El corazón palpita de nuevo
La crítica
La vuelta de Antonio Márquez hace vibrar al Villamarta
Cuatro años alejados de los escenarios dan para mucho, para reflexionar, para disfrutar de la gente cercana, para poner la mente en orden y para darse cuenta de que el baile es vida. Antonio Márquez lo sabe y por eso ha decidido volver. Para ello, recurrió a las piezas que le han dejado huella, aquellas con las que en otro tiempo conquistó este Festival y con las que se ganó el respeto del público.
Así, el sevillano preparó para su regreso 'Boda Flamenca' y el 'Bolero' de Maurice Ravel, dos propuestas en las que exhibió sus dos conceptos dancísticos, el de bailaor y el de bailarín.
En el primero, Márquez se apoya en el formato de las compañías clásicas, las de toda la vida, rescatando coreografías grupales (a dos, a tres, a cuatro...) y muy vistosas y cuidando mucho los detalles, sobre todo el vestuario. Todo aliñado con una banda sonora selecta, que encaja a la perfección con las imágenes que se proyectan durante el espectáculo. Las equilibradas voces de Sonia Cortés y Curro Cueto, las guitarras de Diego Franco y David Durán, la percusión de Amador Losada y la flauta de Pedro Esparza complementan a la escena de manera brillante.
Márquez disfruta como un niño pequeño, no hay más que verle la cara cuando ejecuta un paso, e incluso parece haber superado esa sensación narcisista y ególatra que antaño exasperaba. Sigue siendo el protagonista absoluto, pero ahora con mucha más elegancia y paladar.
De esta primera parte nos quedamos con la coreografía a dúo que se marca con Currillo, exquisito en el braceo, y lo bien que aprovecha los espacios en la escena. Por contra, algunos números exceden en tiempo sometiendo al público a un climax de monotonía y aburrimiento evitable.
Con delicadeza y sin dar la sensación de haber cambiado de registro, 'Siempre Antonio' se traslada de golpe y porrazo a principios del siglo veinte para interpretar el 'Bolero' de Ravel, un papel que conoce al milímetro.
Como ya hiciera en otras apariciones por el certamen jerezano, el bailarín, cuyo torso desnudo parece ahora mucho más musculoso, demuestra que es una animal de la escena pues entra y sale de la misma con gran facilidad. A veces da la sensación de que su control es total, parece como si dominara, con omnipresencia absoluta, cada uno de los movimientos que se van sucediendo.
Al son de la música de Maurice Ravel, Márquez fusiona pasos del ballet clásico y la danza contemporánea entrelazando elementos como la propia compañía o el mismísimo Currillo, que se gusta en algún que otro lance.
En medio del éxtasis del público, entregado desde el minuto uno al último, el corazón de Antonio Márquez palpita a mil por hora, ha vuelto a latir y a percibir el calor de los suyos. Quizás uno se queda con las ganas de ver algo nuevo en su repertorio y no piezas ya representadas. Aún así hay que disfrutar porque Antonio ha vuelto.
Baile
Siempre antonio
Baile: Antonio Márquez. Con la colaboración especial de: Francisco Franco ‘Currillo’. Primer bailarín: Daniel Fernández. Solistas: Elena Miño, Nazareth Martínez, Sara Chamorro. Cuerpo de baile: Rocío Mansilla, Víctor Donoso, Claudia Martinell, Axel Galán, Sara Gatell, Ciro Ortín, Alba Aranzana, Raúl Oliva, Roberto Parisotto. Bailarines oyentes: Rosa Daganzo, Lucia Maldonado, Cristina Gargo, Agata Tantiñá. Guitarra solista: Diego Franco. Guitarra: David Durán. Cante: Sonia Cortés, Curro Cueto. Percusión: Amador Losada. Flauta: Pedro Esparza. Dirección técnica e iluminación: Álvaro Estrada. Sonido: Luis Sanchidrían. Sastrería: Víctor Donoso. Director artístico: Antonio Márquez. Adjunta a dirección: Eva Leiva. Director musical: Diego Franco. Día: 8 de marzo. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.
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