Rivera trabaja y Rajoy reflexiona
La opinión de Manuel Campo Vidal
En política el único que toma iniciativas para desbloquear esto es Rivera, como ya lo hizo hace cuatro meses con un acuerdo con Sánchez, y que la opinión pública, cada vez más encendida por la incapacidad de los diputados.
EN este agosto en que no pasa nada -excepto graves incendios y el furor vacacional de quienes pueden permitírselo- los comentaristas políticos andan faltos de acontecimientos que comentar. Quizás por eso las terminales mediáticas del poder han desarrollado un argumentario muy repetido entre los que tocan la partitura oficial. Punto 1: si a Sánchez se lo ve relajado en un chiringuito debe calificarse como "abandono de responsabilidades ante la crisis política". Si Rajoy decide irse de puente a Sanjenjo y se fotografía haciendo deporte, el comentario debe ser "el presidente está reflexionando". Punto 2: si Rivera no hace nada, se lo llama poco menos que niñato metido en política y si hace algo es porque "el Íbex lo pone en vereda". Y así sucesivamente.
La única verdad de lo que pasa es que media Galicia se quema a manos de "delincuentes", como los califica sin eufemismos Nuñez Feijóo, mientras el resto de formaciones discuten sus listas ajenos a la catástrofe; que en política el único que toma iniciativas para desbloquear esto es Rivera, como ya lo hizo hace cuatro meses con un acuerdo con Sánchez, y que la opinión pública, aunque narcotizada unas semanas por la ola de calor, está cada vez más encendida por la incapacidad de los diputados para alumbrar un Gobierno. Si en septiembre no hay investidura, proliferarán los pronunciamientos pidiendo "Ejecutivo inmediato". Si las terceras elecciones llegaran a ser convocadas, el clamor popular llevaría el título de "que se vayan" por su incapacidad para lograrlo.
Sin esperar a ello, Alfonso Gajate, un importante directivo empresarial, reclama en un manifiesto que ofrece a varias entidades por si quieren suscribirlo, una idea diferente: "Un Gobierno de consenso y transición que incorpore a las mejores personas que existan en España, estén o no en el Congreso, con experiencia política o de la sociedad civil, un Gobierno de mandato breve para reformar la Constitución y alcanzar los pactos de Estado urgentes en Educación, Empleo, Justicia...". Y pide al final "que se permita a los parlamentarios votar en conciencia, buscando el interés de España y no el de su partido".
Nada más lejos de las reflexiones de Rajoy que una salida así. Ni que la consideren Sánchez o Iglesias, éste también desaparecido incluso en iniciativas parlamentarias. Excluimos a Ciudadanos porque propuso algo parecido poco después del primer bloqueo tras las elecciones de diciembre. No. Rajoy lo que hace es ganar tiempo sin considerar que el país ya ha perdido demasiado, aunque no sea él el único responsable. Cuanto más tiempo pase, más presión sobre el PSOE, que se verá obligado a ceder algunos diputados para que el popular sea investido y no se convoquen elecciones. Y aún quedará una válvula de seguridad relativa: que el segundo intento de investidura de Rajoy se celebre después del 25 de septiembre -elecciones vascas y gallegas- tras las que el PNV podría necesitar algunos votos para mantener a Urkullu como lehendakari, un gesto que agradecerían los cinco diputados nacionalistas en la investidura.
A Rivera se lo llevan los demonios: en vez de escuchar propuestas del candidato a presidente para cortejar a sus 32 diputados tiene que hacer él la oferta; y cuando la hace, en el PP necesitan una semana para reflexionarla. Es él quien tiene un activo que pone sobre la mesa -los acuerdos con Sánchez para su investidura fallida-, un material de gran valor ahora porque si se lo proponen a Sánchez cosas que él mismo propuso, o acordó, tiene más difícil negarse en redondo a hablar.
Pero a pesar de este esfuerzo negociador de Rivera que en privado reconoce casi todo el mundo, no debe esperar el joven dirigente político que después se lo reconozcan. Este país es así. Todo el mundo quiere pactos pero no premia a quienes los consiguen. Todo el mundo pide moderación pero vota en clave radical, a derecha o a izquierda. Adolfo Suárez se doctoró en la materia y murió amargado sin entender por qué cosechaba tantos aplausos y tan pocos votos.
También te puede interesar
Lo último
Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)