Tejiendo verdades
XXIII Festival de Jerez | La Crítica 'Sombra efímera'
Sombra Efímera
Baile: Eduardo Guerrero. Guitarra: Javier Ibáñez. Cante: Samara Montañés y Manuel Soto. Director artístico y escénico: Mateo Feijoó. Coreografía: Eduardo Guerrero y Mateo Feijoó. Diseño iluminación: Irene Montero. Composición electroacústica: Pablo Palacio. Músicas: Javier Ibáñez. Letras: Poesía Sufí y populares. Diseño y coordinación del telón: Soledad Seseña en colaboración con Mensajeros de la Paz. Realización telón: ‘En la Chácena’ Ana Tejeda y Rosa Rocha. Diseño de Producción: Clara Castro. Ayudante de Producción: José Carlos Durán. Día: 27 de febrero de 2019. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Tres cuartos de entrada.
Partiendo de un concepto escénico diferente, Eduardo Guerrero se aproxima a la realidad de la inmigración, un problema social que advertimos y que a veces ignoramos. Ese es el núcleo de ‘Sombra efímera’, un espectáculo en el que, fiel a su filosofía, baila bastante y muy bien. El gaditano es como un caballo desbocado que, hasta que templa el paso, es un auténtico salvaje de la escena. Así, tras un inicio pausado, donde juega con los silencios, despliega toda su fortaleza para interpretar unos tarantos en el que sus clásicos movimientos rectilíneos abundan, por no hablar de su poderío con los pies, con carretillas inverosímiles y desplantesy escorzos majestuosos.
La densa coreografía avanza por tangos, en los que, descalzo, utiliza sus zapatos a modo de fular para moverse por el escenario con desparpajo. Muy original. Las letras sociales (que como ya ha ocurrido en otros espectáculos no se pueden percibir con claridad por la calidad del sonido) y el aire ‘morentiano’ que imprimen Samara Montáñez y Manu Soto (con Javier Ibáñez llevando el mando con su rica y limpia guitarra) complementan el baile, muy aplaudido.
La técnica se impone, su dominio de la escena, también. Pero algo falla. El ritmo es lento, el montaje frío, hasta el punto de que en el teatro no hay conexión, todo discurre de una forma plana. Parece como si la chispa de su baile no termine de prender en un entorno que se vuelve monótono y donde ni escenografía ni iluminación invitan a nada.
Conforme avanza la obra, Eduardo parece liberarse. La flamenquísima voz de Samara Montáñez por seguiriyas atisba su mejor versión. Es entonces cuando a ese artista que deslumbró en su anterior espectáculo (Guerrero, donde puso el listón muy alto) irrumpe con vehemencia. Su mejor versión está por llegar, el baile alcanza el punto perfecto de ebullición. En medio de sonidos electrónicos, muy presentes durante toda la obra, Manu Soto se defiende por fandangos por soleá, un preludio, de la bulería por soleá que, con melena al viento, descubre al verdadero bailaor.
El público aplaude cada uno de sus movimientos, está ante un volcán en plena erupción y cuando eso sucede, Eduardo Guerrero es un grande. Trabaja la escobilla y remata por bulerías a las que Samara Montáñez y Manu Soto dotan de mucho calor acompasándolas hasta permitirle exhibirse. Parece como si hubiera quitado el corsé o un gran peso de encima. Ahora sí, se escucha entre las butacas.
Eduardo Guerrero from Festival de Jerez Televisión on Vimeo.
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