Las claves
Pilar Cernuda
Ribera, indispensable para Sánchez
Dietario de España
Como le decía Di Stéfano a aquel portero torpe del Valencia al que entrenaba y que no paraba una: “Ché, no te pido que atajes las que van dentro, pero al menos dejá las que van para fuera”. El PP debería dejar pasar al menos las que van para fuera. Se nota a leguas que ha pillado un cabreo monumental por el asilo a Edmundo González. Para su retórica –el Gobierno social comunista de corte bolivariano que preside Sánchez– le habría venido mucho mejor que el Gobierno le hubiera negado el asilo al político perseguido por el régimen de Maduro. Y que Moncloa hubiera dicho: “De asilo, nada: usted se queda en Venezuela y aguanta como un machote”. ¿De verdad un Gobierno del PP no habría aceptado esa petición de asilo? Por lo que dicen ahora, no.
Pero resulta que Exteriores sí ha aceptado la petición de asilo de González, un señor de 75 años con aspecto de tener una salud quebradiza, en busca y captura, y quien probablemente habría acabado encarcelado o en una cuneta en Caracas. Así y todo el PP ha mudado el discurso y –puro grouchismo– ha fabricado otro. Gobierno traidor y cómplice de Maduro que alivia al régimen sacando a González. Y además, pactando vergonzantemente por debajo de la mesa con la dictadura. No se sabe qué, pero pactando. Porque esa es otra: la fuente de autoridad para sostener que España cedió en algo ante Venezuela es Delcy Rodríguez. La demonizada ministra de Maduro por el propio PP ahora sirve al PP, que la cree antes que al ministro español de Exteriores. ¿Por qué? Qué más da. Lo importante es seguir dándole a la barrena.
Ya tenemos una crisis diplomática con Venezuela. Las crisis diplomáticas se asumen cuando toca pero tiene que ser por los motivos correctos no por pura irresponsabilidad. La de Argentina podríamos habernos evitado. La de Venezuela es asumible si se produce por dar asilo a un político perseguido y al que le han robado las elecciones. Pero no porque un partido decida que con ese asunto también se fabrica biomasa electoral. La política exterior y cualquier cosa parecida a la responsabilidad de Estado convertida en un despojo político. España 2024.
Tanto es el descontrol interno que a la vez que el PP promovía en el Congreso reconocer a Edmundo González como presidente de Venezuela, el popular González Pons defendía desde Bruselas que la verdadera líder y presidenta in pectore es María Corina Machado. Y con palabras desdeñosas y tirando con efecto agregaba: “Ella sigue hasta el final, ni se vende ni se rinde ante la dictadura”. Y no como Edmundo González, que ha salido por patas (traducción libre) o “como un delincuente”, según versión de una senadora del PP.
Estas jugadas alicortas no suelen ser inocuas: tras la aprobación por el Congreso del reconocimiento de Edmundo González como presidente promovida por Feijoo, a la contra de la estrategia de la UE, el régimen venezolano amenaza con romper relaciones diplomáticas y económicas con España. Igual el PP termina dando explicaciones. Y el PNV, que aprobó la moción, de forma particular a Repsol, cuya filial Petronor paga impuestos en el País Vasco y cuyo CEO, Josu Jon Imaz, fue presidente peneuvista. Repsol tiene una exposición crítica en Venezuela: tiene proyectos en marcha y es la única autorizada para comprarle crudo a la empresa nacional venezolana. Además de tratar de recuperar la deuda que Venezuela arrastra con la compañía española. España, por cierto, hasta junio ha importado la mayor cantidad de petróleo venezolano en nueve años.
Eso son bagatelas. Bisutería sin importancia. Lo importante es la foto de la ruptura del bloque que apoya el Ejecutivo y decirle a los españoles que Sánchez es como Maduro pero sin chándal de brillo. Con ese fin, cualquier constructo es trinchera. Al PP no le encaja el movimiento del asilo: ¿el PSOE protegiendo a los perseguidos por Maduro? El Gobierno no reconoce la victoria de Maduro y, alineado con la posición europea, sigue reclamando las actas. Pero no cuela. La propia Maria Corina Machado advirtiendo de que la vida de González corría peligro. Pero sigue sin cuadrar. Que comparezca la verdad, exista o no otra verdad. Cuando algo no le encaja, el PP saca al portavoz Miguel Tellado y desempata. “No dejes nunca que la verdad te estropee un titular”, decía el adagio clásico adjudicado a Twain aunque parece muy de Billy Wilder en Primera Plana. Pues igual, el PP mete dentro hasta las que van para fuera.
Las comunidades del PP han comenzado a presentar, en cascada, sus recursos ante el TC contra la Ley de Amnistía, como estaba anunciado. Es lógico el recurso. Es política, aunque se acompaña el escrito con una de las frases de manual que, de tanto emplearla, pierde su efecto: “Es el mayor acto de corrupción política de nuestra democracia”. Tiene sentido que denuncien que la ley obedeció a la perentoria necesidad del Gobierno de Pedro Sánchez de conseguir los votos de los independentistas y a no al restablecimiento de la convivencia. Rechina más que entre la grupeta popular se encaje Emiliano García-Page, el presidente castellano manchego, con largo pedigrí socialista, tan prolongado como su acusada militancia antisanchista. En total, el TC ha recibido ya 20 impugnaciones contra la ley de Amnistía.
En la democracia española no está resuelto hasta dónde llega la obligación de un político con sus siglas. Cuál es el límite incluso cuando se trata de votar ciertas leyes en el Parlamento. La única cláusula de conciencia que recoge la Constitución es la que protege a los periodistas para salvaguardar su derecho de opinión y su ética profesional. Los diputados pueden votar lo que deseen sin que le ampare ninguna salvaguarda similar, aunque extrañamente se dan casos de deserciones. Es conocido que la política estadounidense funciona de manera bien distinta.
¿Debe (porque poder, puede) un presidente autonómico del PSOE anteponer la lealtad a su partido a sus profundas creencias políticas, que no tienen porqué ser la de su marca en determinados casos? La respuesta parecería fácil, pero no lo es porque en la carrera y los éxitos políticos de estos líderes sus siglas tienen mucha relevancia. No llegan al cargo por generación espontánea ni por exclusivos méritos personales. Si se forma parte de un proyecto político la discrepancia abierta y razonada es lealtad; ir contra tu propio gobierno en los tribunales es otra cosa. Pero tiene argumentos Page, claro: en el programa electoral de su partido no figuraba (no se había ni discutido ni aprobado) una decisión trascendental como la de conceder la amnistía a los condenados por el procés. Le asiste, en eso, la razón. Sustanciar su discrepancia con un recurso al TC, especialmente en un asunto que no afecta frontalmente a su comunidad, es más difícil de justificar. Más sentido tiene que recurra la financiación pactada con Cataluña cuando se conozcan los detalles si entiende que perjudica a los ciudadanos que lo han votado.
Para unos es coherencia, para otros deslealtad o traición. Para algunos es lealtad consigo mismo. Para el PP, munición de primera. Para el Gobierno, otro sofocón, por mucho que tengan amortizado todo lo que digan o hagan Page y Lambán.
La Diada, de capa caída
Ha pasado del histórico 1,8 millones de ciudadanos manifestándose en 2014 a los 60.000 asistentes de este 11 de septiembre. Evidentemente la calle ya no es del independentismo. Y posiblemente muchos independentistas no quieren saber nada de esos partidos. Y algo más: el hartazgo. Hartos hasta de sí mismos. Ese es un motor poderoso.
Kamala y el periodismo desmontan a Trump
El debate entre Kamala Harris y Trump dejó una buena noticia: el populismo se puede combatir. Con inteligencia, estrategia y decisión. No es ninguna obviedad. Hasta ahora los propios populistas y sus votantes se retroalimentan de las críticas. Cuanto peor, mejor. Pero Harris estuvo lista. Y Trump, pendenciero como siempre, poco espabilado. Ni los inmigrantes se comen los caniches de los ricos de Indian Creek ni en algunos estados demócratas se permite el asesinato de niños con nueve meses. El rol de los periodistas fue determinante para que la basura trumpista no tuviera más recorrido. Cuestión de ir aprendiendo. Y en Francia un tribunal ha condenado a dos mujeres que difundieron la supuesta noticia de que la esposa de Macron es transexual. Otro motivo de aprendizaje.
X, la gran letrina
El último en pegar un portazo en el antiguo Twitter (hoy, X) del trumpista Elon Musk ha sido el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, harto de ser insultado con todo tipo de lindezas. Como decía esta semana la periodista Elena Carranco, lo lógico es que la capital condal retire ahora sus cuentas oficiales. Cuando se vayan las instituciones, los gobiernos, la Otan, la Comisión y el Parlamento europeo, la Nasa, los clubes de fútbol, las marcas comerciales y nos vayamos los ciudadanos hartos de tanta basura, se quedarán sin juguetito. Mientras, Musk encantado de liderar un proyecto convertido en el espejo indeseable del nuevo paradigma del insulto y el odio. Y con la otra mano, mientras tanto, manda millonarios al espacio.
Si conduces no bebas nada
Interior va a rebajar a 0,2 gramos de alcohol por litro de sangre la tasa máxima permitida para los conductores. Empezó siendo de 0,8 en 1973. Es obvio que tiende al cero. Más claro no nos lo pueden decir.
También te puede interesar
Lo último
VI Premios Salud y Bienestar de Grupo Joly
Un reconocimiento a la vocación profesional en pro de la excelencia
Informe sobre barrios marginales
La cara menos amable de las ciudades de Andalucía