Sánchez se refugia en las encuestas
La Rotonda
El presidente del Gobierno no quiere debates que le comprometan por lo que hizo y por lo que pretende hacer
John Motty, afamado comentarista inglés de fútbol, dijo en cierta ocasión, mientras retransmitía para la BBC, que "a aquellos que estén viendo el partido en blanco y negro, les diré que los Spurs van de amarillo". La campaña electoral pendonea con imágenes sombrías, acusaciones insolentes y promesas abstractas, lo que el CIS, que dirige el socialista de cámara José Félix Tezanos, aprovecha en su empeño por vestir de amarillo -como aquel día los victoriosos jugadores del Tottenham- al presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, a la vez que oscurece de manera paulatina a Pablo Casado, mantiene a Albert Rivera en la gama de los grises, ampara con propinas a Pablo Iglesias y atiza el espectro que lidera Santiago Abascal.
La macroencuesta que esta semana ha difundido el instituto demoscópico oficial responde a cánones tan científicos como todas las anteriores desde que Sánchez ocupó La Moncloa, supuesto que ya quedó nítidamente aclarado con el varapalo que sufrieron sus predicciones en los todavía recientes comicios andaluces. La fiabilidad de la muestra quiebra ante dos datos creíbles, sobre todo el primero: el número de indecisos roza el 40% y la abstención rondará el 25%, por lo que, como apuntan los expertos, no puede ser fidedigno un resultado que, cocina aparte, emana del 35% del electorado.
Lo reconoce el propio director del CIS al confesar sus dudas sobre la tremebunda caída del PP y otorgar a Vox más escaños que los que le atribuye el sondeo. Cumplida la tarea encomendada, Tezanos matiza que la encuesta sólo representa "la foto fija de un momento", aunque en este caso se dé la paradoja de que, desde que él llegó al cargo, todos los momentos son calcados y eltour electoral siempre lo encabeza el mismo. Acierte o yerre, no cabe mayor diligencia en su calidad de militante, ni rostro con más cemento. Como buen perito en climas de opinión, Tezanos sabe que la mentira y la verdad nunca son perfectas. Con las evidencias no hay quien pueda, y lo evidente es que el voto oculto, sea decidido o indeciso, determinará el futuro inmediato de este país.
La ventaja que todas las encuestas otorgan a Pedro Sánchez hace que el presidente vuelva a fiar su acreditada suerte en la astrología. ¿Para qué despeinarse cuando los malos vientos azotan a otros? ¿Para qué aclarar las grandes dudas que genera su programa plagado de inconcreciones? ¿Por qué disipar los recelos de un amplio sector del propio socialismo ante la posibilidad de que reedite su pacto con golpistas y radicales de izquierda? Sánchez no quiere debates que le comprometan por lo que hizo y por lo que pretende hacer, ignora que, en 2015, erigiéndose a sí mismo en adalid de la transparencia, exigió a Rajoy mantener un cara a cara, que éste afrontó con el equivocado desprecio que le merecía su oponente. Sánchez confía en que el resultado del próximo día 28 le permita decir: "No podéis llamarles gilipollas..., ¡son votantes!".
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