Una oreja por coleta en tono menor para Paquirri y El Cid
Vuelta al ruedo para el quinto de la suelta, del hierro de Manolo González, ganadería que contó con toros propicios para el triunfo en tarde de levante
Toros. Seis toros de Manolo González, una corrida bonita de presentación aunque ha tenido alguna desigualdad, y predominando el buen juego; con toros buenos como primero, segundo y quinto, uno basto sin clase que fue el cuarto y dos que vinieron a menos, sin fondo y poca raza, los del lote de Luque, si bien el tercero tuvo bondad. El quinto fue premiado con la vuelta al ruedo. Matadores: Rivera Ordóñez 'Paquirri, de nazareno y oro, buena estocada (Oreja) y estocada (Palmas). El Cid, de nazareno y oro, pinchazo, estocada algo tendida y descabello (Ovación y saludos) y pinchazo y estocada (Oreja). Daniel Luque, de grana y oro y nuevo en esta plaza, estocada algo trasera (Ovación y Saludos) y casi entera atravesadita y descabello (Ovación). Incidencias. Un cuarto de plaza con el levante molestando a los toreros. Alcalareño saludó tras parear al quinto.
Crisis en la taquilla y crisis en el ruedo, parece como si el levante también se llevara las ideas lidiadoras porque en una tarde gris como la de ayer la única eximente fue el viento, que molestó bastante.
Porque esta vez, cosa rara, quedó cerrada la puerta grande de la plaza de Jerez pero la culpa no fue de los toros, porque hubo toros propicios para el triunfo. Con una corrida, lo que se dice bonita en lenguaje taurino, con el peso para moverse y con las más propicias embestidas, se quedó casi sin lidiar porque los trofeos fueron de arte menor, dadivosos.
Crisis en la taquilla porque hubo poco público, parece mentira un jueves de feria de Jerez con esta entrada. La cosa está mal y el aficionado selecciona los carteles, salta a la vista y es la tónica que ha evidenciado Sevilla. Para colmo sopla el enemigo número uno de la fiesta en este rincón, el levante, un viento que ayer se llevó también las ideas de algunos porque hubo toros, otra vez en la jerga taurina, lo que se dice de lío.
El presidente Rafael Carrero sacó el pañuelo azul para el quinto de la suelta, decisión cuestionable, que se convirtió en una especie de reproche al Cid, que saldó esa faena con una oreja de las dos que se cortaron en toda la tarde, la otra fue para Rivera Ordóñez en su primero.
Y fue ese primer trofeo por el mérito de la buena estocada. Paquirri anduvo afanoso pero sin terminar de acoplarse con un toro que nos dio la impresión de que ofreció muchas más posibilidades de las que Rivera Ordóñez convirtió en realidad.
El torero había pareado con acierto y lucimiento rematando muy bien el tercio con un par al violín, pero entre el aire y que la pelea fue en los adentros aquello no llegó a entusiasmar. El presidente atendió la clemente petición. Peor suerte tuvo Rivera con el segundo de su lote, el más feo del encierro que hizo honor a esa hechura. Complicado, sin entregarse y con la cara alta que no descolgaba ni ante el estoque. Ni rivera ni nadie, acabando el toro molesto y amagando con quitarse la muleta. Rivera lo mató con destreza.
El Cid tuvo un toro bueno para abrir su actuación, un animal burraco con el que no dio el torero la dimensión a la que nos tiene acostumbrados. Tiró el de Gerena de su mejor armamento, la zurda, pero con inseguridad ante un toro que se le venció alguna vez por el lado derecho, matiz que achacamos al viento. El toro fue aplaudido en el arrastre y El Cid también recibió una ovación del buen público del coso de la calle Circo.
Su segundo si tuvo un defecto fue que lanzaba sus miraditas al diestro, pero dio juego y tuvo esa transmisión que se echa de menos. El Cid puso a la plaza batir palmas con sus excelente verónicas de recibo pero la faena de muleta tuvo altibajos y eso que El Cid plantó cara sin dilaciones, con la zurda. En la condición de figura está ser muy exigente con uno mismo y El Cid es el primero en saber que en Jerez aquel toro se podía haber ido sin el rabo con una pelea más uniforme aunque no le faltó entrega al torero. Porque hubo pasajes de esa calidad que atesora el saltereño, que sí que encontraron el cálido eco del tendido.
Daniel Luque se presentaba en esta plaza pero la verdad es que encontró el peor lote. Su primero vino muy a menos, blando y con poca raza, se fue apagando, eso sí tuvo una embestida suavona, noble, que Luque pensó en aprovechar tirando bonitas pinceladas sobre ambos pitones rematando con torería, pero tuvo el handicap del viento, que además de moverle las telas le hizo tantear terrenos moviéndose por la plaza desde las tablas del sol hasta los medios de sombra. Fue una faena de versos sueltos con el torero muy comprometido en componer la figura. El sexto fue el garbanzo negro del encierro y Luque no tuvo apenas opciones.
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