Perfil: Arnaldo, La esperanza de una izquierda abertzale necesitada de un revulsivo

Con unas elecciones autonómicas en el horizonte podría presentarse como candidato a lehendakari, aunque pese sobre él una inhabilitación para cargo público hasta 2021, ya que puede ser inaplicable, como ha sucedido en otros casos.

Foto: EFE
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Rafael Herrero./ Efe

01 de marzo 2016 - 10:40

Arnaldo Otegi, el líder más carismático de la izquierda abertzale, ha salido de la prisión de Logroño entre muestras de alborozo por parte de un sector político necesitado de referentes que sirvan de revulsivo tras dos importantes reveses electorales. Arnaldo Otegi Mondragón, nacido en Elgoibar (Guipúzcoa) la víspera de San Fermín de 1958, vuelve a la primera línea de la política tras abandonar la cárcel, en el último capítulo de un itinerario de ida y vuelta que ha caracterizado su larga trayectoria militante desde que cumplió tres años de prisión (1987-1990) por haber participado en el secuestro de un industrial durante sus años de pertenencia a ETA. Con 19 años se había enrolado en ETA político-militar y en 1981, cuando esta rama se disolvió, él optó por continuar e ingresó en ETA militar, donde se le consideraba un activista de base. Fue acusado de participar en tres secuestros, aunque en los de Javier Rupérez y Gabriel Cisneros, fue absuelto por la justicia.

Una vez cumplida su condena, Otegi comenzó a participar en política y en 1995 se convirtió en parlamentario vasco al sustituir a Begoña Arrondo. Precisamente el Parlamento Vasco constituyó el escaparate que puso en primera fila a Otegi, quien protagonizó en aquella legislatura alguna de las disputas más enconadas que se recuerdan en la Cámara con el entonces consejero de Interior, Juan María Atutxa. Paradójicamente la misma Justicia que ha actuado contra él en numerosas ocasiones le puso en bandeja su primer ascenso, al encarcelar en 1997 a toda la Mesa Nacional de HB por difundir un vídeo de ETA en la campaña electoral del año anterior. Ese vacío de poder en HB le convirtió en el principal portavoz de la izquierda abertzale, seducida por su oratoria fluida y afilada.

Participó en las negociaciones que derivaron en el frustrado Pacto de Lizarra y en el acuerdo de legislatura alcanzado con el PNV y EA, que ETA hizo saltar por los aires al romper el "alto el fuego indefinido" declarado en 1998. Su actuación política en aquellos años oscilaba entre los repetidos intentos de lograr acuerdos entre nacionalistas y un perfil aún radical que le llevaba a justificar y contextualizar cada asesinato de ETA, participar en numerosos homenajes a sus miembros y a cometer algunos excesos verbales como llamar "gusanada" a los manifestantes convocados por la plataforma "Basta Ya" en San Sebastián. El 11 de noviembre de 2004, con Batasuna ya ilegalizada, Otegi participó en un acto político en el Velódromo de Anoeta en el que hizo una propuesta de resolución del llamado "conflicto" vasco basada en la constitución de dos mesas paralelas de negociación: una política entre los partidos y otra técnica entre el Gobierno y ETA.

Para entonces, Otegi mantenía reuniones informales y discretas en el caserío Txillarre de Elgoibar con los socialistas Jesús Eguiguren y Francisco Egea, germen del intento de "proceso de paz" que acabó enterrado entre los cascotes de la T-4. Durante esa tregua se trató de llevar a la práctica el esquema de las dos mesas ideado por Otegi en 2004, con los partidos vascos hablando de política en Loiola (Gipuzkoa) y con los contactos entre el Ejecutivo y ETA en Suiza y Noruega.

ETA reventó el proceso con la bomba de Barajas, que causó dos muertos el último día del año de 2006, un atentado que hizo "caer del caballo" a Arnaldo Otegi, quien a partir de ahí acabó de convencerse de que la organización terrorista era un lastre que evitaba que la causa de la independencia pudieran sumar mayorías. En 2007 fue condenado por participar en el homenaje al etarra José Manuel Beñaran "Argala" y pasó 15 meses en la cárcel, tras lo que comenzó a trabajar en una nueva estrategia que apostaba por las "vías exclusivamente pacíficas y políticas".

La imposición de esta tesis en la izquierda abertzale conllevó en 2011 el abandono definitivo de las armas por parte de ETA. Otegi había sido detenido en 2009 por el caso Bateragune y meses antes del alto el fuego fue condenado a 10 años de prisión, aunque posteriormente el Tribunal Supremo rebajó la pena a 6 años y medio.

La sentencia estableció que Otegi había intentado reconstituir Batsauna bajo las órdenes de ETA, pero el portavoz abertzale dijo durante el juicio que su actuación en aquel momento trataba precisamente de imponer en la izquierda abertzale la tesis de que la organización terrorista, a la que nunca ha condenado expresamente, "sobraba" y "estorbaba". Hoy, con 57 años, vuelve a la calle en una Euskadi sin violencia y con una izquierda abertzale en pleno debate interno, un congreso de Sortu en ciernes y unas elecciones autonómicas en el horizonte a las que podría presentarse como candidato a lehendakari, aunque pesa sobre él una inhabilitación para cargo público hasta 2021 que, no obstante, podría ser inaplicable, como ha sucedido en casos anteriores.

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