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La Cartera Real recorre hoy Jerez: horario e itinerario

El 28 Festival de Jerez, fuente inagotable de creación

La muestra de flamenco referente a nivel internacional concluye una 28 edición que celebra la llegada de nuevos talentos, despide a grandes maestras y consolida a artistas que no dejan de crecer

Joaquín Grilo durante la representación de su espectáculo 'Cucharón y paso atrás' en el Teatro Villamarta. / Miguel Ángel González
Valeria Reyes Soto

10 de marzo 2024 - 22:37

Algunas voces amigas del festival comentaban, sobre todo en la primera etapa, que estaba siendo un festival algo falto de pellizco. Es cierto que tardamos varios días en ver un espectáculo redondo y espectacular, y que mientras tanto, las obras programadas exploraban otros códigos y lenguajes y, en general, eran propuestas más sencillas en su desarrollo escénico, o bien estaban planteadas para buscar ese pellizco por lugares menos previsibles. La sensación final tras 15 espectáculos en programación oficial y 23 espectáculos en sus ciclos, es que la sorpresa ha sido más sutil, más inesperada, pero no por ello menos estimulante y llena de talento en sus múltiples formas.

En anteriores ediciones el público ha salido extasiado de más espectáculos, pero también más desilusionado de muchos otros, y en 2024, sin embargo, el balance ha sido el de un festival equilibrado, sin grandes aspavientos pero sin grandes decepciones, y con momentos memorables en casi todos sus espectáculos. Si tuviera que buscar una imagen que ejemplificara esto, sería como la diferencia entre esperar fuegos artificiales desde la plaza central de un pueblo o bien coger la linterna, adentrarse en un bosque e ir fijando la atención en cada detalle: en las ramitas que salen de los árboles, en el musgo sobre las rocas o en las flores a punto de abrirse. Cuando uno sale de ese bosque —de este festival—, tiene la certeza de haber visto desde especies exóticas a árboles milenarios, y que todos tenían su función dentro del ecosistema.

Las artes vivas y el flamenco siempre se construyen sobre un hilo que serpentea el precipicio, y las compañías y los artistas trabajan en producciones en las que asumen un riesgo altísimo. En muchas ocasiones, suponemos que tendrán aspiraciones o ideas que no puedan llegar a materializar, y al final hay que ajustar nuestras expectativas como público a la realidad de cada uno. Por una parte, no perder de vista el esfuerzo económico y colectivo necesario para sacar adelante un espectáculo; por otra, ser conscientes de la honestidad de cada artista. Bailan (o cantan, o tocan) con sus cuerpos —y cada uno tiene sus maneras, con sus fortalezas y sus rasgos que lo hacen único—, bailan con sus aspiraciones personales y artísticas —y cada uno va transitando por metas y estados vitales irrepetibles—, y sobre todo, bailan poniendo toda su alma y vulnerabilidad sobre el escenario, un acto de amor y generosidad al que le corresponde el agradecimiento y cariño del público.

Alfonso Losa y Patricia Guerrero, en 'Alter ego'. / Miguel Ángel González

Alter ego, de Patricia Guerrero y Alfonso Losa, ha sido quizás el espectáculo más celebrado de este festival, y es que ambos bailaores y su elenco (Ángeles Toledano, Francisco Vinuesa e Ismael de la Rosa) supieron elevar el espectáculo a sus cotas más altas, ofreciendo una propuesta llena de creatividad, elegancia y entrega, pero sobre todo, repleta de mucho talento. En la recta final, el festival ha contado con tres espectáculos sobresalientes, tanto por la genialidad de sus compañías como por su ejecución impecable a nivel artístico, musical y escénico: David Coria y Los bailes robados, Úrsula Lopez y Comedia sin título y Estévez / Paños y compañía y La Confluencia. Tres espectáculos que además de fusionar el flamenco con la danza española, contemporánea y el folclore, han recurrido a la investigación de danzas pretéritas (David Coria a la epidemia del baile de 1518, Estévez y Paños a los códigos ancestrales del flamenco, Úrsula López a las danzas que buscaron su arraigo en Lorca tras su asesinato en el 36), y que vistos en días casi consecutivos, han supuesto un auténtico revulsivo artístico. Magistral el diálogo que entablan estos tres espectáculos.

La bailaora Úrsula López, en una escena de 'Comedia sin título'. / Miguel Ángel González

Sara Baras no sorprendió pero tampoco defraudó con Vuela, la bailaora tiene ya su trono adjudicado y en su cometido artístico está más la internacionalización del flamenco. Maui demostró con su Vermut y potaje cómo hacer un espectáculo con humor, ironía y mucha diversión, durante una hora y media es imposible quitarse la sonrisa de la cara, y en estos tiempos que corren, eso resulta dificilísimo. Sara Jiménez ha ofrecido en Ave de plata el espectáculo más oscuro y desgarrador de esta edición, construido con precisión y con un lenguaje más experimental que resultó ser honesto y coherente, una rara avis a la que seguir de cerca su vuelo, veremos si a las profundidades o a lugares más luminosos. Karen Lugo y José Maldonado trajeron Tres piezas, propuesta sencilla en sus formas pero lleno de complicidad, con un hilo interno bien construido, buen baile con dos estilos diferentes pero bien cohesionados y un excelente Chicuelo a la guitarra. También José Maldonado compartió escenario con una exquisita Mercedes Ruiz, regalando un recital clásico, elegante y cuidado hasta el mínimo detalle. Y siguiendo con Jerez, Joaquín Grilo volvió a demostrar que el lenguaje personal de un bailaor está muchas veces por encima del propio espectáculo, y es que sus maneras son y serán inconfundibles, y es que el bailaor está dotado de una gracia innata que reluce cuando más cómodo está.

Sara Baras en la apertura del 28 Festival de Jerez en el Villamarta con 'Vuela'. / Miguel Ángel González

No han faltado los homenajes, algunos más predecibles (Picasso, Paco de Lucía) y otros más interesantes y lúcidos (Marga Gil Roësset, Gabriela Mistral), con una Mercedes de Córdoba que adelantó con un work in progress memorable lo que será su espectáculo Olvidadas. Juan Tomás de la Molía y Yerai Cortés han hecho vibrar al público por su carisma, personalidad y frescura, dos artistas que emocionan y revuelven, y que dominan el arte de hacer que lo complejo parezca sencillo.

La jerezana Mercedes Ruiz durante 'Romancero del baile flamenco'. / Miguel Ángel González

Es inevitable que el público espere la sorpresa en ascendente, y estando en Jerez, una especie de éxtasis flamenco a base de pellizcos y remates. Pero, ¿hay cuerpo que aguante eso? Algunos buscan flamenco de raíz, otros, vanguardismo y creatividad. Seguirán pasando los años y el presente anhelará el pasado, la nostalgia es ley de vida y más en el flamenco, un arte especialmente atento al estudio y a la búsqueda de un pasado casi mítico. Seguirán las oscuras golondrinas preguntándose si algo es o no flamenco, si la tradición se ha perdido. En 1998, el guitarrista Luis Maravilla ya dijo en una entrevista con Jose María Velazquez-Gaztelu: “Estos flamencos nuevos no hacen más que rumbas, tangos y bulerías, y de ahí no salen. Toques con son y que armen ruido, toques rítmicos. Ahora, eso comparado con una malagueña de Chacón… esa emoción no la siento ahora” o Enrique Morente: “El periodo dorado de Manuel Torre, Chacón, Tomás Pavón, La Niña de los Peines, Marchena o Caracol ha pasado y no la vamos a tener más veces. Son épocas que ya no vuelven”.

Un momento del espectáculo ‘La Confluencia’, de Estevez / Paños y Compañía. / Miguel Ángel González

El 28 Festival de Jerez demuestra que el flamenco está muy por encima de debates obsoletos, que más allá de lo que personalmente a cada cual remueva, hay una fuente inagotable de creatividad, y que cada artista busca y rebusca formas de expresión, recursos escénicos y músicas para seguir engrandeciendo un arte que no para de sorprender. El Festival de Jerez sigue siendo un encuentro imprescindible para tomar el pulso a la escena flamenca actual, en un contexto dotado de una magia única e intransferible, con peñas, salas y cursos que alimentan una red que es también familia.

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