Disfrutar, sabia decisión
Feria del Caballo 2019
La parada hípica del Escuadrón de la Guardia Civil anima desde la mañana un viernes de Feria que da paso a la última jornada en el Real
Jerez/Dice una fuente muy fiable como Fernando Taboada que lo mejor de la Feria es que no hace falta saber de nada en especial: no te exige bailar sevillanas, torear, hacer farolillos, ser experto en vinos... Eso sí, lo único que se pide, qué menos, son ganas de pasárselo bien. Ponerle empeño a la cosa y no ser un quejica. Vamos, lo que se dice tener cuerpo de fiesta.
Este viernes de Feria daba para mucho. Lo primero, la buena temperatura. Le siguió una exhibición de lujo por el Real por parte del Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, tras recoger su Caballo de Oro en el Depósito de Sementales. “¡Viva España!”, jaleaban algunos niños a los integrantes. Una parada hípica que generó una gran expectación a su paso y algún que otro comentario de asombro, sobre todo, aplausos. Un día grande, animado desde incluso antes de la hora del almuerzo. Mucho público por el Real, extranjeros y terrazas llenas para ver pasar a la Guardia Civil a caballo.
Con los estómagos colmados y los vasos también, las actuaciones de las casetas se fueron sucediendo. Una agenda muy completa hasta la madrugada. La gente buscaba bailoteo. La fórmula es así: caseta llena, actuación; caseta tranquila, perfecta para retomar fuerzas y seguir con la jornada. Así que, la cosa estaba a gusto de todos.
Día de toros, lo que anima más el cotarro, en la plaza, porque algunas casetas se vacían con tal ocasión. Día de brindis, como el ‘brindis arcoíris’ celebrado en la caseta de Jerelesgay con motivo de la conmemoración ayer del Día Internacional contra la LGTBIfobia. Día de vendedores de claveles, los que no se han visto casi durante el resto de la semana, y de leer la mano por 25 euros (para quien los haya pagado).
Y si hay algunas casetas que no cumplen la normativa musical, hay otras que tampoco evitan servir bebidas alcohólicas a los menores de 18 años. Sólo hay que darse un paseíto nocturno y ver cómo los ‘pequeños enchaquetados’ adolescentes y sus amigas piden cubatazos en la barra con toda la tranquilidad del mundo, a la vista de todos.
Y venga serranitos a las mesas. Por ponerlos tan rápido a veces ni los calientan, eso sí, los cobran. Alguien se quejaba el otro día de que llegó a pagar hasta siete euros por uno.
Un viernes en el que los jerezanos van dejando paso a la llegada de los visitantes de fuera el fin de semana. Las chaquetas molestaban menos del frío que hacía ya a las siete de la tarde. ‘Arrecíos’ estaban algunos. Debajo del ‘entoldao’ se estaba mejor, más calentitos, o mejor cerca de la barra, junto al grupito de cante.
Llega el alumbrado. Hay quien enfila camino de casa y otros que acaban de llegar porque prefieren la noche. Llega el sábado de Feria, última jornada festiva. ¿Qué se puede esperar de ella? Ir o no ir. Menuda decisión. Como dice un ‘profesional entendido en la fiesta’, “vienes arrastrándote, pero te lo pasas del carajo al final y no quieres salir ni a tiros”.
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