"Profesionalmente, ahora me siento más cuajado"
Javier Patino. Guitarrista
El guitarrista afirma que en un escenario "me gusta que haya naturalidad, ya sea cantaor, bailaor o guitarrista"
—¿Es éste su mejor momento a nivel profesional?
—Yo creo que sí, uno se nota ya que va madurando. Son muchos años y parece que no, pero la experiencia es un grado y ahora me estoy dando cuenta de eso, más que nada por la composición, por la manera de tocar y por el camino que quieres coger. Noto que profesionalmente estoy más cuajado
—Y eso, ¿en qué se nota?
—A la hora de crear, por ejemplo, en la seguridad que te da lo que haces. Ahora habla uno con más propiedad, voy de verdad. Antes tenía dudas pero ya no, sé lo que busco como músico y como persona.
—Echa la vista atrás y se ve con la maleta en la mano para Madrid, ya ha llovido, ¿no?
—Pues sí, ha llovido tela. Fue en el 96. Estaba trabajando con Fernando Belmonte y Angelita Gómez, terminé la mili y me dije ‘o toco la guitarra o lo que salga’. Decidí apostar por la guitarra y aquí estoy (risas).
—Tuvo que ser duro....
—Bastante porque económicamente no era fácil. Uno estaba empezando, no tenía trabajo y había que pagar el alquiler y los gastos que te iban saliendo. Fue muy duro pero a la vez inolvidable y superentrañable.
—O sea que si pudiera volver atrás, ¿se volvería a ir?
—Yo creo que sí, haría exactamente lo mismo. De hecho, cuando pienso en esa época me arrepiento de no haberme ido antes, porque en realidad no era tan niño, ya tenía 22 años. Lo que pasa es que quería terminar los estudios, y mi padre me presionaba un poco con los estudios, algo normal claro, yo haría lo mismo con mis hijos.
— ¿Echa de menos eso en los guitarristas jóvenes de hoy día?
—La verdad es que sí, ahora eso no se hace porque cuando yo me fui no había las facilidades de ahora. El movimiento estaba en Madrid y si querías hacer algo te tenías que ir allí. Ahora parece que está más en Sevilla desde hace unos años y eso nos facilita poder vivir en nuestra tierra. Además, ahora con internet y con la tecnología que hay puedes aprender a tocar la guitarra sin salir de tu casa. Es increíble, y hoy está todo a la mano, no como antes.
—¿A quién le tiene más que agradecer desde que se dedica a esto?
—A mi compadre Javier Barón y no es por nada, sino porque llevo toda la vida con él, ha confiado en mí siempre, hasta cuando era menos maduro que ahora. He estado en todos sus espectáculos, y siempre me ha dado su confianza, y cuando eso ocurre se te quitan los miedos, das todo lo que tienes dentro. Luego, he conocido a mucha gente gracias a él y bueno, con cada persona que me he cruzado nunca he tenido problemas. También tengo que decir que soy muy adaptable, me amoldo a lo que hay. Quien tenga esa capacidad en su persona tiene algo ganado a la hora de trabajar con mucha gente porque en esto del flamenco hay muchos clanes, muchos grupillos.
—¿Grupillos y clanes?
—Sí, hay distinciones entre guitarristas que tocan solos o que acompañan al cante, y también lo hay con las compañías. Te encuentras a gente que te dice ‘soy de la compañía de no sé qué o de no sé cuánto’. Ahí hay como clanes pero bueno, yo no he tenido problemas con nadie.
—Esa capacidad, ¿se traslada a la guitarra?
—Sí, creo que sí, cada persona toca de una manera y según su personalidad. Hay gente que toca más agresiva, otros más melódicos... Eso va con la persona y la forma de ser de cada guitarrista en este caso.
—Cuando Javier Patino va a un espectáculo, ¿en qué se fija o qué valora más?
—Hombre, está claro que lo primero que miro es la guitarra, pero también valoro otras cosas. En un escenario me gusta que haya naturalidad, que el artista que esté arriba, ya sea cantaor, bailaor o guitarrista, aporte naturalidad. Cuando las cosas se ven de forma natural es que todo está controlado. De todas formas, y eso a veces no se valora por parte del público, el artista no está nunca con el mismo estado de ánimo. Hay veces que no estás bien o estás pasando una mala época familiar, pero la gente se olvida de eso cuando va a haber un espectáculo, los que están arriba son personas.
—¿Eso es lo peor para usted dentro del mundo del flamenco o del arte en general?
—Puede ser. Hay momentos duros. A veces suena el teléfono y te enteras de que un familiar está malo o le ha pasado algo y no puedes estar allí. Te debes a tu trabajo y tienes que dar la cara, y eso es muy duro. Es así pero en mi caso estoy encantado con mi profesión. Me considero un afortunado de la vida.
—Y si algún día su niño le dice que quiere ser guitarrista, ¿qué le diría?
—Sería bonito. Por un lado, sobre todo con los viajes o con los agobios de los ensayos, piensas ‘esto no lo quiero yo para mi hijo’, pero después la libertad que te da esta profesión no te la da nada. A mí me gusta evadirme con mi guitarra y a veces, cuando tengo que estar en un aeropuerto tres horas esperando un avión, me busco mi rinconcito, cojo mi guitarra y se me pasa el tiempo volando. Hay que saber disfrutar de todo.
—Su último disco tardó ‘Media vida’, como se titula, en sacarlo, ¿habrá que esperar tanto para el segundo?
—(Risas) No, de hecho ya tengo muchos temas preparados, lo que pasa es que todavía es pronto para sacar otro, voy a esperar un añito. A mí el disco me ha servido para sacar una parte de lo que llevo dentro y eso se lo recomiendo a todos mis compañeros, que lo saque fuera. Da igual que no se vendan discos o que quede ahí un poco en el olvido, aunque nunca se sabe. Eso es una cosa tuya que si no lo haces se pierde.
—Usted sale de un fregado y se mete en otro. Ahora ha abierto una tienda. Cuéntenos.
—Bueno, fue una propuesta de Valeriano Bernal, me dijo que cogiera la tienda, que el negocio fuera mío, pero que vendiera sus guitarras. Hasta ahora estoy muy contento porque tengo tiempo para estudiar y demás. Aquí atiendo a las personas que vienen a pedirme clases, doy clases a varios niveles, y bueno, no me puedo quejar. Además, de alguna manera en la tienda ayudo a otros compañeros que han grabado su disco y que no pueden acudir a grandes almacenes porque necesitan una distribuidora. Me dejan aquí sus discos y yo se los vendo.
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