Turno de Feria

Camareros, cocheros, policías, taxistas..., los currantes del González Hontoria cuentan sus experiencias laborales durante esta intensa semana, vigilantes de que la fiesta transcurra como Dios y Tío Pepe mandan: sin mucha guasa

Los hermanos José María y Gonzalo García posan en el coche de caballos con el que trabajan, a la espera de enseñar la Feria a los visitantes, ayer. 

Foto: Pascual
Los hermanos José María y Gonzalo García posan en el coche de caballos con el que trabajan, a la espera de enseñar la Feria a los visitantes, ayer. Foto: Pascual
Arantxa Cala

11 de mayo 2011 - 06:57

Si existiera una lista de cosas que más pereza da hacer en la Feria, seguro que la primera sería: trabajar... Aunque después del hecho de tener que dar explicaciones en casa de por qué la flor aquella que estaba en un principio en un ojal, acabó a modo de cigarrillo entre los dientes. Que se lo cuenten a los currantes que afrontan la semana con filosofía ya sea como camareros, policías, cocheros, barrenderos, bomberos, conductores de autobús, taxistas... Es el Real desde otro punto de vista. Es la Feria desde el otro lado.

Desde la una hasta las siete de la tarde, de lunes a domingo, José María y Gonzalo García aguantan estoicamente el calor y el levante, con un uniforme que no está hecho precisamente para estas fechas. Los dos son cocheros, contratados por una caseta, para darle paseos al personal. Ambos trabajan todo el año con caballos, así que estar en el Real no es nuevo para ellos.

Y cuando las calles ni siquiera están puestas todavía, ya está María del Carmen Reina en la caseta de la Hermandad del Rocío para dar el callo, para tenerlo todo listo. Más de 16 horas al día de trabajo como camarera. Ahí es ná, durante toda la semana. “El único secreto para aguantar tanto es echarle valor a la cosa y si uno no vale..., no está aquí. Y si te digo la verdad, esperemos que vaya la cosa mejor y que tengamos que salir más tarde todavía”. Lleva más de 10 años en la hostelería, “porque me gusta este trabajo. Aunque estar en una caseta es más duro que el trabajo del resto de las temporadas en los hoteles, pero se lleva bien. Además, la clientela que tenemos aquí es muy buena y no hay nada de guasa. Es gente muy sana y que lleva viniendo aquí mucho tiempo”.

Con el brazo apoyado en la ventanilla, Curro de Joaquina espera que se suba a su taxi el próximo cliente. Y así lleva 20 ferias. “Por ahora la cosa está más tranquila que otros años, más parada, aunque lo fuerte empieza el miércoles. Y aquí estoy desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde”. Y disfrutar de la Feria, lejos del volante, “el domingo, que es cuando me voy con mi familia a dar un paseíto por el Real”. Y de anécdotas tiene Curro la guantera llena: “los colocones de la gente, el que no me quiere pagar, el que no se quiere bajar, el que vomita... Y aquí hay que aguantar tela. Es mucho más amable el día que la noche, desde luego”.

En la puerta principal, a refugio del sol, están los jóvenes Miguel Ángel Cid y Eduardo Sánchez, encargados de controlar los carruajes que entran al recinto, que los cocheros vayan con el uniforme pertinente, que el carro coincida con la foto que llevan estos dos currantes, que tengan matrícula..., “y por ahora se está cumpliendo todo a la perfección. Y así estamos desde el lunes y hasta el domingo. De una a seis y media de la tarde”. Aunque son de un pueblo de Sevilla, uno guarnicionero y otro obrero de la construcción, también tienen sus escapaditas a las casetas jerezanas, una vez acabada la jornada. Un trabajo extra, caído como agua de mayo.

Y pegado a un walkie está José (nombre ficticio), policía local, en la puerta del Real, pendiente de que se cumpla la ley. En el Hontoria lleva 11 años, “pero llevarse se lleva bien, una vez que te acostumbras... Mi turno va variando, lo que te permite descansar y venir a disfrutar de la Feria. La mañana es bastante más tranquila que la tarde, que es cuando se empieza a calentar la cosa un pelo. La noche es más conflictiva, aunque los casos graves en los últimos años se pueden contar con los dedos de una mano. Este año no me quejo y me puedo sentir afortunado”.

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