Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
Aunque es indudable que los tiempos han cambiado, y mucho, en el parlamentarismo español, el debate de investidura ha demostrado que la capacidad para montar una bronca en el hemiciclo sigue siendo permaneciendo intacta, y sólo hace falta mencionar la bicha o saber adjetivar ocurrentemente al adversario. La bicha, en este caso, ha sido la cal viva con la que los GAL enterraron a los etarras Lasa y Zabala, antiguo episodio de la guerra sucia rescatado por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, para dirigirse a los socialistas y a su histórico Felipe González.
En un discurso donde Iglesias ha repartido leña a diestra y siniestra, elevando cada vez más la voz y el énfasis mitinero -ha dejado claro que se dirigía a los ciudadanos a través de la televisión, más que a los diputados- ha aludido al pasado "manchado de cal viva" de un consejero de Pedro Sánchez, que en su réplica final ha identificado claramente como Felipe González. Y si hubo protestas de los socialistas en su primera alusión, en la última se ha montado gorda, con sonoros gritos de "fuera, fuera, fuera" que Iglesias ha aprovechado para encararse con ellos y pedirles respeto, gracias a que tenía el micrófono abierto, poniendo a prueba al presidente del Congreso, Patxi López. Pedro Sánchez, protagonista de la sesión, ha mantenido la compostura frente a los ataques de Iglesias, y sólo se ha revuelto para defender a González, recriminarle sus palabras tras la salida de prisión de Arnaldo Otegi y proclamar que en España no hay presos políticos. Así ha terminado, entre gritos y ruido, como en los viejos tiempos del acoso al PSOE por los GAL, su estreno en el pleno.
Intervención "insultante"
Diversos diputados del PSOE han tachado de "insultante" la intervención de Pablo Iglesias. Según han defendido varios socialistas, el discurso estaba "cargado de odio" y demuestra que la formación morada no buscar alcanzar un acuerdo con el PSOE para formar Gobierno. Mientras el secretario general de Podemos hablaba los parlamentarios del PSOE han ido comentando en Twitter la "superioridad" y "desprecio permanente" que, a su juicio, ha mostrado Iglesias desde la tribuna. "Sí, a Iglesias se le ve muy conciliador y con muchas ganas de pactar y tender puentes", ha ironizado Iban García. De hecho, muchos socialistas han hecho hincapié en la "peculiar" manera del líder de Podemos de tender la mano al PSOE. Especial rechazo ha provocado lo de Felipe González. "Iglesias nos tiende la mano desde la cal viva...", ha escrito el diputado Rafael Simancas. La responsable de política Municipal y parlamentaria, Adriana Lastra, también ha criticado estas palabras de Iglesias: "Se dirige Iglesias Turrión al PSOE y nos habla de crímenes de Estado, de cal viva... Insultante", ha manifestado.
Su compañera Idoia Mendía, líder del PSE-EE, ha instado al líder de Podemos a decir "claro" que quiere "volar todos los puentes" para el diálogo con el PSOE. "Pablo Iglesias, ni una sola lección de ti", ha afirmado. En general, los diputados del partido de Pedro Sánchez han visto reafirmado en este discurso la teoría de que el "adversario político" de la formación morada "no es el PP, sino el PSOE". Asimismo, han denunciado la "arrogancia" de Iglesias, su "verborrea insultante" a pesar de que será "la tabla de salvación" de Mariano Rajoy por votar no a la investidura de Pedro Sánchez.
El beso
El estreno de Pablo Iglesias en el Congreso no ha estado exento de otros momentos estelares, el mejor de todos el beso que ha dado en la boca, en medio del hemiciclo, al diputado de En Comú Podem, Xavier Domènech. Nunca se había visto en el hemiciclo tanto cariño entre correligionarios, con el líder de Podemos bajando escalones a toda pastilla al encuentro del catalán, quien al acabar su discurso recibía una gran ovación de la bancada podemita, hasta culminar la escena con ósculo y abrazo fraterno. A más de un observador la imagen resultante le ha recordado otra foto histórica, aunque en blanco y negro: la que en junio de 1979 inmortalizó el beso en la boca entre el entonces presidente de la RDA, Erich Honecker, y el de la Unión Soviética, Leónidas Breznev.
La mañana había comenzado con un hemiciclo abarrotado a la espera del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, que se ha hecho esperar unos minutos presto a echar por tierra el envite de Sánchez por un pacto con Ciudadanos que ha calificado de "bluf". Sus continuas alusiones un tanto despectivas a los socialistas -"ya verán como lo entienden a pesar de ser ustedes", ha reiterado- no han gustado nada en los 90 escaños del PSOE, pero han encantado a los suyos, que han aplaudido a rabiar y han reído con ganas. La intervención de Rajoy ha sido aprovechada por Iglesias para repasar el discurso que luego iba a pronunciar, mientras Iñigo Errejón se afanaba en usar su móvil, práctica que ha sido harto frecuente durante la mañana en el ala izquierda del salón de plenos. Desde la tribuna de invitados, el padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz, no se perdía ni una de lo que sucedía metros más abajo, mientras el padre y la novia de Albert Rivera aguardaban el estreno del líder de Ciudadanos.
Cuando Pedro Sánchez ha subido a la tribuna, Pablo Iglesias ha abandonado su ensimismamiento y ha puesto caras y gestos a muchos de sus argumentos, e incluso ha intercambiado mímicas con el ministro de Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo. Como ya ocurrió con el discurso de investidura, el lenguaje gestual ha conformado una especie de debate paralelo, con un Rajoy que no ocultaba su aburrimiento mientras hablaban Iglesias o Rivera, o con Sánchez enfrascado en tomar notas y consultar el móvil sin mirar en ningún momento a Iglesias mientras intervenía en la tribuna. Rivera se ha tomado con buen humor los cariñosos apelativos que el de Podemos la ha dedicado insistentemente para descalificar su acuerdo con el PSOE, en especial el que ha identificado a Ciudadanos como "la naranja mecánica" por su color corporativo, pero Iglesias ha echado en cara a Pedro Sánchez que no le mirara nunca. Aunque luego él se ha olvidado de atender a Albert Rivera, ocupado junto a Errejón en consultar su teléfono móvil, con la botellita de agua siempre a mano y que ya parece equipamiento imprescindible de los diputados de su grupo.
Eso sí, el Reglamento del Congreso sigue siendo el mismo que en la anterior legislatura, y el artículo 71, que permite pedir la palabra por determinadas alusiones, sigue siendo el favorito. Rajoy, tal vez nostálgico, lo ha invocado y ha podido hablar para puntualizar a Rivera, aunque el presidente López luego le ha reprochado que hubiera usado la palabra para ir más allá de unas supuestas alusiones; lo han reclamado los ministros en funciones Margallo y Fernández Díaz, y el portavoz del grupo popular, Rafael Hernando. A todos les ha dejado intervenir Patxi López, incómodo por el trastorno que suponía para el debate, por otro lado inusualmente rápido, pero, cansado de tanta interrupción, a Xavier Domènech le ha dejado con las ganas. Al fin y al cabo, él ya tenía su beso.
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