Su madre solía decirle que a los hombres no les gustaban las mujeres "demasiado inteligentes". Menudo pistoletazo de salida.
-Las mujeres de esta generación y la anterior a la mía era un poco lo que pensaban. Y eso que mi madre era ella misma una mujer inteligente. Luego yo, por supuesto, hice exactamente lo contrario: he escrito 27 libros, no cocino... En cierta manera, esa actitud es buena para ir a la contra.
-Es curioso observar lo rápido que han evolucionado conceptos que eran tabú en épocas recientes, como el cuerpo o el sexo. Pero hay otras cosas que siguen resistiéndose. Por ejemplo, la relación entre dinero y mujer.
-Son dos cosas diferentes, como quiero transmitir ya en el título de Mujer, poder y dinero. Por un lado, la relación de las mujeres con el dinero y, por otra, con el poder. La mujer no quiere el poder, nos transmiten. Hay un bloqueo individual que tiene que ver con la confusión entre tomar tu autoridad y seguir tus deseos y verte en mitad de procesos que supongan atacar a otras personas, lo contrario de lo que a las mujeres se nos ha permitido. Pretendo que primero se salga de esta confusión. La mujer ha de tomar su autoridad, ser ella misma, pensar lo que le apetece.
-Llama la atención la diferencia que existe, por ejemplo, entre los expedientes académicos (más altos los de las chicas) y la abultada mayoría masculina entre los puestos de responsabilidad en el mundo laboral.
-Hay un concepto antropolítico de lo femenino. Si decimos: "Me gustaría ser proveedora material" es justo lo contrario al ideal femenino de lo que debería ser. Afortunadamente, sin embargo, vivimos un momento histórico en el que la mujer tiene muchas opciones. Pero si no reclama lo que vale, la mujer en el mundo laboral no es más que mano de obra barata. Si tiene propia empresa, también tiene que luchar y tener su propia forma de crear equipo. Pero para eso se requiere de otro resorte mental.
-Distinto del que llama Complejo de Cenicienta...
-Quizá era más de la época de nuestras madres, esa idea de que venga alguien que nos rescate... pero donde algo hubo, algo queda. Creo que la mujer no se atreve a pedir, y cuando lo hace, a menudo realmente está pidiendo perdón o permiso. Insisto mucho sobre esta idea de tomar la propia autoridad, adaptando una metodología que se aplica mucho en Inglaterra y que computa el grado de autoridad del que goza uno en la familia, el vínculo con los padres y el actual rol laboral.
-¿Y cómo romper ese papel si no es el adecuado?
-En el momento en el que revisas y te das cuenta de qué papel estás jugando, y entonces te atreves a cruzar la calle y te das cuenta de que estás mejor en el otro lado. Hay que proporcionar herramientas para romper el círculo de la autoprivación, luchar por lo que corresponde, aprender a decir no.
-Insiste en que no todos los elementos en la atrofia laboral femenina son externos. Pero estructuras e inercias parecen demasiado instaladas para que puedan alterarse con un simple cambio de actitud.
-Este no es un libro de autoayuda. Uno va aprendiendo a lo largo de la vida. Lo que lleva a la inseguridad interna es el resultado de un largo proceso. En este sentido, este libro tiene claves pero no recetas. A 200 kilómetros por hora no puedes ver el paisaje, mientras que si vas a otra velocidad se te ocurren cosas y asociaciones en las que no habías pensado. Es cuestión de probar y empezar a creer en uno mismo. Las mujeres han de aprender, además, a ser solidarias entre ellas; solitarias es un camino duro y difícil.
-Dice que todavía coexisten hábitos lastrantes. ¿Cuáles son?
-Lo que más caracteriza el momento actual es la situación de incertidumbre. Venimos de una sociedad en la que todo ha sido más o menos estable, había una línea de vida y ahora esa línea se ha roto. Hay que reinventarse cada día y tiene que venir desde dentro... Lo externo apenas te puede dar seguridad. Ahora están las nuevas tecnologías, el teletrabajo, puedes decidir en qué momento vas a tener un hijo... pero lo mejor para estabilizarse, tanto para hombres como para mujeres, es coexistir con la incertidumbre.
-Pero el ser humano se mueve con concreciones.
-La clave entonces es tener valores muy claros, que sean nuestra brújula. Esos valores nos permitirán decidir. Lo segundo sería tener objetivos más o menos claros, pero ser capaces también de irlos adaptando. Hay que pararse a pensar, no meterse en la vorágine: no ser el copiloto ni la que va sentada en el asiento de atrás. Quizá la innovación sea preguntarse qué es lo que quiero.
-Tomando como ejemplo el discurso de Patricia Arquette en la última ceremonia de los Oscar, uno diría que el feminismo parece estar "de moda". Pero hasta hace poco, declararse feminista era visto como una falta. ¿Hemos vivido estos años una involución?
-Bueno, es que las mujeres hemos hecho muchas conquistas a a nivel de adaptación al mercado laboral, natalidad... y se ha dado cierto relax, por un lado, y el pavor de "¡Lo están consiguiendo!", por otro. Junto con esto, hay todo un movimiento paralelo bajo la superficie de modelos que exaltan la sumisión como 50 sombras de Grey. Pero luego hay otras historias muy distintas, como la de la boda en Relatos salvajes. Ocurre que en momentos de crisis no te puedes relajar. Sumar, además de las cosas reales, además de la diferencia salarial, otros aspectos que no son tan evidentes y que están todo el tiempo funcionando y que tienen que ver con las cosas que hemos hecho en casa, la presión social... La idea es que revises tu actitud, sola o con ayuda de un coach. Según el principio de Pareto, un esfuerzo del 20% debería verse compensando con un resultado del 80%.
-Diría que es al revés.
-Suele serlo.
-A pesar de todo esto, dice que los hombres están bastante más en crisis que las mujeres...
-Su crisis de identidad es mayor porque se ha basado en el tema laboral. En la medida en que eso se resquebraja, muchos aspectos que les han dado seguridad como proveedores materiales, no proveedores emocionales, fallan. En la generación joven, sin embargo, esto está cambiando favorablemente.
No hay comentarios