Rubalcaba, a los puntos
EL guión se cumplió estrictamente. Había un candidato consciente de que ganará las elecciones del 20-N y predispuesto a no arriesgar su posición despejando las calculadas ambigüedades de su programa electoral, y había otro candidato igualmente sabedor de que va a perder y preparado para hurgar en las inconcreciones de su adversario. Y así fue durante todo el debate. Con estas premisas pasó lo que se esperaba, con un resultado que estaba cantado: Rubalcaba se estudió a fondo el programa de Rajoy y le sometió a un interrogatorio tenaz y reiterativo sobre los flancos débiles en materia de prestación por desempleo, convenios colectivos, sanidad y educación. Rajoy rechazó como insidias y falsedades las sospechas de su contrincante y le devolvió todos los golpes con un solo golpe: ¿por qué no ha hecho estando en el Gobierno lo que ahora dice que hará si es elegido presidente? Se confirmó que el gran adversario de la credibilidad de Rubalcaba es Zapatero. A los puntos ganó Rubalcaba y perdió Rajoy. Lo contrario que el 20-N, cuando ganará Rajoy por KO. O, si se quiere, por la inferioridad manifiesta del contrario. Una inferioridad que nace de la brutal realidad de la crisis y de la evidencia de que se puede dudar de cómo lo harán Rajoy y los suyos, pero es indudable cómo lo han hecho Rubalcaba y los suyos. Era una lucha entre lo malo ya conocido con propósito de enmienda y lo desconocido con visos de mal menor. Aunque lo malo tuviera una noche más convincente
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