La estética y el tiempo

Rafaela Carrasco desplegó anoche una obra mayor de la danza, ‘Vamos al tiroteo’, en la que emplea como pretexto las ‘Canciones populares’ de Lorca y La Argentinita como vehículo para desgranar su excelso gusto por la estética y el dominio de la escena y el tiempo

En 'Las morillas de Jaén' Rafaela luce una bata de cola inspirada en Carmen Amaya, anoche el Teatro.
En 'Las morillas de Jaén' Rafaela luce una bata de cola inspirada en Carmen Amaya, anoche el Teatro.
Francisco Sánchez Múgica

06 de marzo 2010 - 01:00

Poner al día un clásico no debería de ser simplemente una operación de cirugía estética que ajuste cuentas con el pasado para beneficio presente. La revisión siempre debe pasar por el rescate de lo esencial, el desecho de lo inservible y, a ser posible, por la asunción por parte del 'arqueólogo' de un necesario paso adelante. Y ese regreso al futuro es justo lo que hace Rafaela Carrasco en Vamos al tiroteo, versiones de un tiempo pasado. Una creación personal que pertenece más a los dominios de la reescritura que a los de la adaptación fiel y detallista. Con Canciones populares, Lorca y La Argentinita como pretexto -bien pudo haber sido otro clásico, era casi lo de menos-, la sevillana desenvuelve en las tablas una obra de orfebrería de una bellísima y gélida exquisitez técnica únicamente comparable a la delicatessen artística que representa.

Sus claroscuros renacentistas, el tenebrismo caravaggiesco en el número inicial con palillos y en el de jaleos final; el blanco, el negro y el rojo como colores primarios de la puesta en escena; la plasticidad de un bata de cola inspirada en Carmen Amaya mientras se marcha cabalgando bajo la atmósfera de zambra de Las morillas de Jaén, que sonó fresca cinco siglos después. Pura poesía de la imagen. Puro deleite estético rubricado con la firma de una bailaora que es auteur. Es decir, que crea más allá de límites y presiones, y sólo piensa en dar gusto a sus inquietudes personales, a sus preocupaciones formales.

Las Sevillanas del siglo XVII se transforman en cuatro hombres provocadores ataviados con bata de cola -que ciertamente mueven de forma asombrosa- y una partitura excepcional de Jesús Torres -firmada al alimón con 'Canito', Pablo Suárez y José Luis López-, quien aporta un toque contemporáneo dentro del continuum que brindan los trémolos de sus seis cuerdas. Con carácter general, el 'atrás' del espectáculo es sobresaliente. Sin fisuras, impecable. No se le ve ni una sola costura.

Sin solución de continuidad, con un ritmo e intensidad que hacen que el espectáculo vuele centelleante, el piano de pared de Pablo Maldonado, con un increíble sonido añejo, da entrada a Los cuatro muleros, que interpreta la garganta de caramelo de la granadina Gema Caballero, toda una aparición y excepcional en todas sus intervenciones (un gozo en Las tres hojas). Capaz de aportar en cada verso la dulzura, los matices y sutileza que requerían las secuencias que Rafaela fue encadenando en el escenario.

En una variación instrumental de los ya citados Cuatro muleros, a manos de un inspirado Juan Antonio Suárez 'Canito', la maestra sevillana derrocha sensualidad en un paso a dos con David Coria. Un juego de tira y afloja con mantón que sirvió para hacer aflorar deseos y pulsiones íntimas. Un juego que culmina con una Rafaela inmóvil mientras es sacudida por la seda bordada que sostiene Coria. Cómo juega la Carrasco con los contratiempos, con el tiempo detenido, ralentizado... Y cómo abre los espacios gracias a una iluminación prodigiosa. Como detiene el tiempo para dejar paso a la estética, a la fragancia y estilización de una imagen congelada y retenida. A la pose trágica, fatal, en la reconversión del Anda jaleo en negra petenera.

En la Nana de Sevilla se va al fondo de la escena para mecer con sus brazos bajo el relajante eco de un Antonio Campos sensacional. Las entradas y salidas, los constantes relevos de bailaores bajo un foco cenital, los fundidos como elipsis, la fragmentación escénica y coreográfica... Un deleite pensado y repensado, cronometrado -especialmente precisa fue la coreografía coral de los Sones de Asturias-, aunque reservando margen para las individualidades de los bailaores. Cuatro enormes solistas que se difuminan con una Rafaela que se aparta para darles aire o se integra con ellos cuando y como quiere.

Los hilos de sangre como flecos de mantón arrecian en el Romance de los mozos de Monleón, mientras los bailaores-bailarines juegan a las ausencias-presencias, atrapados en el laberinto de una danza sustentada principalmente en las cuerdas del chelo de José Luis López. Antes, En el Café de Chinitas, dos bombillas cuelgan para iluminar a los artistas ante un ambiente vacío. Rafaela, de nuevo en pantalón, dibuja su microcosmos, al igual que el resto de su elenco mantiene un constante pulso entre su alrededor y su esfera individual. Al final, lo que cuenta es el todo, la redondez de un montaje de arrebatadora belleza e hipnótico tempo discursivo. El tiempo para Rafaela es como el movimiento de su bata de cola, un látigo recio que avanza imparable diluyendo tópicos y 'tiroteando' al conformismo. Ante las obras maestras, hay que detenerse y examinarlas al milímetro. Rafaela no tiene tiempo. Su inventiva y su gusto no se detiene.

Por eso, sus breves paradas son para tomar resuello y echar la vista atrás. Beberse el pretérito para encarar con holgura el futuro. Un futuro perfecto. Esa agitación lleva a Rafaela, incluso, a obviar el unánime aplauso final a su obra para, en cambio, congelar literalmente a todo el elenco, ya puesto en pie, en el número final de Aires de Castilla. Una estampa memorable, de refinado y delicioso gusto. Suspiramos hondo después de haber saboreado un ramalazo de setenta intensos minutos de auténtica genialidad.

Compañía Rafaela Carrasco. Baile: Rafaela Carrasco, Ricardo López, José Maldonado, Pedro Córdoba, David Coria. Cante: Antonio Campos, Gema Caballero. Guitarra: Jesús Torres, Juan Antonio Suárez 'Canito'. Piano: Pablo Maldonado. Chelo: José Luis López. Coreografía: Rafaela Carrasco. Composición musical: Jesús Torres, Juan Antonio Suárez 'Canito', Pablo Suárez, José Luis López. Escenografía: Elisa Sanz. Iluminación: Gloria Montesinos (A. A. I.). Vestuario: Elisa Sanz. Sonido: Jorge Díaz 'Roy', Juan de la Cruz. Dirección: Rafaela Carrasco. Día: 5 de marzo. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.

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