"Es más difícil pararse que bailar"
Angelita Gómez
La gran referencia viva de la escuela jerezana de baile regresa a las tablas en la reposición, el próximo viernes y sábado en Villamarta, de '¡Viva Jerez!', y aprovecha para reclamar un flamenco imperfecto pero con alma
Viene de los ensayos de ¡Viva Jerez!, bebe el café con prisa, tiene que recoger a uno de sus nietos, prepara sus clases para el próximo Festival de Jerez... Por Angelita Gómez no pasa el tiempo. Y cuando pasa, ella lo exprime entre sus manos para atrapar el instante como si no hubiese mañana. Un torbellino de 68 años (o eso dice el DNI) en actividad constante al que no frenan las heridas de la edad. "Mejor no hablamos de las lesiones que he sufrido, te puedo aburrir...", comenta socarrona. Tampoco habla de cómo se encuentra en la actualidad: "La procesión va por dentro", replica.
-A la vista de su actividad y de que pareciera que por usted no pasa el tiempo, ¿ha pensado ya que quiere ser de mayor? ¿El baile ya es difícil que lo abandone, no?
-(Risas) ¿Que qué voy a hacer de mayor? Yo creo que el baile ya no lo abandono, fue él el que me escogió a mí, no yo a él. Y ya no puedo. No soy dueña de mi persona, el baile es parte de mi vida.
-Tras tantos años de carrera, artística y docente, ¿se arrepiente de algo o por algo que no llevó a cabo en todo este tiempo?
-No. No me arrepiento de nada de lo que he hecho en esta vida ni de nada de lo que me ha tocado vivir. Uno tiene que estar contento con uno mismo y está claro que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita. Tengo el cariño de mi familia, de mis hijos, mis nietos, mis grandes amigos, todos mis conocidos... Jerez me quiere mucho, me respeta. La verdad es que no cambiaría nada de nada. Me retiré del baile en los escenarios por amor, y fue tan inmenso ese amor que no tengo espinita clavá.
-¿Qué le dicen estos nombres: Sebastián Núñez, la Gitana Blanca, María Pantoja...?
-Ohhh. Cuánto daría yo por tener ahora a esos pedazos de maestros a la vera mía. Eso es un respeto hacia los mayores que, por desgracia, hoy en día ya no existe. Recuerdo que en aquellos años, por los 50, cuando yo veía a mis maestros por la calle, para mí era el día más feliz porque había visto a tal o cual cantaor, bailaor o guitarrista. Haberle dado un beso a María Pantoja o a Sebastián Núñez era algo que me embrujaba. Hoy, por mi experiencia docente, te das cuenta de que los alumnos están más vacíos por dentro y no tienen esos valores y ese reconocimiento hacia sus maestros y sus orígenes
-El respeto que hoy en día, por desgracia, escasea...
-Bueno, la vida como ha cambiado tanto... Pues bueno, vale.
-¿Qué recuerdos le vienen a la cabeza de aquella época?
-Pues muchísimos porque yo bailo desde que tenía cinco o seis años. Recuerdo cuando iba al sanatorio de Santa Rosalía, con niños pequeñitos con problemas de huesos; recuerdo cuando iba al asilo San José; a la escuela de comercio, al Buen Pastor, a un homenaje a Javier Molina; la primera vez que me subí al Villamarta, con siete años, con mi bata de cola...
-También tuvo éxito en la Feria...
-Uhh, en la Feria hacia doblete. Estábamos en la Previsión Andaluza, en la caseta de Fino Campero, la de Aviación, la peña taurina, el tablao del Ayuntamiento, que era para el pueblo, no como el templete que era para gente pudiente... Todas las noches trabajábamos ahí el cuadro flamenco de Sebastián Núñez: El Pili, Canaleja de Jerez, Carbonero, Sebastián Núñez, Chano (el hijo del anterior), la Gitana blanca, El Roque, El Chiripa, una Angelita con siete años, mu chiquitita... Es un recuerdo precioso. Yo era la niña chica, el regalito. Porque hoy bailan muchas niñas, pero en aquel entonces...
-¿Era raro?
-Rarísimo. Recuerdo que en el 18 de julio, en la plaza del Arenal, había un hospital y un teatro muy bonito, di un recital de baile flamenco a los once años, con Acosta, Carbonero, Sebastián Núñez...
-¿Usted era la niña mimada de todos estos artistas?
-Era la niña mimá, claro. Me tenían mu mimá, mu mimá.
-¿Cómo has visto la evolución del flamenco en todo este tiempo?
-Siempre ha sido cultura y una de nuestras señas de identidad, lo que pasa es que en aquellos tiempos ni se valoraba ni estaba de moda. Ahora resulta que sí que lo es. ¿Por qué? ¿Ahora es más comercial y todo el mundo gana más dinero? Pues puede ser por eso.
-¿Le vino bien la evolución?
-Gracias a esta evolución el flamenco ha salido del barril, del cuarto de los buenos aficionados. El flamenco se ha exportado a todo el mundo y es lo más moderno que hay en todos los países. El exterior antes sólo estaba reservado para unos pocos: Antonio El Bailarín, Escudero, Sabicas... Eran los monstruos.
-¿Cree que por esa misma ley del mercado se ha pervertido?
-Totalmente. Han ido saliendo, saliendo, saliendo y ahora se baila, no mejor que nunca, sino con más técnica. Ahora lo primero de todo es la técnica y el flamenco, o como yo lo siento, no es perfección, es sentimiento. Claro que hay que tener técnica, por supuesto, pero hoy se ve muy poco respeto hacia el cante, hacia la guitarra. Antes se respetaban todas las parcelas. Musicalmente el flamenco era más bonito que ahora. Y digo musicalmente en todos los sentidos: con más delicadeza, el baile más parao, con más sentimiento... Hoy en día no te dejan respirar, alargan los bailes veinte minutos, media hora. Abusan un poco. Pilar López, la maestra, decía: 'si eres bueno, con seis minutos te sobra'. Cuando estos bailaores sean mayores y se les acaben las fuerzas, ¿qué van a hacer? Tendrán que pararse...
-Usted que es un ejemplo vivo de ella, ¿entiende que se ha reivindicado poco la escuela jerezana de baile?
-Ha sido un poco como la cenicienta del cuento. No vamos a descubrir los grandes cantaores que ha dado esta tierra, pero también ha dado grandes bailaores. El baile de Jerez es muy nuestro, muy paradito, con mucha dulzura, suavidad, sin exageración, nada de como se baila hoy, con tantos saltos, tantas cosas raras...
-El arte de bailar en una losa...
-Ahí está. Siempre se ha dicho: baila bien; mueve las manos. Hoy hay muy pocos bailaores y bailaoras que muevan las manos los hombres como hombres y las mujeres como mujeres. Hoy, todos iguales y antiguamente había una gran diferencia. Las caderas de las mujeres antes eran dibujás; hoy taconean las mujeres igual que los hombres, y así todo.
-Es un baile, quizás, asexuado.
-Pero, ¿por qué? Si la mujer tiene unos encantos y unas cualidades muy bonitas. Y el hombre tiene la fuerza, la virilidad, expresa otras cosas, como siempre fue. Hoy en día no se atreven ni a ponerse trajes de chaqueta ajustados. Parece que van a una fiesta de... Yo qué sé.
-El vestuario también debería ser fundamental, ¿no cree?
-Hay que insistir mucho en el vestuario de hombres y mujeres. Qué difícil es ver hoy una chaquetilla corta, cuesta mucho trabajo mover los brazos y hoy los bailaores están todos abajo y taconeando. Los jóvenes me gustaría que empezasen a vestirse de bailaor, no con pinzas.
-Parece que, en general, hay más de atletismo y circo que de arte, inspiración, espiritualidad...
-El atletismo total. Hoy vas al teatro y es muy difícil que te levanten de la butaca, sentir ese escalofrío que te provocaba la cabeza dibujada de Güito, Gades... Y una parada a tiempo. Hoy es más difícil pararse que bailar. No hay forma de parar el compás. Lo difícil es meterte bien con la guitarra, con el cantaor...
-Y andar por el escenario...
-Hoy no se anda, se corre porque es lo más fácil. Andar con empaque, con dominio... Hoy todo el mundo va a ver quién corre más.
-¿Es fácil explicar a un alumno que viene de Australia o Suiza qué es la bulería, cómo y de qué forma hay que sentirla?
-Pues mira no es tan difícil. Los que vienen del extranjero traen una preparación musical mejor que los de aquí. Como aquí tenemos el compás pues parece que no hay que explicarlo...
-La gran excusa para todo...
-Exactamente. Pero es que aquí, en la cuna del arte flamenco, hay gente que no sabe tocar las palmas. Entonces, toda esta gente que viene de fuera te preguntan los tiempos, en qué están. Ellos lo entienden, aunque algunas no hablan mucho español y dicen que no entienden las letras. Yo les digo: no importa. Escucha la melodía.
-¿Qué anécdota cuenta siempre de su experiencia impartiendo cursos de baile?
-Hace mucho tiempo me vino una japonesa, chiquitita, que había estado en Madrid cinco años. Tenía una gran técnica, pero le dijeron que se viniese para Andalucía y buscara a Angelita Gómez. Cuando la vi me quedé sorprendida por su excelente técnica pero estaba vacía, sin pellizco ni ole. Ella me dijo: 'ponme soleá por bulerías'. Y cuando le enseñé cosas para que empezara a pellizcar y rebuscarse me dijo: 'estooo es lo que yo quería'. Había estado en Madrid con los mejores y no sabía cómo transmitir. Hay que transmitir.
-¿Hay más respeto por el flamenco y los maestros fuera de aquí?
-Totalmente. Cuando vamos fuera de España a dar clases te reciben y tratan como un rey. Están pendientes de todo, te dan regalos, te tratan como algo especial...
-No valoramos lo que tenemos...
-Eso pasa siempre. En cambio, tenemos una gran generosidad con la gente de fuera. En mi escuela me han dicho extranjeros que no sienten como tales sino como uno más. Una me llegó a contar que en Sevilla le hicieron pagar en una academia incluso el doble por ser extranjera. En Jerez no se sentía extranjera. Y es un don que tenemos.
-¿Cuántos alumnos han pasado por sus manos?
-Uhhh. Olvídate. No sé. Antes de casarme y de tó ya daba clases de baile. Nosotros fuimos una familia humilde, mi padre era peón de albañil y la niña chica tenía fiestecitas, clasecitas... Imagínate. Con once años tenía el carné de la Base de Rota para enseñar a mujeres de los americanos a bailar.
-¿Cómo ve a sus alumnos aventajados?
-Hay buen material. Han salido muchos de mi escuela y luego cada uno se ha ido moviendo, abriéndose el camino. Para mí es una satisfacción enorme ver en el teatro a mis alumnos rompiéndose la cara y el corazón.
-¿Le han hecho caso en sus consejos?
-Bueno, me quieren y me respetan; con eso me conformo. En el caso de los guitarristas igual, la mayoría de los que pegan fuerte han salido de mi escuela para saber acompañar el baile: desde Alfredo Lagos a Patino, hasta Juan Diego, Pascual... Para mí el premio más grande es que me respetan y me quieren.
-¿Es la mayor satisfacción?
-Tengo premios y reconocimientos pero que me paren en Jerez y me digan: 'Angelita, qué alegría de verte'. Es lo mejor.
-¿'¡Viva Jerez!' le ha dado 'vidilla' en los escenarios?
-Mira, cuando me puse una bata de cola en Ayer y siempre, después de 40 años fuera del escenario, cuando me apuntaron con el foco parecía que los pies me los habían pegado con cemento. Qué trabajo me costó dar el primer paso. Y ya cuando sales, muestras a tu gente que todavía te queda algo. No es lo mismo tener treinta años que un poquito más (risas). El ¡Viva Jerez! es muy bonito, aunque se pasa muy mal con tantos ensayos, tantos artistas... Cuesta adaptarte a los movimientos, a las escenas, pero como te gusta, no te importa.
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