Cataluña: viejos y nuevos tiempos
Editorial
El nacionalismo debe entender que los líderes del ‘procés’ están definitivamente inhabilitados para seguir en la primera línea política
Con la condena a los principales cabecillas del procés, Cataluña cierra un breve pero intenso capítulo de su historia contemporánea. Aunque los líderes más radicales del independentismo querrán continuar con el conflicto recurriendo a todo tipo de movilizaciones no exentas de violencia (como las vistas en el aeropuerto de El Prat), lo cierto es que todos saben que el intento de proclamar la independencia por medios contrarios a la ley ha fracasado estrepitosamente, colocando a Cataluña al borde del abismo.
Enfrente se han encontrado a un Estado serio, riguroso y democrático, que ha podido cometer algún error, pero que ha demostrado su capacidad de enfrentarse al conflicto de forma serena y mesurada. Si de alguna institución fallida se puede hablar en estos momentos es del Parlamento catalán y de la Generalitat, que han caído en el más completo descrédito al convertirse en meras herramientas al servicio de la causa independentista.
La sentencia del Tribunal Supremo, que llega tras un proceso ejemplar perfectamente guiado por Manuel Marchena, demuestra una vez más la independencia y la seriedad de la Justicia española. Los magistrados han optado por condenar a los procesados más relevantes por los delitos de sedición y malversación, en una sentencia que algunos han calificado de dura, pero de flexible aplicación.
Lo que pasará a partir de ahora, el futuro de los condenados, es algo que se irá viendo en los próximos meses. Por descontado, la Justicia y el Gobierno deben velar para que ninguna autoridad penitenciaria esquive el espíritu de la sentencia, siempre garantizando los derechos que las leyes españolas conceden a los condenados. No se trata de buscar venganzas, sino sencillamente de que se cumpla la ley.
Ante todo, el independentismo debe ser muy consciente de que los líderes del procés, aquellos que son los principales responsables de la situación de crispación y frustración que vive hoy Cataluña, están ya completamente inhabilitados para seguir en la primera línea política, lo que incluye a los huidos como el ex president Carles Puigdemont.
El nacionalismo catalán debe buscar nuevos líderes capaces de comprender algo tan elemental como que, en una democracia seria como es la española, nadie está excluido de cumplir la ley. Por su propio bien, este movimiento debe volver a la senda posibilista y pactista que tan buenos resultados le ha dado en otros tiempos y dejarse de ensoñaciones independentistas del todo inviables.
El nuevo tiempo en Cataluña debería ser el de la recuperación del seny, esa antigua seña de identidad que se ha malversado ridículamente en los últimos tiempos.
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