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¿Y si la 'pela' deja por fin de ser la 'pela'?

Fede Durán

11 de diciembre 2007 - 03:05

A CiU le gustan los golpes de efecto. Acreditado queda desde el arranque democrático. El de ayer, sin embargo, es difícil de justificar porque desbarata las previsiones económicas de otros grupos minoritarios, las del Gobierno y las suyas propias. Vale, la política está íntimamente ligada al cálculo. El margen de improvisación es ridículo. Así que habrá que barruntar. La única conjetura razonable, la única sólida, acoplaría la decisión de los nacionalistas -respaldados con entusiasmo por el PP y casi a regañadientes por ERC- a la cercanía electoral. Una vez más, y van tropecientas, CiU emergería ante el votante catalán como la auténtica e incorrompible defensora de aquella santa tierra con la excusa de la desactivación prematura del Estatut.

La culpa la tiene el Gobierno. La culpa la tiene España. El argumento es tan innovador que provoca emociones incontrolables y muchísima admiración hacia el ingenio mostrado por los estrategas de la federación. Pero el riesgo que asume CiU es colosal porque pone en peligro la inyección financiera que debía rescatar a Cataluña del marasmo. Impresionante. Y hasta romántico. Por fin, las ideas pesan más que los intereses particulares para un partido político ibérico (y español).

Lo previsible es que los Presupuestos superen la criba de la mayoría absoluta en el Congreso. Si ya lo lograron el 24 de octubre, ¿qué impide que se reproduzcan las fidelidades logradas entonces? ¿Acaso no son fiables los dos diputados tránsfugas que abrazaron las cuentas públicas de Solbes sin pensarlo -o pensándolo quizás demasiado bien-? ¿Quién se atreve a negar la naturaleza altruista de PNV y BNG? Para ellos, evitar la reprobación de Magdalena Álvarez no tenía relación alguna con el cheque que les iba a regalar por el gesto el Ejecutivo socialista.

Lo de CiU, pues, no es más que un torero brindis al sol. Vivir a la sombra de las desfasadas cuentas de 2007 sería bárbaro. Todas las comunidades recibirían menos. Y el gran representante del catalanismo desmontaría uno de los prejuicios más recurrentes de la historia española. Por vez primera, la pela ya no sería la pela.

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