Gol de la honrilla antes de la goleada

Rubalcaba sólo supera claramente a su rival en el bloque de políticas sociales, pero Rajoy sigue apuntando a la gloria

Gol de la honrilla antes de la goleada
Gol de la honrilla antes de la goleada
Jorge Bezares

08 de noviembre 2011 - 01:00

LAS coordenadas del debate cara a cara entre el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba y el popular Mariano Rajoy, los dos candidatos con las posibilidades de presidir el Gobierno de España a partir del 20 de noviembre, eran de 17 puntos de diferencia y 74 diputados de distancia a favor del líder del PP. Ante tal abismo electoral, el premio, entre 1,5 y cinco puntos de vellón, resultaba entre pírrico e intrascendente, sobre todo con pocas posibilidades de incidir en el resultado final de los comicios. Sólo con márgenes más estrechos, como ocurrió en 1993 y 2008, lo hubiera podido tener. Pero no era el caso.

Para colmo, en este quinto debate cara a cara entre presidenciables de nuestra democracia -Felipe González y José María Aznar protagonizaron dos, y José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, los dos restantes- estaban tasados hasta los mendrugos del catering. Y, entre unos y otros, lo encorsetaron en tiempos y temas hasta alejarlos de los debates electorales que acostumbran los países anglosajones, con más cintura y trienios democráticos y, sobre todo, con más cuerpo a cuerpo sin complejos.

Así las cosas, en el tiro único del que disponían los socialistas a 13 días de los comicios -menos da una piedra debió pensar la coordinadora de campaña, Elena Valenciano- para perturbar la arrolladora victoria que espera a los populares, Pérez Rubalcaba, de traje azul oscuro y cortaba azul con puntitos, intentó anoche sacarle los colores a Rajoy, de traje gris marengo y corbata azul, en el primer debate que ambos mantenían pese a llevar los dos treinta años pisando prácticamente los mismos ruedos políticos.

En el primer bloque, economía y empleo, el socialista logró acorralar a su contrincante, pero no como para ser el claro ganador. Pecó, por momentos, de asumir el papel de líder de la oposición que le otorgan las encuestas -posiblemente, su peor error-, y se pasó de machacón cuando le atribuyó al popular una modificación de la cobertura del desempleo en su estrategia por sacar a la luz el programa oculto del PP. A su favor, leyó poco y transmitió seguridad, aunque arrancó algo nervioso.

Por su parte, el líder de PP resultó demoledor cuando puso el retrovisor, sobre todo cuando utilizó las cifras del paro, que insistentemente arrojó contra Pérez Rubalcaba, a quien llamó por dos veces en un lapsus lamentable "Rodríguez" en clara referencia a Zapatero. En el plano propositivo se mostró rácano y algo etéreo, sin complicarse mucho en detallar la reforma laboral y la reforma de los convenios colectivos. Eso sí, pese a que leyó casi todo, terminó el primer asalto con el traje de presidente del Gobierno sin apenas arrugas. Ganó por algunos puntos, venció a lomos de los cinco millones de parados. ¡Faltaría más con el material de primera calidad que le ofreció el Gobierno de Rodríguez Zapatero!

En el apartado de gasto social, Pérez Rubalcaba mejoró y ganó por una cabeza, sobre todo cuando explicó su compromiso con la sanidad pública y llevó a Rajoy a detallar su apuesta por ella. Y también con las pensiones. Además, el popular, a veces algo enfadado, a veces con exceso de choteo, se salió por la tangente, y buscó refugio en la educación. Pero se le olvidó el estado de este negociado en Madrid, con los profesores en pie de guerra por los recortes de Esperanza Aguirre en la escuela pública.

En el apartado de calidad democrática, el candidato popular se saltó el guión temático y leyó una batería de propuestas. El socialista le preguntó sobre los matrimonios entre homosexuales y se centró en la desaparición de las diputaciones. "Son preconstitucionales", dijo. Rajoy las defendió con una mirada melancólica tras haber presidido la de Pontevedra cuando apenas contaba con 28 años, y despachó los matrimonios gays con la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) que está por llegar.

Ambos se acordaron del voto rural. Pérez Rubalcaba, como diputado gaditano, elogió la belleza de los pueblos de la Sierra de Cádiz y Rajoy se refirió a ellos mencionando dos de Sevilla -Cazalla y Constantina- y dos de Cádiz -Olvera y Grazalema-. Y celebraron el comunicado de ETA. Los discursos finales tuvieron aires navideños.

En definitiva, Pérez Rubalcaba metió el gol de la honrilla ante la goleada que le viene de camino en las urnas. Rajoy no deslumbró ahora que le han descubierto carisma, pero tampoco perjudicó la victoria electoral que el PP logrará el 20-N.

Por lo demás, el capitidisminuido formato no impidió que la cosa adquiriera dimensión de gran acontecimiento televisivo, casi planetario, según palabras de los portavoces de la Academia de la Televisión de las Ciencias y de las Artes -en especial, la presentación de Manuel Campo Vidal, dándole la bienvenida a Europa y América y hablando en italiano y portugués-. A ello ayudó decisivamente la presencia de periodistas de una agencia china. Además del toque asiático, el debate arrojó cifras voluptuosas: 555.000 euros de coste, 650 informadores acreditados de 80 medios nacionales e internacionales, 300 invitados y 24 televisiones en directo y once webs por internet. Los indignados del 15-M fueron muchos menos -apenas varias docenas- y estuvieron acordonados convenientemente por la policía a unos 200 metros del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. Ellos se lo perdieron.

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