Joaquín Grilo, regreso a la tierra
En ‘Cucharón y paso atrás’ el artista ha vuelto a disfrutar y a conectarse al escenario con sus propios ancestros y con los inicios del flamenco, bailando desde la genealogía del cante
Joaquín Grilo triunfa en el 28 Festival de Jerez
El Grilo, por la puerta grande del Teatro Villamarta
Jerez/El estreno absoluto de Cucharón y paso atrás en el Teatro Villamarta empezaba con el característico sonido que emiten las grabaciones antiguas, pregonando así lo que estaba por venir. Con este preámbulo, Joaquín Grilo introducía al público en el universo que ha creado para su nueva propuesta, en que el bailaor jerezano ha realizado una vuelta al origen más campesino y humilde del flamenco.
Para la ocasión, Grilo se ha apoyado en el musicólogo e historiador Faustino Núñez, que ha trabajado la sonorización de cantes antiguos. Para recrear este mundo casi mítico, de jornaleros y mineros, de fraguas, yunques y martillos, Grilo ha protagonizado un espectáculo en el que han abundado los cantes mineros, dejando un respiro para unas alegrías y terminando por las bulerías. Todo ello para reivindicar la memoria de estas tierras de pobreza y sufrimiento que vieron nacer los primeros cantes gitanos.
Si alguien ve una sola vez en la vida bailar a Joaquín Grilo, difícilmente podrá olvidar su personalísimo baile, marca de la casa inconfundible. Grilo bailando es Grilo, y eso es lo mejor que tiene. En Cucharón y paso atrás el artista ha vuelto a disfrutar y a conectarse al escenario desde un trabajo más introspectivo, quizás no tanto con él sino con sus propios ancestros y con los inicios del flamenco. Ha bailado desde la genealogía del cante.
Esta búsqueda del origen más primitivo ha estado presente en detalles como la incorporación de sonidos propios de la naturaleza y en especial por una iluminación que nos acercaba al amanecer desde la campiña jerezana, y más tarde a los tonos tierra que colorean un almuerzo de otoño. Con este ambiente lumínico y sonoro, Grilo se ha arropado en el cante de José Valencia y de su hermana Carmen Grilo, y en las guitarras de Francis Gómez y José Tomás. La voz de José Valencia tiene un color que bien podría ser el del alba.
Joaquín Grilo ha bailado como un jornalero, sacando movimientos de labranza en los recovecos de su cuerpo, pero también ha bailado unas alegrías en las que sus brazos han vuelto a mirar al cielo, y hasta se ha atrevido a bailar una saeta. Grilo estaba metido en este universo y pocas veces ha dejado este papel, pero qué delicia cuando el artista deja paso a la persona y vemos las maneras de ese Grilo en estado de gracia.
Cucharón y paso atrás ha sido un espectáculo con aportaciones originales, como la música realizada para el martinete o la trilla. El propio artista reconocía que esta música “hacía florecer a palos muy profundos”, aunque algunos pasajes hubieran permitido continuar la indagación en el subsuelo del flamenco.
Había mucha expectación por volver a ver al bailaor jerezano, y él ha sabido darle al público lo que a veces el público quiere, sentir el calor de los artistas y acortar la distancia que hay entre el escenario y el patio de butacas. Grilo ha bajado a tierra como el espectáculo lo ha hecho. El bailaor y su elenco han despedido la función a pie de campo. Desde el escenario hasta el hall del teatro, han regalado unos últimos minutos cargados de cucharón y paso atrás.
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