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No todo es estudiar...

Ocio

Las actividades de ocio ayudan a los más pequeños a conseguir autonomía y a relacionarse con otros niños de su edad fuera del ámbito escolar

El ocio es muy importante para el desarrollo educacional de los más pequeños.
Nerea Núñez

13 de septiembre 2019 - 02:00

No solo el deporte fomenta un mayor desarrollo de capacidades a la hora de estudiar, también lo hace el ocio y la cultura. Tener un rato de esparcimiento y de desconexión hace que la mente se relaje y esté más receptiva cuando se retome el estudio. Por eso es recomendable que los niños no pasen demasiado tiempo estudiando, porque llega un momento en el que el cerebro se satura y no asimila la información de manera productiva.

Que los niños dispongan de tiempo libre y ocio es vital para que no se vean cargados de obligaciones. El tiempo libre es el tiempo que se puede dedicar al ocio y no debe ser necesariamente productivo. Las actividades de ocio pueden realizarse individualmente pero es muy frecuente que precisen de la participación de otras personas. La sociedad tiende a establecer sus espacios de ocio como un elemento más de su actividad habitual y, de esta manera, promueven la cohesión y la comunicación de sus integrantes al posibilitar que, conjuntamente, realicen actividades placenteras.

La familia y la escuela pueden promover actividades saludables y creativas en las que intervengan muchos de sus integrantes, redundando tanto en el crecimiento de los implicados como en el establecimiento de climas positivos y agradables en esas instituciones.

Es importante no confundir lo educativo del ocio con su obligatoriedad e impedir que se convierta en un objetivo impuesto; esto ocurre cuando se convierten las actividades extraescolares en clases de informática o inglés, ocupando el tiempo libre de los niños y las niñas en otras asignaturas añadidas.

Tampoco hay que perseguir la intelectualidad en el ocio, como proponen las personas que sugieren constantemente juegos educativos a sus hijos. En el ámbito familiar, la posibilidad de disponer de espacios de ocio compartidos permite estimular el diálogo y la convivencia. Uno de los objetivos del desarrollo infantil es adquirir un grado significativo de autonomía. El ocio puede resultar un instrumento para ello si los adultos enseñamos a los niños que respetamos sus elecciones, sus decisiones y también sus consiguientes equivocaciones. A la vez que se fomenta la independencia, hay que ser capaces de estimular la solidaridad a través del ocio, y mediante el juego es más fácil transmitir esos valores.

El saber no ocupa lugar

La cultura forma parte fundamental del conocimiento humano. Por ello, los niños desde pequeños deben saber que el saber no ocupa lugar. Hay que enseñarles que aprender no implica que, el tema en cuestión, tenga que ser aburrido ni mucho menos.

Para ello es muy importante que los padres y el entorno familiar cercano prediquen con el ejemplo. Los niños han de ver a sus referentes leyendo libros y acudiendo al museo, al cine, al teatro o a conciertos para que asocien ese comportamiento, lo vean habitual y no se extrañen cuando se les proponga una actividad similar.

Con el tiempo, la práctica de dichas actividades hará de esos niños o adolescentes personas con un vocabulario más extenso y con mayores conocimientos con respecto al mundo circundante.

Además, al comprobar que leyendo o yendo al cine o al museo pasan un buen rato, no irán obligados porque se divertirán y dedicarán su tiempo de asueto a dichas actividades por puro placer.

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