Máxima creación para conceptos diferentes
El ciclo ‘XX Espacios, XX Artistas, XX Festivales’ concluyó ayer con momentos para la historia, y eso sí, con muchas cosas que mejorar. Evidentemente, la idea resulta excelente, pero a la hora de analizar la funcionalidad de algunos espacios y sobre todo la organización y distribución de otros habría que revisar ciertos detalles. El tercer y último día del ciclo dejó imágenes extraordinarias y espectáculos supercreativos. Vimos a Antonio El Pipa desplegando toda su magia en Los Gigantes. El jerezano se acompañó de un nutrido cuerpo de baile, al que incluso lo atavió con la clásica indumentaria del Tío Pepe. Bailó al son de Rajmáninov, por farruca y por bulerías, que ilustraron Felipa del Moreno y Juan José Alba.
Igual de vistoso resultó la propuesta de Belén Maya, como siempre creativa hasta la extenuación. En Romnia rescata sonidos romaníes para bailar con total libertad hasta en tres coreografías diferentes. El público fue recorriendo junto a ella distintos enclaves del Alcázar, donde esta fijada la performance, y disfrutó del ingenio y la osadía de Belén, que acabó dentro de una de las fuentes.
Por la tarde, la cita prevista se celebró en las Bodegas Faustino González, en la calle Barja del pleno barrio de San Miguel. Allí se ponía en pie, de nuevo y tras bastantes años sin realizarse, el espectáculo ‘La Fragua del Tío Juane. Herencia’, en el que se pudo disfrutar de los cantes de Nano de Jerez, Manuel Fernández ‘El Gordo’, Pedro y Manuel Garrido, y la guitarra de Domingo Rubichi.
Llevaron a escena una obra representativa de las labores familiares. Fue una suerte ver cómo se forjaba la herradura en pleno directo, mientras los hijos del Tío Juane entonaban los cantes por martinetes.
Pepe Marín presentó el acto y, entre intervención e intervención, pregonaba en versos la autenticidad de este trabajo. El espectáculo tuvo bastante éxito a tenor de los aplausos del público, aunque sí es cierto que no era el escenario más adecuado, pues debido al tamaño del propio tablao apenas tenían movilidad y, en muchas ocasiones, hasta se veían agobiados.
En esta obra también hubo baile, el de Marina Valiente, joven que realizó, casi sin espacio, unas alegrías, con el cante de Pedro Garrido ‘Niño de la Fragua’. Fue tan duradero que acabó más tarde de lo previsto, hecho que afectó sobremanera en el desarrollo del siguiente espectáculo de la tarde. A las seis debía comenzar ‘Pórtico’, de la bailaora Patricia Guerrero, pero entre que lo de la familia de la fragua no acabó a su hora y que muchos asistentes seguían sin conocer cuál era la entrada habilitada de la bodega, tuvo que dar comienzo un poco más tarde.
Una vez comenzado, la visibilidad no fue la más adecuada por lo que algunos aficionados protestaron, así como los que llegaban del espacio anterior con el espectáculo bien avanzado. En la sala Emperatriz de Bodegas Lustau, Patricia Guerrero realizó un gran número dejándose llevar por música sacra, con el acompañamiento de José Carrión y Agustín Diassera. Éste fue el último espectáculo de la serie ‘XX espacios, XX artistas, XX festivales’ que ha nutrido a la muestra de actividades artísticas alternativas y de mucha calidad.
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