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Puigdemont acepta las elecciones de Rajoy pero se queda en Bruselas

El ex presidente asegura que en España no se dan las "garantías" para que vuelva, pero cinco ex consejeros lo hicieron este martes por la noche

ERC y PDeCAT, más cerca de repetir coalición para el 21 de diciembre, le presionan la ANC y Omnium

Un sondeo del 'CIS catalán' otorga la mayoría absoluta a los independentistas y la CUP en escaños, pero no en voto popular

Puigdemont dice que no dejará el 'Govern' y pide garantías el 21-D
Juan M. Marqués Perales/Enviado Especial A Barcelona

31 de octubre 2017 - 20:37

bruselas/Carles Puigdemont se queda en Bélgica. Pero casi más solo que la una. El ex presidente de la Generalitat aseguró desde Bruselas que hará frente al proceso judicial y que no pedirá asilo, también indicó que se queda allí porque en España no se dan las "garantías". Entre los argumentos que citó para una acusación tan grave, indicó que sus ex consejeros ya no cuentan con escolta y que, en su caso, está reducida. Pero el caso es que cinco de los siete ex consejeros que se desplazaron a Bruselas con su jefe tomaron en la noche del martes un vuelo de vuelta a Barcelona ante la citación este jueves y el viernes en la Audiencia Nacional ante la juez Carmen Lamela para tomar declaración al Govern depuesto en pleno para declarar por los delitos de rebelión, sedición, y malversación.

La intervención del ex presidente desde la capital belga se debe entender como un acto de campaña. Puigdemont acepta la convocatoria electoral de Mariano Rajoy e, incluso, le retó a "aceptar el resultado". Es decir, que si ganasen los separatistas, aceptase una república. Entramos en la primera casilla del bucle. De hecho, fuentes independentistas sostienen que la marcha a Bruselas de ex consejeros que son de ERC y del PDeCAT es un modo de obligar a sus partidos a reeditar la coalición de Junts pel Sí. Hoy parece más posible, cada vez gana peso la formación de un frente independentista, donde se invitaría a una parte de Podemos. Y a pesar de todo lo ocurrido, de la proclamación de la república, de la huida de las empresas y de la falta de reconocimiento internacional, los independentistas junto con la CUP volverían a lograr una mayoría absoluta en escaños, aunque no en votos, según el CEO, una suerte de CIS de la Generalitat.

El sondeo finalizó el sábado, de modo que tiene en cuenta los hechos sucedidos en las últimas semanas, a excepción de la marcha de Puigdemont a Bruselas. Los independentistas siguen siendo fuertes, aparentemente no están abochornados por el patetismo de sus líderes, hay comentaristas en la TV3 que rehacen sus argumentos para defender la república, es como si les diesen igual todos los impedimentos, con un poco de imaginación se resuelven todos. Para ellos, Puigdemont huye para ponerse a salvo de un proceso judicial injusto.

El sondeo del CEO indica que la independencia tiene ahora más adeptos: un 48% frente a un 43% que no la desea, pero conviene enfriar estos resultados. La Administración catalana ha demostrado hasta dónde puede llegar su manipulación: Puigdemont denunció ayer que había "miles de heridos" como consecuencia de la jornada del referéndum del 1-O. Las tripas de la encuesta arrojan un sesgo por falta de sondeados que no hablan catalán en su vida diaria, que pueden indicar cierto rechazo de este tipo de votantes a las instituciones de la comunidad.

El PDeCAT y ERC comienzan a hablar para ir juntos. Entre los dos partidos hay una gran desconfianza, el proceso ha servido para distanciarlos, pero el objetivo parece que acorta todas las distancias. Òmnium y la Asamblea Nacional Catalana (ANC) quieren una única lista donde se incluiría a los Jordis, encarcelados en Soto del Real. Y estas dos organizaciones pesan mucho, sus líderes forman parte del estado mayor, que es un grupo muy reducido que dirige toda la estrategia. Las direcciones de los partidos, sus ejecutivas, se han sometido de modo voluntario a sus designios por el bien de la causa. Así es como ha funcionado el Govern en los últimos dos meses.

Hay una parte del PDeCAT, la liderada por Artur Mas y Marta Pascal, que desea ir por separados para abrir otra estrategia frente al Estado, pero puede verse arrastrada por ERC. No hay que olvidar que fue Artur Mas quien llevó a su partido a Junts pel Sí cuando fue consciente de que no volvería a ganar las elecciones. Por eso aceptó ir el cuarto por la lista. Se plegó a Oriol Junqueras con tal de sobrevivir. Y, después, cuando la CUP le vetó, fue él quien buscó a un sustituto.

Sólo hay un factor que distorsiona el posible frente independentista. El ex consejero de Empresa Santi Vila se va a presentar; si no es con su partido, el PDeCAT, lo hará con una plataforma. Él ha sido partidario de renegociar una salida con el Gobierno central y fue quien mantuvo los puentes con Madrid hasta el último momento. Cuando supo que no tendría éxito, dimitió. Eso fue el día antes de la proclamación de la república. Con Vila podría estar una parte del PDeCAT que está descontenta con la coalición y con la purga de consejeros moderados que se acometió el pasado verano.

Los cuatro ex consejeros que se han quedado en Barcelona simularon un Consejo de Gobierno con una reunión en una sala del Parlamento, donde colocaron una enseña europea y otra catalana. Es otro motivo electoral. Expresa la voluntad de seguir con el proceso y para ello van a pedir la participación y el voto el 21 de diciembre. Esto no parece que se haya acabado, aunque el Gobierno central cuenta con una herramienta que ya no está inédita: el 155. También es posible que haya aprendido algunas lecciones más de su intervención en la política catalana, fiada hasta hace muy poco a la voluntad de uno de los líderes de la insurrección: Oriol Junqueras.

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