Expectativas

Desde medianoche, España está -oficialmente- en campaña electoral (¿hemos dejado de estarlo en algún momento desde 2015?). Es atípica: la fragmentación creciente eleva a cinco los partidos capaces de sumar diputados por decenas. Es una votación condicionada por el origen del vuelco andaluz: participación y fragmentación. Y por Cataluña, claro. Dicho de otro modo y con permiso de los sociólogos: puede pasar de todo. La demoscopia publicada dibuja unas expectativas que, barrunto, van a marcar el resultado y la gobernanza de España. El margen de error es enorme por el volumen de indecisos y la alteración que provocaría mover el fiel de dos a tres puntos entre bloques.

Aparentemente, en las encuestas el PSOE se destaca hacia la primera victoria de Pedro Sánchez, el único presidente investido en una moción de censura y que no es diputado. ¿Es tanta la ventaja? Ítem más: ¿perjudica al PSOE, al bloque de la izquierda, que casi todos los sondeos desinflen la posibilidad de un pacto a la andaluza en la Carrera de San Jerónimo?

El PP presenta por primera vez a Pablo Casado y con expectativa de un resultado equiparable a los tiempos de Alianza Popular. ¿Está tan mal el PP? ¿Las torpezas sobre SMI, aborto o inscripción de no natos como nacidos lo certifican? ¿Funcionará la apelación al voto útil en la derecha, ahora que está más dividida que nunca?

Cs, colgado de la brocha desde la moción de censura, apunta a que crecerá, pero difícilmente Albert Rivera será presidente. ¿Es acertada su estrategia de negarse a pactar con Sánchez? ¿Romperá esa promesa, como en 2015 y 2016?

Unidas Podemos llega con expectativa decreciente y Pablo Iglesias centrado en las cloacas del Estado. ¿Eso da votos? ¿Será capaz de hacer viable la mayoría de izquierda?

Y Vox, vedette por interés del PSOE y seguidismo de PP y Cs, acaricia entrar al Congreso sin montura ni pistolas. ¿Se cumplirá? ¿Bastará la simpleza de agitar la bandera y los bajos instintos machistas y xenófobos?

Atentos.