Que nos quiten lo bailao
Sábado de Feria
La Feria, de más a menos, aunque correcta, se despide con luces y sombras en su regreso
La música y su volumen, el paseo de caballistas y los reservados de socios, lo que más falla
Que viene la jaca Paca
Las siguientes líneas pueden herir la sensibilidad del lector, al que recomiendo encarecidamente que deje de leer en este mismo instante para evitar llevarse un sofoco innecesario. Todavía siguen aquí, ustedes mismos; advertidos están. En cualquier caso, les diré que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o eso creo.
Mírala cara (a) cara que es la primera... Ya se lo dije días atrás, no hay bolsillo que aguante ocho días de feria, con sus respectivas noches, al precio que se ha puesto la vida. En el recinto ferial hay de todo y siempre se pueden encontrar opciones algo más económicas, pero en líneas generales, los precios de Feria han sido un disparate.
Sin duda, una de las cosas más comentadas dentro y fuera del González Hontoria, también en las redes, que se ha notado en el bajón de afluencia según avanzaban los días, salvo el viernes, apoteósico como el primer fin de semana con lleno absoluto en las casetas y en las calles del Real, no así el segundo sábado de día, con buen ambiente en las casetas y vacío en el exterior, también en el paseo de caballistas, un tanto desangelado en las horas centrales del día, en las que había más gente en la calle Larga que en las del Hontoria.
La Feria, correcta en líneas generales, ha ido de más a menos,en parte por los precios, en parte porque se hace muy larga, tanto al que la trabaja como al que la disfruta, pues que quieren que les diga, no hay cuerpo ni cartera que aguante de cabo a rabo. El reality Supervivientes es un mojón al lado de una semana y un día de Feria que ni un jabato, y se lo dice alguien que, ya sea por trabajo, ya sea por compromisos, ya sea por voluntad propia, ha pisado el albero todos los días sin excepción.
El sábado del alumbrao estuve hasta bien entrada la madrugada; el domingo, desde el almuerzo hasta la madrugada; el lunes, hasta las seis de la tarde y por la noche; el martes, comí al lado de la Feria y desde las seis de la tarde hasta la madrugada; el miércoles, día de descanso, sólo pisé el Real de dos a seis de la tarde; el jueves, nuevamente de dos a seis de la tarde y las últimas horas de la noche hasta el cierre; el viernes, distroyer, almuerzo junto a la Feria y hasta el alba, y el segundo sábado, ya para el arrastre, de dos a cinco y ni se me pasó por la cabeza dejarme ver por la noche.
Lo que viene siendo un fatiga, pero que me permite a la vez tener una percepción amplia de lo que acontece en el Real en esta semana larga de la que les doy cuentan en estas crónicas, que no dejan de ser crónicas de Feria a las que hay que dar la importancia que tienen, es decir, ninguna, y en las que vuelco mis vivencias, andanzas, chascarrillos y vale, lo admito, también mis iras y paranoias.
Este año me ha dado por ponerle apellidos a todos los días de la Feria, ya saben, sábado del alumbrao, martes de los cacharritos, miércoles de las mujeres, el jueves de los jartibles... y el sábado, pues el sábado lo voy a llamar el ‘family day’, en el que las comidas de empresa dejan paso a las reuniones familiares, también de familias venidas de localidades vecinas, que llenan el vacío que dejan los jerezanos que aprovechan el último fin de semana para huir a los municipios costeros y desintoxicarse de tanta fiesta.
En el repaso global de estos ocho días y sin ánimo de ofender, pues insisto, estas son simple y llanamente mis reflexiones, tan libres como las de cualquier otro, les diré que, personalmente, me gustaba más la Feria de antes.
En su día, el ex alcalde Pacheco, devoto por otra parte de la piqueta -recuerden si no el episodio del chalé de Bertín Osborne, derribó las casetas fijas del recinto ferial -González Byass y Domecq, Rumasa, Club Nazaret, Casino Jerezano, Los Lagartos...- para popularizar la fiesta, para socializarla, que no sociolizarla, tendencia que se viene observando desde hace años y que parece no tener fin.
La ordenanza reguladora de la Feria del Caballo dicta, textualmente, que “todas las casetas serán de libre acceso” si bien permite reservar un espacio para los ocios “que no sobrepase el 25% de la misma y “un solo día, que deberá fijarse entre los dos primeros de la feria”, para el uso privado por parte de los socios.
¡Vaya hombre! Sin comerlo ni beberlo nos ha salido el nombre de otro día de la Feria, el ‘Día del Socio’, que no siempre respeta la ordenanza, pues ayer mismo una caseta muy eléctrica impedía la entrada a la hora del almuerzo a todo aquel que no tuviera mesa reservada y no era por problemas de aforo. Por cierto, lo del aforo máximo permitido, que algunas casetas anunciaban en carteles, da para echarse unas risas.
Fuentes municipales, vamos a dejarlo ahí, coinciden con una de las asociaciones más representativas de caseteros en que el inicio de todos los males de la presente edición de la Feria está en la coincidencia de la inauguración con el final de la Feria de Abril de Sevilla.
Ya digo que, en líneas generales, creo que esta ha sido una feria correcta, pero siempre hay detalles que mejorar y habría que darle una pensada, dejar lo que está bien, lo que funciona desde tiempos inmemoriales, y corregir lo que falla.
Y falla lo del día del socio y los reservados de socios -salta a la vista que muchas casetas se pasan por el forro lo del 25%, como también falla la música, para la que se establece que, “obligatoriamente, debe estar enmarcada dentro del ‘estilo flamenco’ hasta las 24.00 horas”. Hay una segunda limitación sobre la música, la de los decibelios, que en caso de desobediencia puede dar pie, como ocurre con el estilo, a multas de 600 a 900 euros e incluso al precinto del equipo de música. Basta darse un paseo por la Feria a las siete de la tarde para comprobar que esta norma se incumple a punta pala en casetas de juventud, de partidos políticos, de hermandades... entre ellas la de las Angustias en el Paseo de las Palmeras que han dado lugar a quejas de las casetas vecinas en las que tampoco se podía estar por el estilo y el volumen de la música desde primeras horas de la tarde.
Mención aparte merece la calle Manuel Soto ‘Sordera’, rebautizada como la ‘calle del infierno’dentro del Hontoria por la sucesión de casetas-discotecas de un extremo al otro. Aunque para infierno, el que vivieron los socios de una caseta ubicada en esta calle junto a una caseta ‘huérfana’ -se suponía que no se había quedado ninguna vacía-, cuya entrada se paneló el segundo día, lo que provocó que el sábado del alumbrado se utilizara como meadero público, por no hablar de otras prácticas que se dieron en su interior.
Salta a la vista que tampoco funciona el filtro previo de los caballos que acceden al Real. He visto perros más grandes que algunos de los equinos que a diario deslucían el paseo de caballistas, por no hablar de su aspecto escuálido. Estamos en la Feria del Caballo y habría que cuidar la imagen que se da al exterior en este apartado.
Y tampoco es muy normal que todo el mundo acabe afónico a las primeras de cambio. Algo falla con lo del albero, este año renovado íntegramente, sin que se acaba de dar con la techa para solucionar este problema.
Por último, habría que pulir los detalles de la estética, otra de las señas de identidad de la Feria de Jerez que este año se ha resuelto sobre la marcha, con parches, por las dificultades que entrañaba para la nueva adjudicataria del montaje y los caseteros la adaptación a las nuevas estructuras de casetas independientes, que dejan huecos, unos mayores que otros, entre casetas y que, en la mayoría de los casos, se han tapado con lo que había a mano y sin criterio.
En fin, son algunos de esos detalles mejorables que no impiden que la Feria brille en su conjunto, en este caso en su regreso tras dos ediciones de ausencia. Pero insisto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Nos vemos, D.M., en la Feria de 2023. Y que nos quiten lo bailao, aunque este sea el lema de una de las casetas más ruidosas de la Feria más esperada.
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