Carles Puigdemont asume la independencia y la suspende
El desafío independentista
El 'Govern' actúa como Eslovenia en 1990, hibernar la proclamación para negociar
La declaración no fue explícita, da curso a la ley que consideraba vinculante el referéndum
A la eslovena, se declaró la independencia de Cataluña, pero a continuación se dejó en suspenso. Se proclamó de un modo implícito, al dar por válidos los resultados del referéndum de autodeterminación del pasado 1 de octubre, pero sin un buen marco de negra madera para encuadrar una declaración que se suponía histórica. El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, dio por proclamada ayer la república de acuerdo con los resultados de esta votación ilegal, pero a continuación, en su nombre y en el del Gobierno autonómico, solicitó al Parlamento que "suspenda los efectos de esta declaración" para lograr una mediación internacional "en unas semanas". La fórmula que escogió fue un tanto confusa: "Asumo (...) el mandato del pueblo para que Catalunya se convierta en Estado independiente en forma de república". El portavoz del PSC, Miquel Iceta, un tanto irónico, le espetó al subir a la tribuna: "A ver si lo he entendido bien, no se puede suspender una declaración que no se ha hecho".
Después de celebrado el pleno, que transcurrió de un modo un tanto caótico, los diputados de ERC, PDeCAT y la CUP sí rubricaron una declaración en una sala próxima donde dan por "constituida la república". La validez del documento es nula, pero deja constancia de que la ley de transitoriedad, que es una protoconstitución catalana, está en vigor.
Se llama declaración a la eslovena, porque así fue como Eslovenia consiguió su independencia de Yugoslavia en 1991. Previamente, en diciembre de 1990, las autoridades eslovenas convocaron un referéndum de autodeterminación al margen de la capital, Belgrado; lo dieron por ganado, y asumieron un resultado que llevaba a una independencia que, como ayer, fue suspendida durante un año. Ante la falta de una negociación con el Gobierno federal, Eslovenia se declaró definitivamente independiente tras de recibir apoyos internacionales y de una guerra de 10 días. Ese respaldo exterior sí tumbó la balanza a favor de Eslovenia.
El aroma balcánico de la expresión causa pavor, pero fue así como el eurodiputado Ramón Tremosa, del PDeCAT, había anunciado el lunes pasado cómo podría declararse la independencia: a la eslovena. Y eso es lo que busca Puigdemont, provocar un terremoto internacional para que la Unión Europea se amilane y abra una mediación entre dos sujetos soberanos, España y Cataluña. Sin embargo, esto está lejos de pasar. Ni la Comisión Europea ni las principales potencias del continente -Francia, Alemania e Italia- aprueban la segregación de Cataluña. Y menos de modo unilateral. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, le pidió, casi le rogó, a Puigdemont horas antes del pleno que no declarase la independencia porque ello traería graves consecuencias.
El pleno que se desarrolló en el Parlamento fue un tanto caótico, la sesión se demoró una hora después de que los socios de la CUP rechazasen el tipo de declaración que les anunció Puigdemont. Los diputados anticapitalistas no aplaudieron al presidente y la gente que se había convocado en torno al Parlamento fueron dejando las plazas al comprobar que aquello no tuvo al contundencia esperada. Hubo decepción en la calle. No hubo fiesta. Los votos de la CUP fueron imprescindibles para elegir presidente a Puigdemont, ya que ERC y el PDeCAT no cuentan con mayoría suficiente en la Cámara. Por eso no se descartan unas elecciones anticipadas.
Lo que Carles Puigdemont hizo es dar curso a la Ley de Referéndum de Autodeterminación que se aprobó el 6 de septiembre, y que fue suspendida por el Constitucional. El artículo 4 establece que, a los 48 horas de validados los resultados por la sindicatura electoral, el Parlamento celebraría una sesión ordinaria para proclamar la independencia y concretar sus consecuencias. Fue, exactamente, eso lo que ocurrió, aunque las contradicciones son evidentes: el presidente la declara y él mismo la suspende tras una petición de suspensión que ni siquiera fue votada. Además, el presidente pasó por alto que no hay sindicatura, porque los miembros fueron suspendidos por la propia Generalitat para sortear las multas de 12.000 euros diarios del Constitucional.
Como ya es una norma en el procés, lo importante para los independentistas es seguir prolongando el calendario hasta que alguien le reconozca en el escenario internacional. En los últimos días, la huida de empresas catalanas hacia otras ciudades de España y la negativa del Rey a ser un mediador entre partes en conflicto, ha llevado a Puigdemont y sus socios a un callejón sin salida, ya se han dado contra la pared y ahora quieren seguir horadando en el muro. En su discurso, que duró poco menos de una hora, el presidente de la Generalitat explicó las razones que fundamentan esa desafección en su comunidad, una deriva que comenzó con la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto. "No somos unos delincuentes, no somos unos locos, no somos unos golpistas, sólo queremos votar, no tenemos nada contra los españoles, nos queremos reentender mejor", indicó en un intento de congeniar con el resto del país.
Durante su intervención tuvo presente que sería oído en buena parte de Europa: "Estamos aquí porque Cataluña celebró un referéndum de autodeterminación, es la primera vez que los votantes votan con los policías dando golpes". "Más de 2.200.000 catalanes -siguió- pudieron votar porque vencieron el miedo, no pudieron impedir el referéndum". "Lejos de ser un problema local, Cataluña es un problema europeo". Es ésta frase la que resume la intencionalidad de Puigdemont.
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