Un portazo, punto final del abono
Castella y Manzanares abren la puerta grande, mientras Morante sale de vacío con un descastado lote
Lesionado Luis Blázquez por cogida y el picador Barroso por un derribo
Un llenazo y las figuras a hombros
El cartel
Ganadería: Seis toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presentación para esta plaza, pero blandos y descastados. Sobresalió el segundo, que se desfondó y el sexto que terminó entregándose, los demás desrazados, rajándose el quinto.
MATADORES: Morante de la Puebla, de rosa y azabache, pinchazo y casi entera atravesada SALUDOS y pinchazo y media PITOS. Sebastián Castella, de sangre de toros y oro, estocada DOS OREJAS y pinchazo, corta baja y descabello tras levantar el puntillero al toro OVACIÓN tras aviso. Salió a hombros. José María Manzanares, de perla y azabache, pinchazo y estocada SILENCIO y estocada baja DOSOREJAS. A hombros.
Incidencias: Casi lleno en tarde agradable. Luis Blázquez resultó cogido al parear al segundo sufriendo herida inciso contusa no penetrante en el muslo izquierdo y contusión en el mismo lado del tórax, de pronóstico reservado.
TERMINA el abono taurino de feria de Jerez con otra puerta grande, esta para Castella y Manzanares mientras que Morante se fue a pie y sin el beneplácito del benévolo público jerezano, con un mal lote de un encierro de Juan Pedro Domecq muy justo de casta en el que los toros que sobresalieron en los primeros tercios, segundo y cuarto, no tuvieron la duración debida.
Y casi lleno en la plaza, menos entrada que la víspera pero con un público más jerezano y medido que el viernes. Faltaron las hordas cubateras, ayer salientes de cornada sin duda, que todos los días no es fiesta. No es que faltara el clásico palurdo que corre a abrevar al ambigú con el toro en el ruedo, pero fueron habas contadas. Hubo más jerezanía en la plaza ayer, con un público que acogió con desagrado uno de esos fandangos que hoy florecen en los tendidos y que mandó a callar al enternecido de turno, que pedía el indulto del sexto. Tammbién es justo decir que en este abono hemos encontrado la plaza más aseada y el ganado mejor presentado, amén de lo bueno habido en el ruedo. Ojalá haya algún festejo más en 2025.
Morante de la Puebla estuvo muy bien con su primero –dada la condición del toro– y el público lo sacó a saludar. Fue un toro brusco y topando, con las manos por delante en los primeros tercios, sin propiciar el ansiado toreo de capa. Tampoco fue grato en la brega dando algún arreón, distrayéndose en el tercio de banderillas. Siguió rebrincándose en los primeros muletazos de tanteo por la derecha pero fue más dócil cuando Morante lo pasó con la zurda. Al final se repuchaba escarbando, sin casta. Los ayudados finales del de La Puebla, dando tablas, cayeron como agua de mayo.
El cuarto no era toro para Morante y lo cantó desde que salió, perdiendo las manos cuando no las echaba por delante: solo una vez pudo estirarse el torero lanceando. Suelto en la brega, tumbó a Barroso, quien quedó atrapado debajo del caballo en un trance peliagudo del que por fortuna el querido varilarguero jerezano salió indemne, pero dolorido y con un dedo lastimado. Y le pegó un puyazo en regla al toro. Barroso fue ovacionado y el toro no quedó ni con media arrancada para la muleta por lo que Morante abrevió con el enfado del público. No había materia prima ni para Morante ni para Curro Cúchares que levantara la cabeza.
Castella tuvo mala suerte en sus dos toros porque no duraron como para una magna obra aunque sí que les sacó su partido aunque la espada le dejó sin trofeo en su segundo. Su primero, lindo, metió la cara con clase en los lances de recibo que le recetó con maestría el francés. Cayó el toro en el caballo pero volvió para recargar y se movió en banderillas, con un gran par de Chacón. Lo malo es que cogió en el segundo par a Luis Blazquez, que hasta los brochos tienen con qué herir. El torero fue a la enfermería.
Castella, que compuso un bonito quite, ya con la muleta lo pasó por alto, ceñido y a pies juntos, y dejó una gran serie en redondo.
Cuando se echó la mano a la izquierda el toro echó el freno y ya no le quedó más al espada que arrimarse y desplantarse para salvar una labor que remató a lo grande con la muleta en la espalda y de una gran estocada.
Su segundo, que nos hizo abrigar grandes esperanzas porque se arrancaba de largo, se rajó en la muleta y a Castella no le quedó más que un nuevo arrimón en tablas, solvente, sereno y con sitio.
Tampoco anduvo falto de solvencia, serenidad y sitio Manzanares con el sexto, el toro de su triunfo. Su primero, que ya había blandeado de salida, fue noble y manejable en banderillas pero embestía al principio a trompicones, con muy poca clase, a la muleta del alicantino. No mejoró y lo poco que tragó fue en redondo y con no poca sosería.
En el sexto estuvo Manzanares con las ideas muy claras para sacarle partido a un toro descastado en los primeros tercios, sin entrega, pero que fue a más con el buen trato del alicantino, que pulseó y tuvo empeño en hacer que asomara la casta precisa para encender al público. No pudo sublimarlo con la zurda pero los redondos limpios, tirando mucho del toro, tuvieron calidad, cerrando con una serie de clamor.
Lo peor de la tarde fue el percance de Luis Blázquez, cuyo pronóstico empeoró en el hospital según hemos podido saber al rematar estas líneas, con varias costillas rotas y un hematoma lumbar.
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